CAPÍTULO 1

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PALABRAS QUE MARCAN

ADELINE

A veces, nuestra mente y nuestro corazón están en paz sin que seamos conscientes. Hasta que el tiempo pasa y todo cambia. La felicidad se esfuma, y el dolor lo abarca todo. Ahí es cuando caemos en cuenta de que fuimos felices y no lo sabíamos. Así que, sin saberlo, estaba viviendo mis últimos momentos de paz antes de que la puerta fuera tocada.

–No me dijiste que vendrías–comento con una sonrisa mientras dejo pasar a Scarlett, quien viene con una mochila.

–Quería darte una sorpresa.

Somos amigas desde la primaria. La adoro.

–Y tenía ganas de ver una película. Traigo comida.

Luego de subir a mi habitación, coloca una película que observamos en silencio hasta que ella habla.

–Era obvio que no le quedaría esta demasiado gorda.

En la escena que estábamos viendo, la protagonista se estaba probando un vestido y no le quedaba. Debido a esto, decide no asistir a la fiesta que se realizaría esa noche.

–Me recuerda a ti–me dice.

–¿A mí?–pregunto a la vez que me vuelvo hacia aquellos ojos negros.

–Ade, necesitas bajar de peso. No eres lo suficientemente delgada.

Mi pulso se acelera al mismo tiempo que el malestar llega.

Mi peso nunca había sido algo relevante en mi vida.

Pero... ¿Y si Scarlett tenía razón? ¿Y si en verdad necesitaba bajar de peso?

–Soy tu amiga. Solo quiero que te veas bien.

–Y según tú, no me veo bien.

–Con ese peso no.

No decimos nada más. Continuamos viendo la película, pero yo ya no le presto atención porque no puedo dejar de pensar en sus palabras.

Cuando todo termina, la acompaño hasta la salida.

–La pasé muy bien.

–Yo también–le digo, forzando una sonrisa.

No era cierto. Sus comentarios me habían dolido y me habían impedido prestarle atención a cualquier otra cosa.

Cuando vuelvo a mi habitación, camino hasta el espejo y me quito la camiseta, quedando con un sostén violeta. Mientras me observo, las palabras de Scarlett se repiten en mi cabeza.

Tiene razón, no soy lo suficientemente delgada.

Debo bajar de peso.

Con la idea en mente, tomo el celular y elijo un video de seis minutos. Me acuesto en la cama para comenzar la rutina. A medida que los minutos avanzan, experimento cansancio, pero me visualizo con varios kilos menos, lo que me impulsa a seguir. Al terminar, decido hacer ese video diariamente.

Al día siguiente con mi madre emprendemos viaje hacia la mansión en la que vive su nuevo marido. Esto no es algo que me moleste ya que solo quiero que sea feliz.

–Llegamos–avisa mientras estaciona en una casa que vale una cantidad de dinero que nunca tendré.

–¿Lo elegiste por que te hacia sentir mariposas o por su billetera?

–¡Ade!

–No me quejo de mi antigua vida pero te aseguro que disfrutare más de esta–le hago saber al tiempo que me bajo del auto.

En el ojo de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora