7. Hay un enorme elefante en esta habitación

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—Hola.

—¿JungKook? 

—Jin, hola.

—Hola ¿Cómo estás? ¿Cómo van tus clases? 

—Estoy bien. Sí, van bien, son un poco agotadoras. ¿Cómo va todo?

—Bien, bien. Encontré otro trabajo. En una academia. 

—¿Sí?

—Sí.

—Eso es genial. Eso suena bien... Me alegro.

—¿Qué has estado haciendo?

—Sólo estoy estudiando bastante y... estoy ocupado... Aún me resulta difícil. Han sido meses intensos. 

—Pero, ¿estás bien?

—Sí, lo estoy, sólo... —JungKook respiró profundo casi controlando las palabras que podía decir—. Todo está bien aquí. 

El tono casual y despreocupado que trataba fingir distaba mucho del de SeokJin. Interesado, casi emocionado en un comienzo, pero que palabra a palabra comenzaba a tintarse en desilusión.  

Eran casi como dos conocidos que después de muchísimo tiempo se encontraban e inevitablemente debían saludarse, preguntarse cómo estaban, aparentar interés o solo ser amables. La incomodidad era tan notoria que poco les faltaba para rellenar los silencios con preguntas tan insustanciales como ¿qué tal el clima por allá?  

Los silencios ya no eran familiares. Eran destructivos. 

—Es... es bueno oír tu voz —murmuró Jin desde el otro lado—. Siento haber interrumpido.

—Está bien, debo despedirme... Tú tienes que dormir, se está haciendo demasiado tarde, y te tienes que levantar temprano para trabajar.

Casi como una señal de advertencia los músculos de JungKook se tensaron. Podía sentir como la tristeza, la frustración y el arrepentimiento comenzaban a atacarlo. Los sentía trepando por sus piernas como hiedra venenosa, invadiendo su cuerpo, comiéndose sus órganos. 

Su boca se secó, sus ojos se llenaron de esas molestas lágrimas y el nudo en la garganta volvió a formarse. 

¿De qué servía evitarlo por tanto tiempo, si al final siempre volvía al mismo lugar?

Siempre volvía a sentirse miserable, solo y asustado. 

Se apoyó en el borde de su escritorio y mordió su labio tratando de controlar los espasmos de su mentón. Dio suaves suspiros intentando respirar con normalidad, pero su pecho subía y bajaba agitado. 

Respirar nuevamente se hacía difícil. Siempre lo era si se trataba de SeokJin. 

—Está bien —se escuchó secamente desde el otro lado. 

—Bien.

—Bien, adiós. Hablamos luego, ¿está bien?

—Está bien, adiós... adiós, Jin.

—Adiós. 

Dejó escapar un largo suspiro y mantuvo el teléfono entre sus manos incapaz de finalizar la llamada como si las palabras que siempre estaban atascadas quisieran salir y ahora impedían poner fin a esa conversación. 

SeokJin tampoco cortó. Permaneció en la penumbra de su habitación y se entregó por completo a las lágrimas. Picaban y ardían mientras viajaban por sus mejillas. La mano que sostenía en alto su teléfono no dejaba de temblar y su corazón se desgarraba con tal pesar que se sentía incapaz de hacer algo para reducir esa distancia que los separaba. 

Misbehavior (JinKookJin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora