Sí, allí está otra vez esa sensación. Cuando amanece debo estar ya tan levantado como el sol. ¡Es casi imposible evitarlo! Mis ojos se abren de manera automática hacia el techo gris. El cuerpo lo pide. A pesar de esta naturalidad, el amanecer de hoy no es común. Este me indica que mañana seré verdaderamente golpeado hasta volver a ver y sentir la sangre, temiendo de no ver a mi hermana otra vez, tal y como sucedió con mis padres. No le temo al Infierno, sino que le temo a la longevidad del mismo.
Vaya pesadez la de las mañanas. Tomo con toda confianza este rectángulo plateado en mis manos, el que guarda mi espada. Lo oculto en mi bolsillo para salir a curiosear entre las novedades del día, aunque nadie luce diferente a simple vista. Me doy una pasada por la biblioteca de Central Luana, donde estuve largos ratos intentando saber aún más que mi propio padre frente a estos libros. Ellos pueden tener recolectada mucha información sobre la humanidad antigua, pero ellos no tienen el diario de Michael Frobisher. Lo descubrí en una vieja almohada de mi padre, el que lo atesoraba y leía cada noche. Yo en cambio, suelo leerlo un día antes del viaje al Infierno. Me remonto al último capítulo, un día antes de su muerte. Con sus hojas amarillentas y su portada de foca sonriente, reconozco siempre su letra elegante y hermosa.
"Se han cumplido entonces los ciclos solares estipulados. Tanto tiempo siendo el supremo de Luana, como me llama él, y ahora sólo quiero abandonar esto. Estoy sangrando, para nada en un sentido poético, sino el más doloroso. Duele el tan sólo escribir, aunque han pasado tres días ya. Es increíble recordarme matando rusos con una escopeta y ahora aquí, peleando contra la naturaleza sabrá qué tipo de ser sea. Sí, llegó nuestra hora de pagar a aquel que se hace llama observador del universo.
Miro en retrospectiva con curiosidad. Recuerdo a Luana. A su madre, a mi madre, a mi padre. Pienso entonces en Malorie, en mis hijos e hijas, en Muller, en mí. Me siento pequeño en un gran sistema indetenible.
Sucedió que frente al bosque, se situaron carros sin ruedas a la espera de cincuenta personas, tal y como él lo pidió. Nos fuimos entonces, llenos de incertidumbre y miedo. Allí nos llevaron a una especie de descampado donde se escuchó un grito que clamaba un ataque. Ellos aparecieron y nuestras armas lucían insignificantes. Miré a..."
Cerré el cuaderno. Entendí que ya había memorizado cada una de las frases de tanto leerlas. Imagino su voz, sus dedos adoloridos escribiendo sobre las fieles hojas amarillas. En la escuela se nos repetía con frecuencia este capítulo de la historia, trágico con el regreso de sólo diez de los cincuenta, pero nadie tiene la perspectiva del hombre líder. Respiré hondo. Volví a ocultar el cuaderno bajo mi colchón, siendo estrictamente cuidadoso al hacerlo. Tengo claramente la vida de este hombre plasmada en la cabeza, a veces creyendo que rayo en la obsesión. Él era mucho mayor que yo, mas creo identificarme en demasiados puntos de su vida y sufro pensándolo. Sus amores, fracasos, glorias y desdichas. Nunca mejor dicho que ese primer supremo de la historia es uno de los más grandes líderes, no como Allen.
Bajé al jardín, donde otra vez sentí esos escalofríos del día anterior al Infierno. Todos los miembros del Antídoto chocando sus armas a modo de entrenamiento, sudorosos y decididos a restarnos Infiernos en la lista. Camino lentamente, apretando los labios y saludando con una mano libre y la otra en el bolsillo. Quedé junto a un holgazán, bien tendido en la hierba.
—Duro entrenamiento. Se te ve agotado y sin una gota de sudor en los cabellos —dirigí a Christian, el de largos cabellos, con los ojos entrecerrados.
—Soy un hombre con una identidad nacional bien definida —sonrió mientras se frotaba los ojos—. Lo bueno, si entiendes el sarcasmo de ese "bueno", es que el Antídoto está siempre en la lista para el Infierno.
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Toxicidad
Science FictionLuana son los restos de toda la humanidad tras la peor de las crisis. Los errores de los humanos serán pagados. Un místico ser poderoso concede la vida y la muerte. Como único juez, ha impuesto el Infierno, centro de batallas y tratos. Nev Muller es...