Dos y tres

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Bea.

Aparto mí mano y no me da tiempo de procesar sus palabras porque se arrodillada también en la cama y me rompe el vestido, sí, me lo rompe.

Lo desgarra con sus manos de un tirón y no sentí dolor, solo la tela al desgarrarse me arañó, tragué saliva cuando sus ojos se posaron en mis senos ahora descubiertos. Un escalofrío me recorrió todo el abdomen hasta mis pezones erectos.

—Era un lindo vestido —hablo con la respiración irregular.

—Te compraré miles —resta importancia al mismo tiempo que una de sus manos toca la piel del medio de mis pechos.

¿Estoy nerviosa?, si y demasiado.

Da unas suaves caricias, caricias que son como pinceladas. Su vista está fija ahí, se vé muy concentrado en lo que está haciendo, mueve su toque al pecho izquierdo rodeando en círculos el pico. Con la otra mano libre me toma de la cintura en un fuerte agarre siguiendo en lo que sea que está haciendo.

Las palabras se quedan atascada en mí garganta cuando su pulgar toca ese punto, dando toques precisos provocando que atrape mi labio inferior en mis dientes.

Jadeo bajo y sus ojos azules toman un destello peligroso, si eso acaso es posible.

Agarra mí nuca y me pega a el.

Acerca nuestras bocas y me besa, gimo por la sensación de sentir su sabor fresco en mis labios y muchas descargas de exitación se van a ese centro entre mis piernas, haciendo que lo que queda del vestido y su ropa empieze a estorbar. No es un beso suave ni mucho menos tierno, es como si me estuviera devorando. Siento el desespero que tiene a través de sus labios, pero de igual forma se toma su tiempo. Mi respiración se vuelve más agitada y me sostengo de sus hombros cuando me empuja hacia atrás y caigo en el colchón.

Suelta mí nuca destruyendo por completo lo que queda del vestido y sin separar sus labios de los míos.

A este punto no me interesa lo que quedaba de la hermosa prenda.

Mueve la tela con una brusquedad increíble por mis piernas, dejándome solamente con la pequeñas braguitas que Meisy colocó en la maleta. Su lengua toca la mía varias veces dónde suelto vergonzosos jadeos que provocan que sus dedos se entierren con fuerza en mi piel y me muevo por necesidad.

El Intento de incorporarme para desabotonar su camisa queda a medias cuando siento un fuerte tirón en mí cabello y mí cabeza se inclina hacía atrás, mis caderas chocan con las suyas por ese movimiento.

Desciende su mirada azul para ver cada centímetro de mí cuerpo desnudo, deteniéndose en las bragas blancas.

La única tela que cubre mí cuerpo.

Las ganas de tocar su rostro me invaden, pero no llego a hacerlo porque gira mi cuerpo con una brusquedad que no hace más que exitarme. Mi mejilla queda contra el colchón e inmediatamente lo tengo muy detrás de mí, para que sienta su dura erección en mis nalgas.

Un estremecimiento recorre mí espina dorsal, mis bragas se vuelven un desastre con los fluidos que suelta mí coño.

Su aliento roza mí oreja cuando se mueve.

—¿Desesperada? —pregunta.

—Yo..

Me interrumpe.

—No he dicho que podías hablar —su voz ronca cargada de morbo me eriza cada bello de mí piel.

Doy un respingo cuando su palma impacta contra mis glúteos. Quedo confundida con el acto pero el ardor no me desagrada, al contrario, me gusta.

Dangerous doctorsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora