Capítulo 10 - Destruyendo mitos

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Se escucha el viento que levanta la arena, el frío atraviesa las paredes y la noche los arropa mientras duermen. Apenas un oído demasiado fino percibiría los pasos lentos de pies que se hunden en la arena. Van en dirección a la casa más alta, siendo precavidos y mirando hacia ambos lados al caminar. La temperatura en el norte durante la noche puede alcanzar grados realmente bajos haciéndose notar justamente hoy. Saben que si tan solo una persona se percata de su presencia puede ser realmente desastroso.

Los dos jóvenes continúan dando pequeños pasos, pero seguidos, todo para llegar hasta la casa de mármol. Es ya muy tarde. Faltan algunas horas para el amanecer. Logran alcanzar la parte trasera de la fortaleza de mármol y ambos se sostienen en ella, como si se fueran a caer. El joven da un largo respiro, recupera su alma tras el profundo miedo. No está precisamente en las condiciones más seguras, ya ningún sitio parece estarlo. Mira la sombra de la joven que apenas se distingue por la luz de la luna y traga.

—¿Qué escuchas? —susurra él aún viéndola.

Ella acerca su oído hacia la pared y cierra los ojos. El frío se hace sentir duramente. La madera en algún sitio rechina.

—Respiraciones —obviamente, hay humanos allí, vivos—. Realmente agitadas. Sus pechos se contraen con fuerza. Están claramente despiertos —responde ella con una voz muy fina.

—¿Cuántas respiraciones? —vuelve a susurrar.

—Sólo identifico dos tonos distintos. Uno grueso y otro más fino. Tal vez un hombre y una mujer —sigue relatando lo que percibe.

Nev intenta acercar también su oído a la pared, pero en vano, siente el silencio del material y cuan frío está. Se quedan varios segundos en silencio tratando de percibir otro indicio.

—Regulan su respiración. Ahora es difícil escucharles —rechina una madera desde dentro, eso lo pudieron oír ambos. Saltan internamente del susto—. Y pasos, alguien se mueve.

—No pueden vernos porque no hay ventanas —reflexiona brevemente el joven contemplando de nuevo la estructura—. Debemos esperar. Todo lo que oigas, dímelo.

—Alguien se está moviendo en un espacio. Mueve cosas, camina —sigue escuchando atentamente la joven.

—¿No sabes cuál de los dos?

—Imposible. No dicen ni una sola palabra.

Pasan largos minutos de terror silencioso tras la pared. Saben que alguien se mueve dentro de la casa del monje en las Aldeas Pobres del Norte. Podría ser cualquiera. La presencia de dos personas, hombre y mujer como los identifica Moira, sólo le trae a la cabeza a Nev la idea de que sea la pareja. De repente la bestia dice percibir ronquidos en otra sala, realmente molestos y gruesos. Alguien duerme y otro sigue en movimiento por la casa.

Todo igual hasta que solo una frase delata la identidad. Sólo una frase, sencilla y clara.

—"Qué molestia" —repite Moira afincándose en la pared.

—¿Qué? —Nev se extraña.

—Ha dicho eso. Estoy segura de que es la voz de una mujer. Está suspirando —susurra mientras continúa indagando.

—Tiene que haber una forma de entrar que no sea por la puerta principal —se aleja el joven e intenta pensar fríamente.

Así era, algo de luz artificial se escapaba del techo. Parece ser del interior de la casa. Ambos suben sigilosamente, intentan no hacer ningún tipo de ruido que moleste el sueño del monje. Después de todo ellos han llegado a raptar a su esposa. ¿Acaso eso no le molestaría el sueño a alguien tan presumido? A cualquiera. Localizan la fuente de la luz. Se trata de una claraboya justo en el medio del techo que no está completamente abierta. Se acercan poco a poco ya que la luz enceguece y apenas echan una mirada. Una sombra se mueve. Es con seguridad Eloise, vestida con una bata de dormir que camina por su propia sala.

Toxicidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora