Diario de Muller - Continuación

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El Antídoto. Es una de las pocas cosas en la vida con las que me sentí orgulloso. Podía estar orgulloso de Luana y de mis hijos, pero por primera vez se trató de algo que fue enteramente mío, mi invento, de mi cabeza. Mamá estaría feliz de verme dirigiendo algo tan ambicioso, de eso estoy seguro.

Todo comenzó con pequeños experimentos. Colocaba carnadas en lugares específicos para que unas pocas bestias se acercaran, los atrapábamos, los matábamos y examinábamos sus cuerpos. Eso fue algo revolucionario y polémico. Nadie nunca se había interesado por los cuerpos de las bestias y me pregunto por qué. De repente yo era una especie de pionero, y sí, nótese que mi ego se elevó un poco. Gracias a eso un compañero pudo diseñar medicinas en contra del veneno. De alguna u otra forma, salvé algunas vidas.

No sólo tuvo fines médicos, sino también bélicos. Me obsesioné con la forma de sus garras. Imaginaba que yo diseñaba garras metálicas y se las enterraba en la carne para que sintieran exactamente lo mismo. El gran problema era algo llamado pre-su-pues-to. Me gasté todo mi dinero por dedicarme a ello y prácticamente dejé a mis hijos en una situación algo delicada. Penoso. Pero aún más penoso fue el segundo supremo de nuestra Luana. Ese desgraciado nunca debió ocupar ese lugar y se evidenció luego de sacar a la luz algunos actos de corrupción. Sí, los humanos nunca cambiamos.

Fue difícil encontrar quién apoyara el proyecto. Constantemente nos acusaron de estar manipulando a las bestias para generar el terror. Por eso hubo que diversificarse y no sólo quedarnos en un aspecto científico, sino desarrollar un ejercito capacitado para luchar contras las bestias basándonos en nuestros hallazgos con los cuerpos. De allí en más la industria de las armas de fuego cayó en banca rota al creerlas poco efectivas contra las bestias. Además, pasó lo mismo de siempre, una loca que usó un arma para matar a su esposo por infiel. Adiós a las armas de fuego, hola al desarrollo de nuevas tecnologías inteligentes.

No fue sino hasta que por fin, luego de una temporada en el limbo, llegó el tercer supremo. Él apoyó al Antídoto públicamente. Comenzamos a experimentar con los Infiernos que cada vez se hacían más comunes. Probando armas, trajes, medicinas, estrategias. Yo que jamás me había sentido apasionado por los estudios ni nada de eso me vi inmerso. 

El problema es que envejecía, hasta ahora que escribo estas letras. No soy tan viejo, pero ciertamente mi cuerpo dejó de ser el mismo. Mi mente ya no era joven y las nuevas generaciones devoraban las cosas con mucha más rapidez que yo. Esa nueva generación desarrolló una especie de computadora enorme que cambió el sistema, digitalizando a toda Luana y transformando el movimiento normal. Le llamaron Centro de Poder e hicieron que funcionara con luz solar. ¡Eran unos genios! Organizaron como nunca nadie lo había hecho a una ciudad. Intenté no quedarme atrás, pero era difícil, quizás ya había dado demasiado y era hora de dejarle eso al futuro.

El gobierno del tercer supremo designó al Antídoto como un sistema de protección e investigación contra las bestias y al servicio de los ciudadanos en el Infierno. Ese día conocí la felicidades con otra cara. Para entonces Kayla no entendía de qué se trataba mi trabajo y le decía a los niños que yo no tenía interés en ellos. No era cuestión de tener o  no tener, sino de cantidad. El Antídoto tenía prioridad. La única que me siguió en mi locura al inicio fue mi hija mayor y luego eso se convirtió en el Estado, reconociéndome como fundador, admirando nuestras labores, las labores de una generación que yo creé para los ciudadanos, tal y como Mich lo decía.

Puedo presumir de haber obtenido la estabilidad deseada por todos sin que eso me haga sentir un patán. ¡Es la verdad! El asunto iba bien, estábamos bien, hasta que de la nada hubo un fenómeno que jamás me esperé. Nació el primer mestizo de la historia. Nosotros podíamos considerar animales a las bestias, pero por mis exhaustivos estudios sabía que ellos eran como nosotros, sólo que con diferencias genéticas a las que aún no les encuentro respuesta. Sí, era posible que procrearan con nosotros. Eso generó pánico. Se especuló con matar al bebé, aunque un famoso psicólogo postuló una teoría que establecía que si los alimentábamos sólo con frutas, quizás nunca desarrollarían apetito por la carne humana.

Dicho fenómeno se volvió frecuente. Las humanas se enamoraban de las bestias y viceversa. Extraño, al menos yo son incapaz de comprenderlo, pero ciertamente esas criaturas con ojos distintos tenía al menos una mitad humana que debimos reconocer. Y así más dudas, más miedos, más prejuicios. Cambios en la ley, en la mentalidad, en todo. 

Aunque nos quejáramos de las cosas, aprendimos a tomarlas con humor y eso significó que nos acostumbramos. Ya sabíamos esperar el Infierno, ya hasta cancelábamos planes si sabíamos que estábamos enlistados. Fue cómodo, fue prudente, fue así hasta que él apareció de nuevo.

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