Con sabor a sangre

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Bea.

Obligo a mí cuerpo a moverse porque me quedé paralizada como idiota, salgo del ascensor con los latidos de mí corazón que retumban en mi pecho. ¿Que he hecho yo para qué la representación de lo incorrecto quiera tentarme?.

Y si sigue así calentando mis ganas con palabras caeré, caeré tan fácil como lo he deseado.

Suena muy contradictorio pero me tiene confundida las incontables sensaciones que este hombre provoca en mí, su peligro no me asusta. A veces quiero apagar la luz de mí conciencia que me advierte a alejarme de él y la mayoría de la veces quiero que la oscuridad del deseo me arrastre hasta eso que todos llaman placer.

Ya lo acepté, le tengo ganas a un mafioso que posiblemente es de las peores bestias que pueda existir.

Escucho sus pasos detrás de mí como si me estuviera acechando. Estamos en una área que desde hace un mes está "prohibida", claro al instante lo asocio con la persona quién me acompaña.

Está semi oscuro porque las luces pestañean.

El detiene su paso cómo si pensara algo, yo por mí parte pego mí espalda a la pared más cercana y bajo la cabeza.

Error, porque cuando la levanto lo tengo frente a mí con escasos centímetros de espacio de su rostro. Trago saliva, que no haya tanta luz hace que sus ojos se vean como fuego azul y todo el rostro se le vea.. Maldición, perece una reencarnación del mismo diablo.

Es obvio que no se nada sobre el diablo y creo muy poco en eso, pero creo que sí el diablo existiera entre nosotros sería cómo Christian.

Vuelvo a pasar saliva cuando se pasa la lengua por los labios, el mero movimiento me deja como boba viéndole la boca. Mi cuerpo me reclama a gritos que recorte el espacio para acercarnos más.

Que su respiración se mezcle con la mía no ayuda con la tortura que estoy sintiendo, tampoco ayuda que se acerque más y me roze la mejilla con las labios entreabiertos.

—Am căzut deja —susurra con voz ronca.

Am căzut deja= Yo ya caí.

No sé que mierdas dijo pero me sonrojé al instante, pero no tuve tiempo de preguntar que habló porque colocó una mano en mí cadera acercandome más, mi pecho se pegó al suyo. Empiezo a olvidar como se respira cuando se acerca a mi boca...

Roza mis labios y yo aprieto un puño por el acelerar de mí corazón.

Esto es peor que una tortura cuando siento por fin que tiene intensión de besarme, pero el con sus dientes muerde mis labios. Ladea la cabeza cuando lo miro, hizo la presión exacta para que un ligero hilo de sangre me recorriera el mentón. No me duele y como no escucha ninguna queja sonríe de medio lado, una sonrisa perversa antes de atacar mis labios de nuevo.

Metálico, sí metálico por el líquido rojo que también el tiene, no solo de mí porque no sé el por qué también yo lo mordí.

Y ahora me está besando con tanta hambre que coloco las manos en su cabello, me aprieta el cuello y en segundos tiene pase libre a mí lengua, se tocan y pelean. Se separa un momento de mí, ya que mí manos se mueven solas al desprenderme de la bata médica.

Le agarro los hombros para poder sentir su sabor, nuestro sabor a infierno.

Ya sé que me voy a quemar, porque me condené a una hoguera el día que lo miré a los ojos.

No pronostico que bese mí cuello dejando un rastro de rojo en la clavícula, al mismo tiempo que saborea mi piel una de sus manos se desliza hacia arriba por debajo de mí camisa, toca el sostén común que uso.

Dangerous doctorsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora