Capítulo 25 - Cuerdas alrededor

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—¡Tiene que haber un error! —insiste en gritar el muchacho, al borde del desespero.

El infernal enviado por el observador del universo se preguntaba si estaba hablando en idioma diferente, cosa que provocaría que no le entendieran, pero sí que estaba hablando en el idioma común. Lo usual es que él se presente indicando la fecha del encuentro y los reclutados, cuestión de dos minutos hablando y se retira. Jamás lo habían retenido por más de diez minutos. ¿La razón? El jefe del Antídoto se negaba a creer que sólo había pedido un total de veinte individuos, diez bestias y diez humanos. Fue tal el escándalo que hasta las bestias comenzaron a asomarse y una de ellas fue Lau, al otro lado del río, escuchando muy recto la conversación del patio ajeno. Los guardias del Bosque Gélido no entienden por qué Nev arma tanto escándalo por algo como eso. Para ellos, mientras menos personas estén reclutadas para un Infierno, muchísimo mejor. Diez era una cifra sin precedente. ¿Por qué le generaba tantísima molestia entonces?

—Ya no sé de qué manera expresarlo —desesperó repentinamente el infernal, con sus típicas franjas verdes en sus brazos, lo único que lo diferencia de un humano—. Se lo he dicho en repetidas ocasiones. Son diez, pidió diez, diez como mis dedos —estiró sus manos en un último intento.

—Insisto en que debe haber algún error. Tal vez escuchaste mal. Él siempre pide una media de cien a doscientos, es totalmente irregular. Sugiero que te devuelvas y rectifiques —continuó férreo el muchacho. El infernal blanquea los ojos.

—Jefe, pero, ¿cuál es el problema? —se atreve a romper el silencio un guardia—. ¡Son muchísimos menos muertos! Además, usted no tiene que pelear por una vez en su vida. Deberíamos estar celebrando esto.

—Estoy convencido de que son diez —cerró por fin el infernal.

Todos los guardias asienten. Nev apenas acaba de caer en cuenta que se está delatando ante los guardias. Pensar que lo van a malinterpretar le molesta. ¿Qué fue lo que pasó? Se atrevió a pedir un Infierno al máximo jefe y regresó vivo. ¿Ahora qué significa esto de pedir diez personas nada más? ¿Era un chiste? ¿Y qué fue ese espontáneo viaje al pasado? Rabia, la rabia se apodera de él con rapidez. Levanta la mirada. Frente a él el que consideró su enemigo, Lau, con los brazos cruzados en el pecho y una mirada penetrante.

—¡Eso es muy poco! —grita desde el otro lado del río la bestia—. ¡Las bestias tenemos hambre y eso no es nada!

—¡Cállate! —devolvió el grito Nev—. Esta conversación no te incluye. ¿Y qué clase de dinámica pretende ejecutar? —rueda los ojos al infernal otra vez.

—No lo sé. No pretendo perder más tiempo aquí. Son diez y se acabó. A menos claro, que alguno de ustedes decida acompañarme si es que tienen alguna queja, ¿eh? —mira a Nev y a Lau—. ¿No? Pues me retiro. Se les espera mañana a la misma hora.

Claro, absolutamente nadie tendría el valor para reclamarle nada, ya sería demasiada osadía. El infernal decide iniciar su camino de regreso al norte. A Nev le está molestando la mirada de Lau. Es una clara advertencia de que está descontento y que si no lo soluciona, va a bajar las defensas de Luana. El chantaje ya estaba en su punto límite.

—¿Qué te pasa, Muller? ¿Acaso tengo que secuestrarte una segunda vez para que se te quite esa mirada arrogante? ¡Me estás molestando! —grita más fuerte para que todos les escuchen. Las bestias a su alrededor sueltan fuertes risotadas.

El muchacho se pierde entre los gruesos árboles del falso Bosque Gélido. ¿Qué otra cosa podría hacer de aquí en más?

***

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