UNA LLAMADA
KENNETH
Mi celular suena y me cuesta creer que es Adeline la que me está llamando.
–¿Qué?
–Pensé...–suelta un sollozo–Que le había marcado a Jaxon.
La preocupación me alcanza tan fuertemente que hasta mi corazón se encuentra acelerado.
–¿Qué te pasó?
–Me golpearon.
Mi respiración se corta a la vez que salgo con rapidez de la mansión.
–¿Dónde estás?
–En el club.
Conduzco a toda velocidad hasta donde se encuentra, ansío cortar la distancia que nos separa y cuando llego corro hacia el interior del lugar para hallarla sentada en el piso de un camerino.
–¿Por qué luces preocupado?–me pregunta con dificultad.
Algunas partes de su rostro están moradas, mientras que su abdomen está afectado, o eso parece por la manera en que se lo sostiene.
–¿Quién te hizo eso?–pregunto con los puños apretados.
–¿Para qué quieres saberlo?
–Dímelo.
–El chico que trabaja desde la barra.
En ese momento Sammy ingresa, deteniéndose en seco al ver a su amiga.
–¿Qué te pasó?–pregunta arrodillándose frente a ella.
–Un chico me golpeó porque no me quise acostar con él.
–Llévala al hospital–le ordeno dispuesto a salir.
–Kenneth no.
–¿Crees que voy a dejar que te hagan daño?
Mi pregunta nos sorprende a los dos, pero antes de que me detenga a analizarla, me dirijo hacia el chico que atiende como si no hubiese golpeado a nadie. Así que, con la furia consumiéndome, lo saco de la barra para luego estampar mi puño en su mejilla, provocando que caiga al piso.
–¿Estás loco?–me pregunta con dolor.
Me coloco a horcajadas para darle un golpe tras otro, sin poder quitarme de mi mente la imagen de Ade lastimada. Por lo que no les presto atención a la sangre que sale de él o al dolor que muestra porque lo único en lo que puedo pensar es en el daño que le causó. Debido a esto, solo dejo de golpearlo cuando me alejan de él.
–¡Te pudrirás en la cárcel!–le grito.
Minutos después, la policía ingresa al lugar diciendo que vieron a una chica golpeada salir del club, lo cual es una prueba suficiente para llevárselo detenido. Me informan que tendrán que entrevistar a la víctima y a los testigos para que luego ellos puedan revisar las grabaciones del lugar. En cuanto se van, me comunico con Adeline para preguntarle en qué hospital están, y cuando me lo dice, conduzco hasta el mismo para tiempo más tarde acceder a su habitación.
–¿Qué te pasa?–me pregunta con el ceño fruncido.
Ya había recibido el tratamiento adecuado, lo cual me tranquilizaba en gran medida.
–Nada.
–Nos acaban de decir que ya se puede ir, pero que debe seguir las instrucciones que le dio el médico–me dice Sammy.
–Yo la llevaré a casa.
–Te iré a visitar–la hace saber antes de tomar su mano con cariño.
–Está bien.
En cuanto se va, yo me encargo de hacer todo el papeleo y cuando vuelvo, la veo tratándose de levantar.
–No te muevas.
–Me voy a mover si quiero.
–Estás delicada.
–No me importa.
La tomo entre mis brazos, disfrutando del sentimiento de calma que me causa tocarla de esta manera.
–¡Suéltame!–se queja tratando de safarse.
–Quédate quieta.
Cruzamos la puerta para recibir miradas de las personas que se encuentran en este sitio, y a mí no me puede importar menos porque en lo único en lo que puedo pensar es en que tengo a Adeline entre mis brazos. Cuando llegamos al auto, la subo con cuidado y en el momento en el que me posiciono a su lado, vuelve a hablar.
–Les diré que me intentaron robar.
–Está bien.
–Gracias–dice de mala gana haciéndome sonreír.
–Me alegra que hayas marcado mi número–digo mientras arranco para, segundos después, adentrarme en la carretera.
–Ah.
–Tal vez inconscientemente pensabas en mí.
Me mira como si estuviera loco.
–¿Por qué carajos pensaría en ti?
–No sé. Dímelo tú.
Por alguna razón quiero que así sea, quiero que me piense tanto como yo la pienso a ella.
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En el ojo de la tormenta
Romance《Seré delgada, no me importa lo que tenga que hacer para conseguirlo.》 Después de esas palabras, Adeline Belmore se adentrará en un camino lleno de peleas, llantos, hambre y culpa. Pero su vida no solo será envuelta por el dolor, ya que su hermanast...