CAPÍTULO 18

192 8 0
                                    

FUEGO

ADELINE

No me arrepiento de lo que pasó anoche con Kenneth y una de las razones es que me ayudó a descubrir que necesito a alguien que despierte lo que él despierta en mí. A este nuevo saber tuve que comunicárselo a Jaxon porque no podía seguirme engañando.

En este momento lo tenía frente a mí debido a que nos encontrábamos almorzando, pero no podíamos hacer ni decir nada que nos pusiera en evidencia.

-Anoche vi que saliste-comenta mi madre.

-Sí, fui a la casa de Jaxon-le digo y noto cómo Kenneth toma su copa con más fuerza de lo normal.

-Lo vi el día que se quedó a dormir en tu habitación-dice el marido de mi madre-Se ve un buen chico.

-Lo es.

Cuando estoy por ingresar a mi habitación, siento cómo me toma de la mano para pegarme a su pecho.

-Le dije que ya no podíamos vernos de esa manera.

-¿Eso quiere decir que esto es mío?-pregunta mientras me toca por encima de las bragas; esta acción se le facilita porque llevo un vestido.

-Aquí no-le digo, a pesar de que me gusta el toque.

-Entonces ven-me pide a la vez que me hace ingresar a su habitación y cuando cierra la puerta, me besa con una fuerza que correspondo. Es como si siempre necesitáramos más del otro, como si no nos saciáramos nunca-Necesitaba besarte.

¿Por qué sonrío?

¿Dónde se fue todo el odio?

-Esta noche podría ir al club-dice.

-Ajá-recuerdo las palabras de mi amiga-Por cierto, lo de Derek...

-No voy a arreglarme con él.

-No creo que esté mal lo que hiciste, pero es cuestión de que se lo expliques.

No me gustaba pensar en eso, pero tenía que sacar el tema.

-De todos modos, no me voy a volver a acostar con ella.

-¿Por qué?

-Porque solo quiero estar contigo.

Eso me gusta más de lo que me gustaría.

-Derek está mal, Sammy está mal por Derek y yo estoy mal por Sammy-envuelvo mis brazos detrás de su cuello-Por favor.

Me da otro beso que moja mis bragas.

-Está bien.

KENNETH

Horas más tarde, estaciono a una distancia considerable del club y en cuanto me acerco al mismo, veo a las personas cruzar la puerta para salir del lugar, provocando que la confusión me invada hasta que noto el humo. Esto me hace realizar un recorrido rápido a quienes se encuentran afuera, y cuando no la veo, se me va la sangre que me quedaba en el cuerpo.

Comienzo a correr hacia la puerta y cuando la cruzo, veo el fuego en diferentes sectores a la vez que la busco con desesperación sin dejar de toser. Con cada paso que doy, veo más cosas destruidas y menos señales de Adeline.

-Señor, debe abandonar el lugar-me dice un hombre, pero no le hago caso.

No me iré sin Ade.

Trato de que el fuego no me alcance de la misma manera en la que el miedo lo hizo, pero empiezo a tener dificultad para respirar, lo que lo complica todo. Aunque esto deja de importar cuando la veo tirada en el pasillo.

-¡Ade!-la tomo en brazos con cuidado, dispuesto a salir por donde vine, pero en ese momento el fuego bloquea el camino. Así que doy la vuelta para buscar la salida de emergencia, con el fuego consumiendo todo a mis espaldas-¿Dónde está la maldita puerta?

En cuanto la veo, comienzo a correr hacia la misma, pero de pronto, unos materiales quemados caen del piso superior, haciéndome retroceder mientras cubro la cabeza de Ade. Debido a esto, rodeo dichos materiales con rapidez, y cuando cruzamos la puerta, el aire nos golpea, trayéndome alivio.

-Ya estamos a salvo.

Minutos más tarde, Adeline está sentada en la ambulancia en un estado de conciencia. Se la nota un poco débil, pero los médicos nos dicen que no es necesario que sea llevada al hospital.

-Gracias-me dice con una sonrisa.

-Tenía que salvarte, no podía quedarme sin tu cuerpo-bromeo, a lo que ella rueda los ojos-Lo bueno es que ya no tendrás que bailar frente a otros hombres.

-¿Quién dice que no lo haré?-dice divertida-Buscaré otro club.

La miro con incredulidad.

-¿Es en serio?

-Sí.

No me gusta la idea, pero es ella quien debe decidir.

-¿Nos vamos?-le pregunto, consiguiendo que se baje de la ambulancia.

-De esto, nadie se entera-me pide de camino al auto.

-Lo tengo claro.

-No vayamos a casa.

-¿Quieres que vayamos a comer algo?

-No.

-¿A dónde quieres ir?

-Vamos a una pista de patinaje.

Odio esos lugares.

-No sé patinar.

-Yo te enseño.

-¿Pero no te sientes un poco mal?

-Sí, pero puedo soportarlo.

Cuando ingresamos a la pista, toma mi mano y me enseña a patinar hasta que me caigo, provocando su risa. Debido a esto, trato de ocultar la molestia que me trae el golpe para extenderle mi mano para que me ayude, pero cuando la toma, en vez de levantarme, la traigo hacia mí, logrando que su rostro quede a centímetros del mío.

-No es divertido.

-Créeme, lo es-dice antes de apartarse.

Acepto que quiera ocultar lo que tenemos, pero no por eso dejo de sentir molestia por ocultar algo que no está mal.

En el ojo de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora