Capítulo 11 - Reformando

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En la sala los cinco individuos están sentados alrededor de una mesa de reuniones. El líder asimila su cansando y hace un diálogo mental de lo que dirá. Todos parecen impacientes. Es temprano, tan temprano que molesta hablar de trabajo. Las salidas de sol se han vuelto más pesadas desde que enviaron un mensaje del Infierno donde anuncian la fecha del siguiente encuentro, demasiado pronto para el gusto de cualquiera. Nev aún resentía ligeramente el veneno de su organismo. Toda la escena es como para darse golpes contra la mesa.

—¿Podemos por favor comenzar? Primero me fastidia altamente este silencio. Segundo. ¡Este no es mi trabajo! Soy forense, tengo que ir con mis cuerpos acumulados del Infierno y eso que vienen más —dice Low histérico y se echa el cabello hacia atrás—. A menos que me hagan parte del círculo del Antídoto, la cosa cambia. ¿Pagan más?

—Un poco de paciencia por favor. Somos funcionarios públicos —exige la mestiza, aunque igual de molesta.

—Pero Lowell tiene razón, hay demasiado trabajo en la Casa de los Caídos. No he visto a mis gatos y temo que mueran de hambre —apremia Carol, algo despeinada y malhumorada.

Nev decide que ya tiene el discurso hecho, o al menos tiene un buen boceto. Se levanta. Abre pantallas para todos violentamente y se encandilan, hasta él mismo.

—Pues bien, vamos a hablar del siguiente caso. Ocurrió ya hace un tiempo, pero analizando mejor la situación me he dado cuenta de que es un potencial caso de contrabando. Sara Cow, ¿a alguno de ustedes les suena el nombre? —pregunta y mira en todas las direcciones. Todos niegan con la cabeza.

—Una foto por favor —pide el forense. La foto aparece en pantalla.

Una joven sonriente, realmente hermosa. A cambio la foto del cadáver es espeluznante. Su cuerpo fue vaciado por completo, sólo quedaron piel y huesos, de órganos no se supo nada. Sin mencionar además que su piel estaba manchada de veneno. Todos hacen un profundo gesto de asco.

—Sí. Ya llegó a mí. Apestaba como nadie. Puse en el informe que fueron realmente cuidadosos al extraerle los órganos a tal punto de no deformar demasiado su cuerpo —agrega al recordar la escena.

—Un cuerpo destruido como cualquier otro. ¿Quieren quitar ya la imagen? —arruga el rostro la mestiza—. He visto miles.

—Ajá, pasa que no es posible que no tengamos memoria para las cosas así. Las estamos pasando directamente al forense sin analizar el trasfondo. No me agrada. Reflexión de grupo señores, me incluyo —la pantalla cambia al informe forense y Nev se sienta—. Aquí nuestro amigo Christian está trabajando con la norteña Eloise. Si nos da algunos detalles, que no son muchos y nótese mi enojo al decir esto, con respecto a lo que sabe.

—A ver —estiró su pecho el barbudo Christian y salió del trance ya que al fin lo habían mencionado—. Estoy trabajando las 24 horas al día. Como con ella, duermo con ella. Me deberían pagar horas extra mejor dicho. Ha atravesado un duro momento de su vida y eso de interrogarla como que no va demasiado.

—¡Y tanto que te cuesta dormir con ella, vamos! Debes estar sufriendo, Christian —blanqueó los ojos la mestiza. Hubo una risilla general.

—Volviendo al tema, y sin que nos desviemos de nuevo —mira el jefe con recelo a todos—. Eloise dice haber estado una vez en Toxotrópolis y además escuchó una conversación. Parece haber una nueva modalidad de trabajo. Crean "accidentes" y en realidad son tratos. Por eso me da la impresión de que esto es contrabando.

Se vuelve a levantar y hace sonar sus dedos con algo de presión. Parece que hoy nadie aporta nada al grave asunto que tienen entre manos y eso hace que le nazca un instinto homicida. Los mira fulminante.

Toxicidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora