CAPÍTULO 22

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AL OTRO LADO DE LA PUERTA

KENNETH

En cuanto ingresa a mi habitación yo recorro su cuerpo causando que se me ponga dura.

–¿Problemas ahí abajo?

–¿Quieres solucionarlos?

Se acerca a la cama para luego sentarse a horcajadas de mi con decisión.

–¿Tu quieres que lo haga?

–Si, quiero que me la chupes.

Me desabrocha el pantalón para después sacar un pene que acaricia de arriba abajo arrancandome un suspiro.

–Están en el piso de abajo–le recuerdo a la vez que baja su cabeza para lamer mi glande pero no le importa porque procede a introducir su boca en mi pene provocando que suelte un gruñido.

Me encantaba que me complaciera de esta manera, me encantaba porque a mi me encantaba ella.

–Más rapido–le ordeno sin acabar con el contacto–Hasta que me venga en tu linda boquita.

Y cuando eso ocurre ella traga todo dejando escapar un poco por su barbilla haciendome pensar en lo sexy que es. Debido a esto la atraigo hacia mi para lamer lo que cae para luego quitarnos la ropa con rapidez.

–Esta vez tú te acuestas–me ordena y yo no puedo hacer más que obedecer mientras veo como se pone de espaldas con una pierna a cada costado de mi.

¿Donde había estado toda mi vida?

¿Por que la conozco recién ahora?

Me introduce en ella para comenzar con el movimiento de sus caderas el cual le causa gemidos que trata de retener al tiempo que a mi recorre un placer que amo. Procedo a tocar lentamente sus hermosas tetas hasta que la puerta es tocada provocando que este movimiento termine.

–¡Kenneth!–me habla mi padre.

Adeline se detiene pero yo la obligo a seguir odiando que se  silencie por completo.

–¿Que?–logro decir.

–Voy a pasar–dice pero no lo logra porque ha puesto seguro.

–Me estoy cambiando.

–Te espero abajo–dice para después alejarse.

–Vuelve a gemir para mi–le ordeno.

Esa noche, al llegar al lugar de las peleas clandestinas, veo a Derek acercándose.

–¿Te arrepientes de haberte acostado con mi hermana?–es lo primero que pregunta.

–Sí, porque está loca.

–Si lo dices por lo del cuchillo...

–Sí, lo digo por eso.

–Te pido una disculpa.

–Mientras no se me acerque, estoy bien.

Suelta un suspiro.

–No le puedo decir a mis padres, no quiero que la alejen de mí.

Ya ni voy a gastar energías, que hagan lo que quieran.

–Entendí que no tenía nada de malo que te metieras con ella.

–Menos mal.

–Pero me lo tendrías que haber dicho.

–Ibas a reaccionar mal.

–Igual.

Le extiendo mi mano, pero él me atrae hacia sí para que nos abracemos.

–Te extrañé–me hace saber sin soltarme.

–No te pongas sentimental.

–Te tengo que decir algo–le digo cuando nos separamos–Me estoy acostando con Ade.

–¡¿Qué?!

–¿Vas a decir que está mal?

–No. Es solo que se odiaban.

–Las cosas cambiaron–le doy una mirada más seria–No le puedes decir a nadie.

–Tranquilo, no lo haré.

En el ojo de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora