6. Era como una verdad universal

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—Hola, Jin... Siento haberme perdido tu llamada de nuevo. Olvidé el teléfono en casa. Estos días he estado muy distraído ¿Puedo llamarte a medianoche? Salgo tarde de clases... así que si te llamo a medianoche... serían las seis, no las siete de la mañana para ti, ya estás despierto a esa hora... Lo siento... no puedo creer que te haya perdido de nuevo. Intentémoslo más tarde hoy y si no, mañana o pasado... Eso... Que duermas bien... Adiós.

SeokJin perdió la cuenta de cuantas veces escuchó el mensaje. Eran un poco más de diez, de eso estaba seguro, tanto así que se lo sabía de memoria. La primera vez fue justo al despertar. Mucho antes de las siete de la mañana y su corazón se emocionó con la idea de que al fin hablarían, de que podría escuchar su voz, sus pausas, esos susurros casi ahogados que se le escapaban cuando le hablaba en otro idioma. Todo él se había agitado con la idea de que JungKook estaría al otro lado de la línea, pero ya eran pasadas las ocho de la noche y nada de aquello sucedió.  

Después de estar todo el día pendiente de su teléfono, SeokJin simplemente asumió que JungKook no llamaría y eso ya ni siquiera lo sorprendía. 

JungKook no llamaba y tampoco contestaba. Ahora todo se reducía a esos audios que prometían algo que nunca se cumplía. Quizá por eso cada vez que podía reproducía el mensaje. Necesitaba escuchar su voz, saber de alguna forma que JungKook seguía pensando en él. Que aún lo quería, aunque fuera como amigo. Pero era difícil convencerse de aquello cuando los mensajes eran cada vez más impersonales. Más fríos. Menos JungKook.

—¿Estás listo, Jin? —preguntó un hombre desde el exterior del salón.

SeokJin se encontraba sentado en su escritorio. Todas sus cosas seguían sobre el mesón y ya no quedaba ningún estudiante en la sala. Afirmó con una sonrisa tranquila y le hizo un ademán para que lo esperara y a pesar de que sabía lo que sucedería, volvió a marcar el número de JungKook. Aquello se había transformado en una rutina casi patética. 

El hombre se quedó apoyado en el umbral, esperando que la desilusión se reflejara en los ojos de Jin, lo que penosamente no tardó demasiado en suceder. JungKook nuevamente no contestó, así que como cada noche guardó sus cosas y comenzó a caminar a paso lento por los pasillos de aquel edificio en compañía de ese hombre. 

En su afán por cubrir lo más pronto posible sus deudas médicas y poder viajar a Finlandia, comenzó a trabajar en una academia de reforzamiento escolar. Así que todos los días después de sus clases en el colegio, prácticamente volaba hasta la academia. No ganaba millones, pero ayudaba a amortiguar la deuda de forma más rápida, aunque la principal razón era mantenerse ocupado. Casi sin pensar en nada que no fuese estrictamente científico o pedagógico. Pensar en otra cosa siempre terminaba siendo una tortura. 

Aquella academia era el lugar ideal si quería mantenerse con su cerebro trabajando todo el tiempo. Los estudiantes eran exigentes, inteligentes y ávidos de conocimientos. Además, el ambiente entre profesores era muy ameno, de hecho, al mes de trabajar ahí, SeokJin ya tenía un nuevo y buen amigo; Park ChanYeol. 

Inteligente, alto y atractivo, pero no lo suficiente como para atraer a SeokJin, aunque siempre lograba hacerlo reír con alguna tontería. Probablemente por eso mismo había nacido una amistad entre los dos. Cuando creía que la tristeza lo estaba derrumbando por completo y la desesperación de no saber que sucedía con ellos lo comenzaba a azotar, agradecía que ChanYeol tuviera la capacidad de sacarle una carcajada instantánea. Eran tan alegre y chispeante que resultaba ser contagioso. Casi como una inyección de vida o de luz cuando se sentía a punto de desfallecer. 

Misbehavior (JinKookJin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora