9. Lo único malo que podía hacer era no decir nada en absoluto (2/2)

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Cuando llegó al hogar todos los estudiantes estaban ahí. Todos, inclusive la señorita Park sentada junto a JungKook en una esquina. 

SeokJin desvió la mirada hacía la mujer que le sonreía con amabilidad y supuso inmediatamente que era la encargada del lugar. Pequeña, robusta y de peinado anticuado. Llevaba una pechera de color celeste con un diminuto estampado de anteojos de abuelito y olía a colonia inglesa. El aroma lo fulminó y revolvió por completo el contenido de sus entrañas. El muffin de chocolate que comió al desayuno subió hasta su garganta, pero, aun así, le sonrió con amabilidad.

La mujer les estaba haciendo un tremendo favor al recibirlos y modificar su rutina diaria solo para que ellos llevaran a cabo la visita y dejaran bien puesto el nombre del colegio. 

La actividad, obviamente impuesta por la directora Jang, consistía en estar todo el día en el aquel hogar de ancianos. Los estudiantes debían compartir con los abuelitos; cuidarlos, escucharlos, llevar a cabo una serie de juegos además de entregarles todo lo que habían recolectado para ellos; juegos de mesa, libros, discos muy antiguos, películas clásicas, ropa de invierno y una gran cantidad de snack, pasteles y cositas para comer. 

La idea era hacerles compañía y demostrarles que a pesar de lo solitario que se pudiesen sentir, no lo estaban, al menos, durante ese día sábado no lo estarían. 

Los estudiantes junto al profesor estuvieron toda la tarde en aquel amplio y acogedor hogar. Los techos eran altos y los pisos de madera. En cada rincón de la casa había pequeñas estufas que calentaban los espacios.

La mayoría de los ancianos eran tan mayores que apenas se movían de sus mecedoras o sillas de ruedas, pero, aun así, participaron de prácticamente todas las actividades que los menores propusieron. Ya para las siete de la tarde se alistaban para la inminente partida, no sin antes preparar chocolate caliente y repartir trozos de pastel que compraron a primera hora de la mañana. 

Se suponía que SeokJin debía ayudarlos en todas las actividades planeadas, pero desde el momento en que puso un pie en aquella residencia, un grupo de abuelitas se habían apoderado de sus brazos y acaparando completamente su atención. 

JungKook lo observaba desde la cocina y según las carcajadas que emitían las ancianas lo podía imaginar desempolvando todo su repertorio de bromas y chistes, las que siempre eran muy malas, pero SeokJin tenía una gracia tan natural e inocente al contarlas que igual lograba arrancarle risas y carcajadas, aunque no entendiera ni la más mínima palabra de ellas. 

De fondo sonaba música en un tono muy bajito que sincronizaba perfectamente con las risas alegres y felices de las ancianas. El corazón de JungKook se contrajo y al igual que SeokJin horas antes, le dio varios golpecitos hasta que logró estabilizarlo.  

—¿Él sabe que te gusta? —preguntó ChaeYoung sacándolo del oscuro lugar en el que volvía a sumergirse. Ese espacio lleno de preguntas aterradoras y sin respuestas. 

JungKook la miró sin comprender y siguió sirviendo el chocolate en la larga fila de tazas floreadas que había dispuesto sobre la mesa. ChaeYoung partía el pastel en perfectas porciones triangulares. 

—El chico que te gusta, tonto. ¿Lo sabe? —aclaró deslizando el cuchillo por el pastel de crema y fresas. 

—¡Ah, eso! —balbuceó mientras seguía vertiendo el chocolate en las tazas. 

—Si eso... —la chica dijo, alzando una ceja—. No me digas que es YuGyeom o MinGyu, porque ninguno de ellos lo tomaría para bien, de solo pensar como actuarían me da escalofríos. 

Misbehavior (JinKookJin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora