Capítulo 12.

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...Pasaron semanas desde aquel audaz beso que me atreví a robarle, marcando el inicio de una gélida antipatía por parte de Draco. Nuestros encuentros adquirieron un matiz aún más áspero por su parte. Cada interacción se volvía un campo de batalla donde intentaba, de forma contundente, transmitir que no experimentaba ni una pizca de afecto hacia mí. A pesar de ello, no dejó de protegerme de aquellos que acechaban mi existencia, intensificando su vigilancia. En cada encuentro, sus ojos evitaban los míos, como si mi presencia fuera completamente insignificante para él. El vacío en mi pecho se ampliaba con cada día que pasaba, sumiéndome en una tristeza abrumadora.

En lo que respecta a Oliver, su persistencia hacia mí pareció llegar a su finNo me lo encontraba, ni si quiera en las clases, una ausencia que, en el fondo, agradecía profundamente. Por fin, experimentaba un respiro en medio del huracán que representaba mi vida actual.

Mientras tanto, el paquete que se suponía que Minerva iba a entregarme personalmente nunca llegó. Me vi obligado a recurrir a Ron de vez en cuando, e incluso en lo deseos que le pedía a Draco, la mayoría eran peticiones relacionadas con eso. Con la reticencia de no querer molestar nuevamente a la directora con el mismo tema, opté por solicitar un nuevo envío, esta vez confiando en Hedwig para acelerar la entrega. La única parte buena fue que mi celo se estaba retrasando, cosa que agradecí a mi cuerpo, suponiendo que era debido al sexo casual que mantenía con Draco. 

Comencé a encontrarme con más frecuencia con Caleb, el chico de Hufflepuff. Nuestras conversaciones eran agradables y, de vez en cuando, lograban arrancarme de la pesadilla que vivía día tras día. La compañía de Caleb proporcionaba un alivio inesperado al permitir que mis amigos se enfocaran más en sus propios asuntos, lo cual me reconfortaba enormemente. Evitar ser una carga constante para ellos se había convertido en una prioridad para mí. Caminar junto a Caleb también tenía sus propias complejidades. Mientras nos desplazábamos, podía sentir la mirada de Draco clavándose en mi nuca, como un cazador acechando a su presa. En repetidas ocasiones, me giraba para encararlo, y él apartaba la mirada abruptamente, como si nada estuviera ocurriendo.

En cuanto al trabajo de Transformaciones, nunca más nos reunimos para darle continuidad durante ese período. Draco parecía querer evitarme a toda costa, limitándose a acercarse únicamente para cumplir con su parte del pacto y, bueno, para lo que ya conoces.

Finalmente, llegó un día específico, uno que, dadas las circunstancias, se transformó en un punto y aparte tanto en mi vida como en la de Draco... 

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Era un espléndido día de sábado. El sol se erigía en el cielo, proporcionando su cálido abrazo en medio de aquella gélida mañana de febrero. Harry se encontraba en su habitación, dedicando especial atención a su arreglo personal, ya que había acordado encontrarse con Caleb esa misma mañana para disfrutar de un paseo por los terrenos de Hogwarts. La noche anterior, Harry tuvo otro encuentro fortuito con Draco, uno aún más áspero y frío que los anteriores, dejando su baja espalda palpitando de dolor. La paciencia del León estaba a punto de desbordarse, y en su mente empezó a trazar un plan para abordar el tema, anhelando poner fin de una vez por todas a esta complicada situación. Sabia que, cuando lo hiciese, todo rastro de contacto o cercanía con él se esfumaría para siempre, y aunque doliera profundamente, estaba decidido a llevar a cabo esta decisión inevitable.

La puerta resonó con un leve golpeteo, atrayendo a Harry hacia ella. Al abrir, se encontró con la figura de Caleb, quien lo recibió con su habitual sonrisa radiante.

-Buenos días, Harry.- saludó el chico con su típico tono cordial.

-Buenos días.- Respondió el moreno, sin un ápice de emoción en su voz. Cruzó el umbral y cerró la puerta tras de sí, iniciando una caminata por los pasillos junto al chico de Hufflepuff.

Aroma a Canela y Menta. (Drarry Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora