Capítulo 16 | Al otro lado del mar

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AO'NUNG

—Hasta que te dignas en aparecer.

Ao'nung torció los ojos. Había regresado luego de todo un día fuera y su madre volvía a ser tan malditamente odiosa.

—Estuvimos preocupados, no debiste haber salido así. Debes pensar en las consecuencias de tus acciones, jovencito.

Volvía otra vez. Volvía a ser asfixiante.

—¿Cuándo dejarás de ser así, madre?—fue lo que salió de su boca mientras la observaba directamente desde su posición. Estaba harto, drenado y con un vacío en su pecho.

La reacción de ella fue inesperada, y no solo porque las palabras de Ao'nung también lo habían sido. Sino porque ella no había podido ver las cosas por lo que eran en realidad hasta ese preciso instante. Su hijo estaba pendiendo de un hilo casi imaginario, envuelto en un aura sofocante y oscura. Su rostro se veía muy cansado y su cuerpo se mantenía de pie como si se balanceara.

—Estoy cansado...

El rostro de ella se relajó de forma muy notoria.

—¿Por qué dices eso?—le costó demasiado, pero al final Ronal lo hizo, quiso indagar y no solo demandar.

Ao'nung la miró, pero no dijo nada más al respecto, solo pudo encogerse de hombros.

—Ao'nung, ¿qué sucede?—su voz era más suave y baja, como si tanteara un terreno desconocido—Puedes decirme...

La mirada que recibió de su hijo fue lo único que bastó para entender que no era así. Supo en ese instante que Ao'nung no podía, no, más bien no sentía la seguridad de hablar con ella. Y, al igual que aquel joven, se desinfló en su lugar derrotada sin saber cómo proceder.

Ya era tarde, el Alfa Centauri estaba dando los últimos rayos de luz del día y su hijo le observaba deshecho. Suspiró en su lugar y miró a Ao'nung por un par de segundos más, segundos en los que su hijo no dijo ni hizo nada más que existir.

Y se rindió completamente.

—Le diré a tu padre que lo deje para mañana. Te daremos tu espacio por esta noche ¿sí?—había abandonado su posición al cabo que caminaba hacia el espacio que compartía con su esposo, cruzada de brazos y con cabeza gacha.

Él solo asintió siguiendo su recorrido con la mirada hasta ver cómo se perdía tras unas cortinas decoradas con lianas y conchas. Y allí se desplomó en el suelo. Con ambos brazos abrazó sus piernas contra su pecho. Era casi un adulto, pero se sentía como un niño pequeño, débil y asustado.

Sintió unos brazos que le rodeaban un par de segundos más tarde. No alzó la mirada, pues podría reconocer esa calidez donde fuera. No se necesitaron palabras para entenderse. El silencio del lugar, acompañado de sus corazones palpitantes, fue suficiente para reconfortarse mutuamente. Su hermana era buena en ello, desde que ambos eran apenas unos niños mocosos divirtiéndose por la aldea. Sabía qué hacer o decir en el momento justo, era la mejor de todos ante los ojos del Metkayina.

Estuvieron allí un largo rato, Ao'nung hecho mierda y Tsireya junto a él para no dejarlo sólo.

La noche se hizo presente, él había estado llorando en silencio mientras que su hermana le acariciaba la espalda despacio. Era hora de descansar, debía salir de esa burbuja extraña que se había creado en torno a ellos y lo que él estaba sintiendo. Un suspiro sonoro llenó el espacio del marui donde yacían, uno que había salido por parte del varón. Este se había desconectado de su miseria para mirar a su costado en busca de su hermana. Ella le devolvió la mirada sonriente, llena de empatía.

Poco Tolerable [AonuNete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora