Capítulo 7. Saturno.

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Una niña, con esferas de diamante, lloraba sin parar a los pies de un árbol.

Se encontraba detrás de una piedra, por alguna razón creía que podría hacerla desaparecer.

Pero supo que no lo hizo cuando su hermano de diez años se sentó al otro lado de la piedra.

Eres inteligente al venir a este lugar, ¿Cómo sabías que no te buscarían aquí?

Paige se sobo la nariz.

Los escuche hablando sobre irnos.

Lamento que vieras eso.

La niña dirigió su mirada al castillo.

No quiero irme, Hunt. Quiero quedarme en Desembarco. Con el Tata. ¿Por qué mamá no puede decirle a papá que no lo quiere?

Su hermano rodeo la piedra, sentándose a su lado.

Mamá nos ama, Paige. Nunca dudes de eso. Y sé que no quieres irte, pero Londres es hermoso, ¡El Tata me mostró muchas fotos! Tiene clases de baile increíbles.

Paige sonrió, un poco más animada. Su hermano siguió hablando.

Tu lugar es dónde está tu corazón, dónde están las personas que amas y te aman. Mientras estés conmigo nadie te dañará. Ni a ti, ni a Margot. Yo no lo permitiré.

Paige lo abrazó.

Te amo con la fuerza de miles de estrellas, Hunter. Y si podría elegir a un padre, serias tú en mil universos.

No te apagarán, lo prometo.

PAIGE

Ojeo los arbustos mientras presto atención a todo lo que Margot dice sobre la escuela de baile que hay en Desembarco.

Luego del verano.

Me entristece que ella en realidad parece feliz ante ese hecho. Y no entiendo por qué, ya que ella no estará cuándo empiecen las inscripciones. Pero ella aún así se alegra de que haya un lugar donde enseñen lo que tanto ama.

Tú nunca has amado al baile de esa forma.

El baile era otro de mis fracasos. Mamá siempre dijo que yo había sido la que más había pateado de sus tres embarazos. Que había nacido con el corazón de una bailarina.

No era así.

Hasta mis catorce años de edad había ganado premios, medallas, era la mejor de mi academia. Estaba llena.

Hasta que no lo estuve.

Había amado el baile con cada fibra de mi cuerpo, hasta que no lo hice.

Había amado la atención, hasta que no lo hice.

Y recuerdo el sentimiento de frustración al no sentir lo mismo al bailar. El dolor de saber que algo que amaba se había convertido en mi castigo. El anhelo al ver a Margot bailar. Que ya no podría enseñarle que bailar no se trataba de moverse, si no dejar que tu alma abrace lo que estás bailando, que tu cuerpo sean las palabras escondidas del alma. Y que si transmites, lo estás haciendo bien.

Rienda Suelta #1 [Solo Saturno]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora