Capítulo 29 | Permitirse sentir

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AO'NUNG

Esto debía ser una broma de mal gusto. Su padre no estaba muerto, y su mejor amigo aún seguía aquí. No, no, no. ¿Por qué estaban muertos? ¿Por qué, Gran Madre?

El Metkayina había sufrido daños graves durante la guerra, le dolía muchísimo el costado. Los doctores humanos relacionados con los Omatikayas hacían lo mejor que podían para ayudar a todos los heridos. Por esto Ao'nung yacía en una de las superficies de la sala de trabajo de la Tsahik, con una venda rodeando su torso por completo. Incluso respirar era una tarea dolorosa.

Despertó dos días después de los acontecimientos debido a la pérdida de sangre. Dos días después de que Rotxo y Tonowari, junto a otros Metkayinas, perdieran la vida. La información le tomó totalmente desprevenido, su cerebro siendo incapaz de procesar los acontecimientos irremediables que desvalancearon a toda Awa'atlu. Había comenzado a estresarse muchísimo, no podía llorar a los muertos tranquilo, la presión del cargo atormentándolo, los Metkayinas buscando dirección y Ronal no siendo suficiente como para mantener el orden y la calma que alguna vez residía en la isla. Se sostuvo el pecho de sólo pensar en el cargo, su respiración había comenzado a acelerarse como nunca antes mientras su corazón latía muy rápido.

El cuarto parecía encogerse a su alrededor, las paredes acercándose lentamente, sofocándolo. Intentó concentrarse en su respiración, pero cada inhalación se sentía como un esfuerzo monumental. Sus manos temblaban ligeramente, y un sudor frío comenzó a cubrir su frente. Los sonidos a su alrededor se volvieron distantes, como si estuviera bajo el agua, y una sensación de irrealidad lo envolvió. La presión en su pecho aumentaba, y cada latido de su corazón resonaba en sus oídos como un tambor ensordecedor. Tenía miedo de todo: las expectativas, el no estar a la altura, su futuro predilecto, la ausencia de su líder y padre, su mejor amigo...

No supo cuánto llevaba allí en ese estado, para él había sido casi eterno y tortuoso, mas alguien se había acercado para intentar calmarlo. No reconocía la voz, quizás porque estaba demasiado lejos de esa realidad, pero aún así la siguió hasta volver en sí mismo. Las direcciones calmadas de aquel hombre le habían dado la capacidad de tomar el control sobre su propio estado. Cuando enfocó la vista vio a quien reconocía como aliado de Toruk Makto, el Dr. Norm, quien había estado cuidándolo estos últimos días o eso había escuchado.

—Todo va a estar bien, esta herida va a sanar pronto—la mirada que Ao'nung le dedicó hizo que el doctor se inclinara un poco más hacia él y con voz seria añadiera—No te estreses más de lo necesario, eso afectará tu curación.

No dijo nada en respuesta. Su mente viajaba a mil por segundo, ofuscado en todo lo que sucedía y en lo poco que había podido hacer.

—Lamento que no hayas podido asistir a la ceremonia sagrada... Pero ya todos están con Eywa, incluso el Olo'eyktan—la voz de Norm perdía volumen a medida que seguía declarando los hechos.

El pecho de Ao'nung se oprimió dolorosamente. Ya había vivido la ceremonia cuando Neteyam había muerto... el vacío haciéndose tangible una vez más. Los Metkayinas que habían perdido la vida por tan magnífica causa no habían recibido el debido respeto de su parte. No había presenciado el ritual ceremonial, ¿cómo podría siquiera pensar que en Awa'atlu lo querrían como líder? Su mente comenzaba a hacer de las suyas otra vez, odiaba cuando esto sucedía; sin embargo, una vez iniciaba, le era difícil detenerlo.

Suspiró, estaba envuelto en sus pensamientos, tanto así que no se percató de que el Dr. Norm se había marchado.

Estaba solo una vez más en el Marui, solo con su mente nefasta que osaba derrumbarlo una y otra vez sin pena hasta que se creyera que no servía para nada. Hasta que supiera que nada de lo que pudiera hacer sería suficiente, que nunca podría dejar de sentir ese vacío que le consumía desde la primera vez que experimentó la muerte. Desde aquel día donde estaba junto a Kelaq en la isla pequeña y vio cómo asesinaban, destruían y maltrataban la aldea. Las decisiones que había tomado, las palabras que había dicho creyéndose la mentira de que estaba listo para ser Olo'eyktan por el simple hecho de que Kelaq lo había ayudado con los ritos y tenía un Tsurak para respaldarlo. Todo eso había sido inútil al final, no estaba hecho para soportar tanta desgracia. Toda esta carga física y emocional era sofocante, su pecho le dolía y su cabeza se sentía casi explotar.

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⏰ Última actualización: Aug 18 ⏰

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