Capítulo 9. Dame tu mano.

46 4 16
                                    

9

PAIGE

Toso una risa suave, Saturno no deja de frotando su cabeza en mi hombro. Parece feliz de estar en la arena, lo que por cierto es un círculo enorme con rejas lo suficientemente largas para que no pueda saltarlas.

¿Él podrá saltar?

Aparto esa pregunta de mi cabeza, no puedo pensar en eso.

Veo a Vaden caminar rápido hacia acá con dos cepillos. ¿Realmente camina así? Margot siempre dijo que camino como si el alma me pesara, pero la realidad es que amo caminar lento.

—¿Por qué te ríes? Sabia que no debía dejarte sola con Saturno, te volviste tan loca como él. —sonrio sin poder evitarlo, realmente está confundido, o quizá irritado. Es algo difícil de leer.

—No me volví loca y no me rio de nada. ¿Por qué tardaste tanto? Saturno tuvo tiempo de dar más de quince vueltas y yo de contarle toda mi vida.

No parece gustarle que le reclame algo.

—Estaba con los otros caballos, ellos también necesitan atención. Tu amiguito no tiene medalla de oro. —aun así explica.

—Es tan bonito que debería.

—Deja de acariciarlo y toma el cepillo.

—Creí que ese era tu trabajo.

—Ignorare que preguntaste por mi.

Sonrio, sintiéndome atrapada. En el desayuno (en el que por suerte mamá aún dormía) le pregunte a Tata que era lo que hacía Vaden. Primero se confundió, pero me lo dijo sin problemas. Y no entendí la sonrisita con la que me lo explico, pero dijo que él junto con Oscar eran cuidadores de caballos y que pasaban la mayor parte de su tiempo aquí.

Ahora, a lo que iba...

¿Cómo hago esto?

Paso el cepillo por el pelaje del caballo y de inmediato escucho un suspiro demasiado profundo de Vaden. Seguramente apropósito.

—¿Qué?

Vaden se acerca y se pone a mi lado.

—Dame tu mano.

—No quiero.

¿Por qué no?

—Chica, voy a mostrarte como se hace.
Dame tu mano.

Extiende la suya y me tenso.

Lentamente, levanto mi mano. Pero no llego a dársela, el instinto me detiende. No puedo. Aunque claro, eso no lo detiene a él.

Siento una línea de electricidad que me sube por los dedos haciendo un trayecto hasta mi pecho y garganta cuando él mismo toma mi mano antes de que tenga la oportunidad de bajarla.

Frunzo el ceño, disgustada. Si no me mato yo, le enviaré una carta escrita a quien sea para que lo haga.

Acomoda el cepillo en mi mano muy cerca del pelaje de Saturno haciendo que se remueva un poco.

—Tranquilo, amigo. Escucha, Paige. La bruza tienes moverla despacio y con paciencia —me explica, con un tono más serio. Como si esto fuera una clase real. Mi piel se eriza cuando despacio baja su otra mano helada y toma mi muñeca, guiandola—. Si no quieres hacerlo, lo haré yo. Pero es algo que usualmente los caballos disfrutan y estoy seguro que Saturno lo hará más si eres tú quien lo hace.

—A penas lo conocí ayer.

Él tira de mi mano para que lo mire.

—Hace una semana, Saturno escapó hacia la playa. Tardamos dos horas en traerlo de vuelta, y no fue gracias a su dueña. El día anterior a eso, fue un infierno intentar cepillarlo. El anterior, darle de comer. El anterior a ese...

Rienda Suelta #1 [Solo Saturno]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora