Capítulo 10.

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-Ron, ¿a ti...te ha llegado tu paquete de inhibidores?- Preguntó Harry.

El Trio Dorado se dirigía hacia la habitación del León. Durante el resto de la cena, se sumergieron en charlas más triviales, un respiro que tanto Ron como Harry agradecieron. Dejar de lado por un momento sus preocupaciones personales fue como una bocanada de aire fresco.

-Sí, esta tarde. Hermione puede confirmártelo. Estuvo conmigo cuando llegó la lechuza.- Respondió Ron, mientras ella asentía.

-Ya veo...- Harry deslizó su mirada hacia el suelo. Parecía que la mayoría de las personas ya tenían consigo sus supresores, menos él. Siempre tenía que perseguirle la mala suerte allá donde fuera.

Llegaron al quinto piso y recorrieron el pasillo hasta ponerse en frente de la puerta de Harry. Antes de entrar, se giró para mirarlos. -Mañana voy a ir a hablar con McGonagall. Necesito ver el registro de correo por lechuza. Lo digo por si queréis acompañarme.-

-¡Dalo por hecho!- Exclamaron Ron y Hermione al unísono.

-Intenta descansar, Harry. Mañana pasamos a por ti.- Dijo Hermione, despidiéndose de su amigo con un abrazo.

Ron se acercó y alzó la mano, esperando que el León chocara y estrechara la suya, gesto que no tardó en cumplirse, apretando con fuerza. -Hasta mañana, hermano.- 

-Buenas noches.- Se despidió Harry, esbozando una sonrisa antes de retirarse.

Sin más dilación, ambos regresaron por donde habían venido, permitiendo a su amigo ingresar a su habitación y cerrar la puerta tras de él. Harry se quedó observando la penumbra que llenaba la habitación. Permaneció allí, sumido en esa oscuridad envolvente, reflexionando sobre lo vivido con cierto chico de ojos plateados. Aún no podía creer que estuviera teniendo relaciones con él. El dolor en su corazón crecía a medida que intentaba reprimir sus sentimientos. Parecía como si un agujero se abriera dentro de él.

Agarrándose el pecho, se encaminó hacia aquella cama que todavía seguía deshecha. Sin quitarse la ropa, se recostó en ella, pudiendo sentir, aún, el sutil aroma que había dejado el rubio allí. En ese momento, se permitió a si mismo desahogarse un poco, llorando en silencio mientras aferraba con sus manos una de sus almohadas, abrazándola contra su cuerpo.

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-Empieza a explicarme que es ese supuesto pacto que tienes con Harry, Draco.- El tono de voz de Blaise era firme, y no estaba dispuesto a irse de allí sin obtener respuestas.

Después de la cena, Draco llegó a la Sala Común. Al entrar, encontró a Blaise esperándolo cerca de su habitación personal. Este estaba apoyado en la pared, con los brazos cruzados, y lo miraba con una expresión inquisitiva que empezó a molestar seriamente al rubio. Sin decir una palabra, Draco abrió su puerta, permitiendo que Blaise también entrara, cerrándola tras él.

Ante las primeras palabras, el rubio no pudo evitar esbozar una sonrisa sutil. -Vaya, las noticias vuelan.- Fue lo primero que salió de sus labios. -Déjame adivinar...¿te lo ha contado tu novio, verdad?- Pregunto, encarando a Blaise. -El pelirrojo tiene la boca muy grande, pero Potter la tiene aún más.-

Ambos se quedaron inmóviles, intercambiando miradas, hasta que finalmente Zabini dio unos pasos hacia adelante, situándose a poca distancia del rubio. -Sabes que lo que estás haciendo no se diferencia mucho de los acosadores que supuestamente juraste proteger contra él.- Afirmó Blaise con una mirada tan intensa como antes, o incluso más. -Cuéntame tus verdaderas intenciones. ¿Qué pretendes ganar con todo esto? ¿Asustarlo aún más? ¿Desquitarte? ¿O es todo por tu orgullo?- Cada pregunta que le hacía solo aumentaba la indignación de Blaise. -¿¡Dónde se supone que está la elegancia que te caracteriza, Draco!?-

Aroma a Canela y Menta. (Drarry Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora