CAPÍTULO 3

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EL CHICO QUE CONOCÍ EN EL CLUB

ADELINE

En cuanto el animal accede a la habitación de Kenneth, sé que disfrutaré de lo siguiente.

–¡¿Por qué dejaste entrar a este mugroso?!

Está más limpio que él.

–¿Y ahora?–pregunto al tiempo que abro la puerta para verlo de pie.

–¡Se orinó en mi cama!–exclama haciendo que dirija mi vista hacia dicho sitio.

–No le caes bien ni a los perros.

El animal se me acerca, así que rasco su cabeza con cariño.

–¿Por qué lo dejaste entrar?

–Estaba tristemente abandonado.

–¿Y?–pregunta sin entender–Hay muchos perros que están abandonados, y no por eso los vas a dejar ingresar a la casa.

–Se va a quedar.

Abre mucho los ojos, provocandome una sonrisa.

Después de eso, los días siguieron pasando al igual que mi decisión anterior, la cual había quedado en el olvido para ser reemplazada por la firmeza de que comenzaría a hacer dos videos de seis minutos. Y esto no fue lo único que cambió, porque con Sammy habíamos optado por pasar algunas noches bailando en un club.

En esta ocasión debíamos llevar una ropa interior que apenas cubría nuestros pezones, pero que en mi caso era de un hermoso color plateado. Dichas prendas eran acompañadas por unos tacones a juego.

–¿Están listas?–nos pregunta una mujer desde la puerta, a lo que todas asentimos.

Cuando es el turno de que pase con Sammy, las únicas luces que se mantienen encendidas son las del escenario, ya que el resto se pierde en la oscuridad. En el momento en que la música comienza a sonar, caminamos con seguridad y sensualidad hasta nuestro punto. Luego de esto, comenzamos con los movimientos que habíamos practicado, ganándonos aplausos y obscenidades de la mayoría de los hombres, cosas que disfruto con mayor intensidad en el instante en que la música se acaba, llevándonos a abandonar el escenario.

Sammy suelta un chillido de emoción.

–¡Fue genial!

–Creo que lo hicimos bien.

–¿Crees?–pregunta una de las chicas que baila–Lo hicieron espectacular.

Después de cambiarnos, nos sentamos detrás de la barra para tomar unas copas, sin esperar que un chico carraspee para llamar mi atención.

–Lo... lo hiciste muy... muy bien–tartamudea quien tiene pelo y ojos de color negro.

–Gracias–le digo con una sonrisa–Es la primera vez que bailo en un lugar por dinero.

–No parece.

Lo miro con curiosidad.

–No luces como alguien que frecuente este tipo de sitios.

–¿Lo dices por las gafas y el tartamudeo?

–Aja.

–Un amigo me invitó, pero no pensé que vería a mujeres bailando.

–¿Y tu amigo?

–Me plantó, por lo que iba a irme–comienza a explicar–Pero entonces apareciste, y no pude dejar de mirarte.

Le brindo una sonrisa de agradecimiento antes de echarle un vistazo a Sammy, quien habla con un hombre.

–¿Quieres que vayamos a algún lugar?–le pregunto.

Me apetecía pasar tiempo con él, ya sea teniendo sexo o conversando.

–¿Quieres ir a algún lugar conmigo?–pregunta sin poder creerlo, ocasionando que suelte una risa.

–Sí, ¿Quieres o no?

–Sería un idiota si me negara.

Me vuelvo hacia la chica que se haya a mi lado.

–Me voy.

Ve con una sonrisa al chico que luce demasiado nervioso.

–Se ve tierno.

Le echo una mirada al suyo.

–Y el tuyo, viejo.

–¿Qué puedo decirte?–pregunta divertida–Me excita hacerlo con alguien mayor.

Cuando salimos, la brisa de la noche nos golpea, por lo que él se saca su chaqueta para entregármela.

–Gracias.

En el momento en que ingresamos a su auto, lo miro.

–¿Quieres hablar o tener sexo?

Se queda en silencio, a la vez que sus mejillas se vuelven rojas.

–Tener se...sexo–responde, para después apartar la mirada.

Minutos más tarde, accedemos a su departamento, por lo que yo me saco el vestido, quedando en ropa interior, causando que él trague saliva.

–Estás demasiado tenso–le hago saber mientras paso mis manos por su abdomen hasta llegar a los hombros.

–Es que no puedo creer que mi primera vez vaya a ser con una mujer como tú.

Eso me sorprende, no pensé que yo iba a ser la primera.

–¿Estás seguro?

Asiente para después posar sus labios sobre los míos de una manera tan suave y dulce que me hace sentir pequeña. Gracias a esto, le sigo el ritmo a la vez que nos deshacemos de la ropa, hasta que terminamos acostados en el sillón.

–Debo irme–le informo, mientras me levanto, sin esperar que me tome de la mano para atraerme a su pecho.

–Por favor, quédate–me pide–No es necesario que lo repitamos; me conformo con solo hablar si eso significa pasar más tiempo contigo.

Acaricio su mejilla con delicadeza.

–Está bien.

–¿Cómo te llamas?

–Me da gracia que nos acordemos ahora de que tenemos nombres–comento divertida–Soy Adeline. ¿Y tú?

Pero antes de que pueda responderme, la puerta es tocada con insistencia.

–¡Jaxon!–exclama alguien entre su llanto–¡Ya no soporto tu lejanía!

Nos miramos sin decir nada.

–¡Jaxon! ¡¿Estás con otra?!

En cuanto esa pregunta es finalizada, la mujer comienza a empujar continuamente la puerta para abrirla.

En el ojo de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora