CAPÍTULO 10

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VIDRIO ROTO

KENNETH

En cuanto me bajo del ring, un puño impacta en mi mejilla.

–Eres un hijo de puta–me dice Derek con molestia mientras lidio con el dolor que me causó el golpe.

–¿Qué mierda te pasa?

Me muestra la pantalla de su celular donde aparece el video donde tengo sexo con su hermana.

Adeline.

No puedo creer que lo haya mandado, pero bueno, eso me pasa por dejar mi computadora sin contraseña.

–Te dije que no te metieras con ella.

–No significó nada.

–¡Pero para ella sí!

–No es mi problema.

Comienzo a caminar hacia mi auto, pero él hace que me dé vuelta para golpearme de nuevo.

–No voy a aguantar un golpe más, Derek–le advierto.

–No vuelvas a hablarme.

Lo apreciaba, pero se podía ir a la mierda si así lo quería.

En cuanto llego a casa, ingreso a su habitación para encontrarla con el celular. Por lo que la tomo del cuello para estamparla con fuerza contra la pared.

–Ay, ¿qué te pasó?–pregunta divertida al ver mi rostro.

Presiono con fuerza quitándole el aire.

–Disculpate o te mueres en este momento–le digo ocasionando que me escupa.

–Prefiero...morirme–logra decir.

La suelto con brusquedad para después limpiarme mientras ella se recupera.

–Te arrepentirás.

–No te tengo miedo, idiota–dice acercándose a mí–Pero recuerda que si me la haces, te la devolveré peor.

Noches más tarde ingreso a un club cualquiera con el propósito de olvidar todo lo que me atormenta constantemente. Esta decisión me lleva a beber una copa tras la barra sin esperar que las luces se apaguen para que solo queden las del escenario.

–Mi parte favorita de la noche–comenta el trabajador.

Una canción comienza unos segundos antes de que una mujer salga portando un sostén, bragas y tacones de color negro, y todo va bien hasta que noto de quién se trata.

Adeline.

La sorpresa se va en cuanto me concentro en ese cuerpo que me la pone dura y todo empeora cuando comienza a bailar de una manera que no me deja apartar la mirada.

Estaba perdido en su seguridad, sus movimientos, su belleza. Estaba perdido en lo que Adeline me provocaba.

Y cuando todo termina, la molestia llega porque caigo en cuenta de que no puedo estar sintiendo deseo por la persona que odio.

–¿Qué haces aquí?–pregunta con molestia.

Debo haber estado dándole vueltas por mucho tiempo porque ella está frente a mí con un vestido corto.

–Venía a distraerme.

–Seguro viniste a buscar pruebas.

–Acordamos que ninguno abriría la boca.

En ese momento, mis ojos vagan por un cuerpo que antes no había notado, pero no dura mucho porque me regaño por el acto.

–Debo irme.

ADELINE

Muchas veces caminamos con la vista en un futuro sin observar lo que rodea al mismo y esto se debe a que nos encontramos tan inmersos en lo que deseamos que olvidamos que existe más que ese todo.

En este instante, la empleada depositaba un plato frente a mí sin saber que a mí me alcanzaría un pensamiento que nunca esperé tener.

¿Y si comienzo a comer la mitad del almuerzo?

Esta pregunta surge debido a su resultado, ya que si comía menos, bajaría de peso más rápido. Pero esto no es tan sencillo, porque el querer se enfrenta al deseo de comer. Esta lucha interna no se detiene a pesar de que sé quién es el ganador.

Aparto el plato cuando solo queda la mitad de la comida.

Una parte de mí se sentía emocionada porque desde ahora comería solo la mitad del almuerzo, pero a la otra parte de mí no le gustaba el comer menos.

–¿No vas a comer más?–me pregunta mamá.

–Me llené.

En el ojo de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora