Capítulo 23 | Deberás perder

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NETEYAM

Se sentía en paz, cómo si flotara en su sitio de manera constante. Era la mejor sensación del mundo: la mente en blanco y despreocupada, los músculos relajados y descansando, su pecho liviano y calientito. Cómo si estuviera en un limbo inasequible y bruto que le hacía sentir bien pese a lo que lo llevó allí.

Muy en el fondo, bajo tan escasos sentimientos negativos, supo que debía ser obra de Eywa, estaba claro. Todo era místico y perfecto, un espacio en blanco con luces que armonizaban entre sí mientras el circuito del viento rodeaba su cuerpo con delicadeza. Cómo si las mismísimas manos de Eywa estuvieran delineando su contorno con el cariño y paciencia de una madre. Era un ambiente sumido en la paz absoluta, sin preocupaciones ni dolores, solo aire fluyendo. Se sentía cómo un sueño precioso.

Delante de él destelló una luz radiante que le obligó a cerrar los ojos al instante. Ahora su piel se sentía rejuvenecida de cierta forma. Abrió los ojos de a poco, la luz aún allí delante, sintiendo una presencia que no podía enfocar por tan intensa claridad. No se atrevió a hablar, cómo si supiera su lugar en aquella extraña zona. Transcurrieron apenas un par de segundos cuando escuchó una voz tan preciosa y dulce que pensó no ser merecedor de presenciar. Para él ininteligible, saturada de una gracia y presencia mayor a la suya por mucho.

Estaba delante de La Gran Madre, aquel ser supremo que cuidaba a todos en Pandora, quien los acompañaba en cada paso de sus vidas. ¿Pero por qué estaba delante suyo? ¿Había hecho algún mal?

Entonces allí recordó, y aunque Eywa estuviese presente ni siquiera pudo calmarlo. La paz se había extinguido en su totalidad, su cuerpo comenzó a doler a la altura del pecho y cuando posicionó una de sus manos allí pudo sentir la sangre que caía. Los disparos, las muertes, la guerra... todo había acabado en su muerte, había muerto bajo la mano de aquel soldado humano frustrado convertido en navi.

Con ambas manos intentó tapar el agujero de su pecho, la desesperación alcanzándolo por completo. Estaba cegado, solo podía imaginar su estado, no sabía cómo lucía su propio cuerpo bajo aquella fuerte e intensa luz. Incluso olvidó su puesto, donde estaba. Eywa seguía hablando—quizás al aire, quizá a él—con aquella voz tan angelical, pero fuerte, mística y calmante, cómo el susurro de la brisa en la cima de una montaña, trascendental y poderosa a la vez.

Comenzó a gritar en su lugar, la desesperación alcanzando niveles que nunca pensó. Su cuerpo ardía, pero estaba todo en su cabeza, estaba creándolo porque lo creía cierto.

Una brisa intensa se lo llevó todo de golpe cómo si nada, sintió cómo si cayera sobre roca y tuvo que ponerse de pie mientras inspiraba profundamente y dejaba el aire salir de igual forma. Fue un golpe frío que lo dejó en blanco una vez más. Esta vez prestaba mayor atención a la prominente mística presencia. Aún no la comprendía, pero sabía que se dirigía a él, no había nadie más allí y sus acciones indicaban que exigía que reconociera su presencia.

Abrió los ojos y miró a través de la abrumante claridad y no pudo ver nada. Quedó ciego allí, esta vez las palabras del ser un poco más comprensibles.

—Ⲧⳙ ⳏⲅⲉ⳽ⲉⲛⲥⳕⲁ, ⲧⳙ ⲥⳙⲉⲅⳏⲟ, ⲧⳙ ⲉ⳽ⳏⳕⲅⳕⲧⳙ. Ⲧⲟ𝖽ⲟ ⲙⲉ ⳏⲉⲅⲧⲉⲛⲉⲥⲉ, ⳏⲉⲅⲟ ⲉ⳽ ⲁ ⲧⳕ ⲁ ⲫⳙⳕⲉⲛ ⲏⲉ 𝖽ⲉ ⳏⲅⲉⳋⳙⲛⲧⲁⲅ ⳽ⳕ 𝖽ⲉ⳽ⲉⲁ⳽ 𝖽ⲉ⳽ⲥⲁⲛ⳽ⲁⲅ ⲁⲛⲧⲉ⳽ 𝖽ⲉ ⲅⲉⳋⲅⲉ⳽ⲁⲅ.

Parpadeó cómo reflejo, pero en realidad estaba ciego.

—¿Des...cansar?—tardó en hablar, su voz temblorosa ante la presencia tan imponente que suponía la Gran Madre de Pandora.

Poco Tolerable [AonuNete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora