Capítulo 14.

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Pasaron muchos días, días en los que Harry permaneció ausente en el Castillo. Sus amigos lo visitaban de continuo, quedándose con él y ofreciéndole apoyo y comprensión por lo sucedido. Después de enfrentarse con gran dificultad a relatar los acontecimientos de ese día, Ron y Hermione lo abrazaron con fuerza, compartiendo en silencio el desolado llanto del León. Incluso Caleb, cuando encontraba momentos para visitarlo, se presentaba sin necesidad de explicaciones. Observando el estado de Harry, se esforzaba por distraerlo con relatos relacionados con su casa y, de vez en cuando, lograba arrancarle una sutil sonrisa. Estos efímeros momentos de alivio le proporcionaban a Harry un breve respiro, permitiéndole, aunque fuera por unos instantes, escapar de la cruda realidad que lo envolvía.

Durante las noches, Harry experimentaba los momentos más difíciles. Sus sueños ya no se veían atormentados por Voldemort, sino por una serpiente en particular que lo menospreciaba y humillaba. En esas visiones, el rubio le daba la espalda y se dirigía hacia la oscuridad. Desesperadamente, Harry intentaba seguirle, afligido por el remordimiento de haber confesado su amor, solo para despertar bruscamente con los ojos llenos de lágrimas.

En cuanto a Draco, dedicaba cada día a buscar a Harry de manera incansable. No había uno solo en el que no recorriera los pasillos en una constante búsqueda de esos cautivadores ojos esmeralda. Durante las comidas, Harry tampoco hacía acto de presencia en el comedor, y la ausencia de Ron y Hermione en ese mismo lugar le hizo deducir que Dobby, el antiguo elfo doméstico de su padre, se encargaba de llevarles la comida a la habitación. 

En las clases compartidas con Gryffindor, cuando Harry no aparecía, varios profesores expresaban su preocupación y preguntaban por él. En respuesta, una decidida Hermione saltaba en su defensa, argumentando que no se encontraba en condiciones de asistir a clases. Ante esta explicación, los profesores asentían comprensivos y continuaban con la clase que estaban impartiendo. La mirada de Draco se posaba sobre la chica con una clara expresión de preocupación en su rostro. Al fin y al cabo, sentía que toda la culpa recaía sobre él, y durante varios días se sumió en una profunda reflexión sobre su comportamiento, descubriendo aspectos que en el pasado habría negado de manera categórica. Este periodo de introspección le llevó a reconocer errores y actitudes que antes se le escapaban, enfrentándose a una verdad que no podía ignorar más tiempo.

Para empezar, no era enfado lo que sentía con respecto al Hufflepuff, sino unos celos pasionales que lo sucumbieron a acometer tal atrocidad. El día que Harry y Caleb fueron al Lago, este los vio y, sin pensarlo, los siguió desde una distancia prudente. Cuando presenció aquel abrazo, no pudo contenerse más, actuando de manera hostil. Cuando rememoró todos los encuentros sexuales que tubo con Harry, se percató de como este le miraba, y como él se acercaba a su rostro casi por instinto, deseando captar cada gesto del León. Aquel beso que le robó, cómo reaccionó a el, con esa urgencia desmedida, para luego abandonarlo, confundido, y tratarle peor que antes, cerrando su corazón y convenciéndose a si mismo que solo fue algo que no se volvería a repetir.

Tantas cosas tenían ahora lógica en su mente. Recordó cómo, después de la guerra, Harry intentó hacer las paces con él, obteniendo por respuesta gestos de burlas e improperios, observando así el rostro entristecido del León, y como desapareció por el derruido pasillo en el que se encontraban. Como, después de proponerle dicho pacto, este se aferró a él y bajó su mirada ante la condición que le impuso. ¿Por que no se negó? La respuesta era sencilla. Negarse hubiera significado revelar sus sentimientos, y el miedo que tenía a no poder mantener nunca más un contacto hacia él, lo hubiera envuelto en la misma desdicha que lo consumía ahora.

En uno de esos días, finalmente se percató de que sus sentimientos hacia Harry iban más allá. En la soledad de su habitación, Draco se encontraba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en el pie de la cama. Sus ojos se perdían en el techo, como si este albergara las respuestas cruciales que anhelaba escuchar.

Aroma a Canela y Menta. (Drarry Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora