Bea.
Estoy revisando la historia clínica de un paciente en la laptop cuando tocan la puerta de mi consultorio.
-Adelante -digo mientras termino de beber mi café late.
Es mi asistente, Sofía.
-Doctora Lenvordi ya sus citas del día terminaron, si quiere se puede ir y yo me quedo checando las historias clínicas para mañana- se acomoda los lentes que siempre se le resbalan.
No dejaré que se quede haciendo todo el trabajo.
-Más bien es al revés, tú te tienes que ir. Debes estar cansada - se lo digo porque es una señora mayor, pero que a pesar de su edad es muy buena asistente y una gran consejera.
Me da una mirada apenada y la tranquilizo diciéndole que no tengo problema.
-Hasta mañana doctora.
-Pase buena noche, Sofía.
Se va a retirar, pero antes de irse me advierte.
-Recuerde no caminar de noche tan tarde, que las calles de Chicago han estado peligrosas últimamente.
-Está bien - le doy una sonrisa.
Se va y yo me quedo con el trabajo.
Cuando termino de revisar los expedientes salgo del consultorio con las llaves del depa en las manos.
Pero antes quiero pasar por el area de mi mejor amiga.
Voy al ascensor, apretio el botón que dice tercer piso. Tardo en llegar unos minutos que se hacen eternos, no he sentido literal. El hospital es muy grande.
Pero igual llego a la area odontológica, encuentro a mi amiga con su uniforme de guardia, ojos castaños concentrados en una carpeta y su cabello castaño en una coleta.
-Hola, Meisy.
Me vé un poco molesta.
-Hola, perdida- tiene razón en lo que dice, he estado con mucho trabajo.
Le empiezo a pedir disculpas.
-Se que no fuí anoche al bar, fué por qué.. -siempre me cuesta hablar de eso -.Tú sabes, me vinieron muchos recuerdos y yo.. Yo no pude salir de casa.
Su gesto cambia a uno preocupado.
Agarra mis hombres y me abraza dándome pequeñas palmadas delicadas para que no llore, ella sabe que yo no me permito derramar ni una sola lágrima, eso para mí quedó prohibido.
-Oh Bea, me hubieras avisado y te habría hecho compañía.
La miro, ella es lo único que tengo. Es como mi hermana.
-No te preocupes.
-¿Como que no quieres que me preocupe?.. -señala con su dedo a mi pecho- .Ahora me siento culpable por enviarte esos audios insultandote.
Quedo un poco confundida.
-¿Qué audios?
Me riñe como si fuera mi mamá.
-Veo que no has revisado el móvil.
Es cierto, reviso los bolsillos de la bata y no lo veo, debe de estar en el escritorio, cuando se trata de eso soy muy olvidadisa.
Se quita un mechon castaño de la cara.
-Voy a tener que pegartelo en las bragas porque eso es lo único que no olvidas.
Me río y veo que ese era su objetivo, su cara reduce su nivel de preocupación.
Llega una enfermera y le dice a mi amiga que la necesitan en el cuarto piso, yo aprovecho para irme. Llego a recepción abajo pero me detengo porque veo cajas en el piso y reconozco el interior de una; tiene fotos de paisajes y las reconozco ya que esas son las del director del hospital, el doctor Abraham.
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Dangerous doctors
RomanceEl es una bestia y yo me enamoré de esa bestia. Este libro contiene contenido sensible+21 leer bajo su propio riesgo.