32. Feliz año nuevo, Jaxen.

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Casi 18.

Fue raro.

Fue incómodo.

Incluso dolió.

He estado más de un año sin sexo y no lo necesitaba, pero el pensamiento me ataladró cuando una ex-compañera de clase que encontré me llamó aburrida y otra me alentó. No supe que decir, pero me llevaron a rastras a una fiesta en la que al principio me sentí incomoda.

Pero luego todo se descontrolo: Me convencieron de beber y rápido entendí por qué los alcohólicos son tan adictos al alcohol.

Me sentí liviana, feliz y tranquila. Pero supe que no volvería a embragiarme, no quería ser feliz, merecía llevar la carga de la culpa en mi espalda. Marcus murió por mi culpa.

Pero no me sentía así en ese momento. Así que cuando León, un chico que nunca fue de mi agrado, se acercó a mi. Yo no lo alejé, él intentó mantener una conversación, pero lo único que hice fue rodear los ojos y besarlo sin pudor.

No tuvo muchas molestias de apartarme tampoco. Al instante se pego a mi y arrugue las cejas al ver que ya tenia una erección. No le tomé importancia a sus manos tocando mi culo por debajo del pantalón.

Acepté ir a una habitación cualquiera de la enorme casa en la que la fiesta se desarrolla.

Pero al despertar, abro mucho los ojos y tengo que esforzarme en no soltar algo parecido a un aullido doloroso que amenaza con salir de mi garganta.

Estoy acostada encima de él, mis pechos desnudos con su pecho desnudo. Sus dos manos tocan las mejillas de mi trasero y ambos estamos completamente desnudos.

Eso significa que siento su maldita polla.

Por un momento, mis ojos se humedecen. Tengo ganas de gritar y golpearlo, gritarle que se vaya. Que no quiero verlo y reclamarle que no tenia el derecho.

Esto no debería ser así. Yo me torturo, me culpo y condeno pero no planeaba estar toda la vida así. Pensaba intentar enamorarme de un hombre que mi padre aceptara para no escuchar reproches.

Pero no así. No con él. El estómago se me contrae al saber que tuve mi segunda primera vez con León, un chico que no amo y no me ama. Siento que decepciono a mi mejor amiga, a mi hermano y ni siquiera quiero pensar en Marcus.

Esto no es por él, pero se siente mal. De alguna forma, aunque intentara no sentirme mal por ello, no me imagino enamorandome. Ya no puedo, ya no me siento capaz. Que me pase lo único que me genera es pereza.

Nadie lo entendería.

León mucho menos.

En contra de mis deseos de correr mi cuerpo se excita cuando León aún adormilado empuja mi culo y nos presiona. Porque eso era lo que yo merecía, o al menos lo que yo creía merecer en ese entonces.

El abre los ojos y yo lo único que hago es cerrarlos sin querer verlo. Me levanto un poco apoyando mis manos en su pecho, acabo frotándome y vuelvo a tener relaciones sexuales con León.

Con León y con algunos más. No desconocidos, viejos compañeros.

Pero aun me sentía vacía. En automático. Lloré luego de tener sexo con cada uno. Lloré mucho. Después de sexo era el único momento en el día en que me permitía llorar, por eso cada vez tenia relaciones más seguigo. Lo disfrutaba en el momento y el sexo no era algo que me molestara, pero el vacío que sentía después era inmenso.

Rienda Suelta #1 [Solo Saturno]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora