Revelaciones

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Edgar no cabía en si de la emoción, me cuidaba tanto. Me llevó a la casa de la playa nuevamente en su auto y me indicó que me sentara en uno de los sillones que habían en el portal de la casa mientras el arreglaba el problema de la corriente en el sótano. Luego de unos minutos la casa se encendió y Edgar salió para decirme que podía ya podía entrar. Una vez dentro me ayudó a llegar al sofá ya que aún estaba mareada por el golpe en la cabeza. Se sentó a mi lado y me tomó las manos con ternura.

- Haré algo para cenar y te preparé un té para que puedas relajarte. -dijo pero no lo dejé apartarse de mi lado.

- Espera, quiero hablar contigo. - se sentó de nuevo junto a mi sin dejar de mirarme. - Vine hasta aquí furiosa, celosa y Dios sabe que cosas más sin saber si algún día mi corazón iba a dejar de sentir todo eso y recuperar el amor que teníamos. Pero saber que tengo un pedazo tuyo dentro de mí es tan grande que todo eso que sentía no importa más. Es mi pequeño milagro, nuestro milagro. Edgar, perdóname si te juzgé sin conocer tu pasado, sin darte tiempo a explicarme. La traición me marcó tanto que no me deja pensar a veces. Quiero que estemos juntos, tu y mis hijos son mi mundo y no quiero perderte. - Edgar me miraba y sostenía mi mano apretandola como para darme ánimos.

- Olvida todo eso, Jane. Yo no me molesté contigo, sé que algún día verías que nuestro lugar es uno al lado del otro. Tanto es así que nos premiaron con este regalo. - dijo mientras acariciaba mi barriga. El brillo en sus ojos era puro e intenso. - Cuando se lo dirás a tus hijos?

- Aun no lo sé, pero sé que se alegrarán. Y aún más de saber que hablamos y nos entendimos. - le dije y lo acerqué a mi para darle un beso suave. Me acarició los cabellos y colocó un mechón detrás de mi oreja, acarició mi mejilla y me besó profundamente. Su nostalgia me hizo gemir en su boca y de inmediato supe que me había extrañado.

- Será mejor que vaya a cocinar o será demasiado tarde. - dijo con su acostumbrada picardía haciéndome sonreír. Acomodó dos cojines en mi espalda para que estuviera cómoda y se fue a la cocina. Preparó pasta y en un abrir y cerrar de ojos estábamos comiendo. Luego de un rato me trajo un rico té, aún estaba asustada y emocionada y eso me ayudó a relajarme. Luego Edgar se sentó junto a mi reclinando su espalda en el sofá y coloqué mi cabeza sobre su pecho,  mi lugar favorito del mundo. El lugar donde sentía su respiración, su calor y su amor. El olía mi cabello y acariciaba mis brazos y mi espalda calmandome hasta que mis ojos comenzaron a cerrarse. Luego de un rato así, Edgar me llevó al cuarto y me acomodó en la cama. Me tapó con la manta y se lo colocó a mi espalda para abrazarme.

A la mañana siguiente nos despertó los rayos del sol entrando por aquel  ventanal. Me despertó un hambre inmensa pero no podía dejar de mirar a Edgar pegado a mí. Estaba tentada a despertarlo con besos ardientes para pedirle que me hiciera suya pero decidí dejarlo dormir y mirarlo en silencio.

Finalmente me levanté de la cama y fui a la cocina, me preparé leche y cereales, estaba hambrienta. Mientras comía tomé mi celular y llamé a Lucas para explicarle lo que había pasado anoche y que estaba bien. También le dije que Edgar estaba conmigo pero no le dije nada de mi embarazo. Quería contárselo personalmente a los dos para ver sus caras de sorpresa. Se alegró mucho al saber que Edgar y yo lo arreglamos todo. Se preocupó mucho cuando le dije que alguien se había metido en la casa de la playa, no tenía idea de quién podría ser y por qué motivo. Me despedí de mi hijo al sentir que las manos de Edgar me acariciaban la cintura. Se abrazó a mí como un pequeño niño, clavando su nariz en mi cabello mientras lo olía y me decía con una voz gruesa:

- Buenos días, amor.
- Buenos días, mi caballero. - me volteé para mirarlo y estaba tan sexy con el pantalón de pijama de invitados, el pelo revuelto y con la mirada traviesa. Sé que se estaba conteniendo para no hacerme el amor allí mismo al igual que yo. En cambio me acercó a su cintura y me dio un tierno beso.

- Tengo mucha hambre. -me susurró en el oído y sé que no se refería a la comida precisamente. Suspirando le pregunté si le preparaba algo de comer y sin decir nada movió su cabeza diciendo que sí. Me alejé de sus brazos y me dispuse a prepararle unos emparedados de queso y café  con leche.

- ¿Entonces que hacemos ahora? ¿Nos vamos juntos a casa? - pregunté para distraerlo.

- Si, pero antes quería hablar contigo. Quería proponerte algo que desde ayer me tiene preocupado. - dijo y solté el queso que estaba cortando.

- Qué es? - pregunté intrigada.

- Sé que por tu edad nuestro embarazo es de riesgo y quería... que te fueras a vivir conmigo. Estaré más tranquilo sabiendo que estás en mi casa donde puedo cuidarte y sobre todo no hay escaleras. Deseo que todo vaya bien con el embarazo, me entiendes?- dijo y me dejó sorprendida. Me parecía tan tierno que quisiera cuidarme a mi y al bebé que me emocioné.

- Claro que si, amor. Me encanta que nos cuides, es todo lo que quiero. - y las lágrimas no tardaron en aparecer sorprendiéndome.

- Hey, no lo dije para que te pusieras a llorar, jaja. - me sonrió divertido mientras besaba mis ojos.

- Si, lo sé. Son las hormonas. Quizás por eso me haya tomado tan mal lo de Verónica. - dije y Edgar se puso serio.

- Nunca fui con ella como lo soy contigo, ella era obsesiva conmigo. Me escribía a todas horas, me llamaba, incluso se metía en las reuniones en mi trabajo. Ella no entendía porque no podía amarla como ella quería y yo simplemente dejé de intentar sentir algo por ella. Hasta que intentó suicidarse y yo no pude más y pedí el divorcio. Inventó que estaba embarazada de mí cuando solo estuvimos dos veces y con protección. - dijo y esperó mi reacción. Exhalé y lo abracé porque ahora sabía cuánto le dolía contarme todo lo que sufrió en su matrimonio arreglado por su padre. Verónica lo lastimó con su amor asfixiante, todo lo que me imaginé nunca existió, cuanta razón tenía Lucas. Se abrazó a mí y me susurró en el oído que su amor por mí era mucho más profundo que cualquier cosa que allá sentido por nadie mientras me acariciaba la espalda. Yo no podía parar de llorar, pero de emoción. Se apartó un poco para verme y me dio un beso en la frente. Sonó el teléfono de Edgar en la habitación y fue a atenderlo. Era el detective Moore para avisarle que tenían pistas sobre su accidente y que quería hablar con los dos. Así que yo terminé de preparar los emparedados de queso y dos vasos de café con leche. Comimos juntos y nos vestimos para recibir al detective Moore.

Llegó una hora después y se sentó en una butaca frente a nosotros que sentados en el sofá lo escuchábamos con atención.

- Bien, en cuanto a su accidente de tráfico sabemos que el auto utilizado fue el del Señor Larry pero pudimos corroborar su coartada. Efectivamente Larry se encontraba en una reunión con unos inversionistas japoneses que duró más de 5 horas. O sea que no fue específicamente él.  Sino que utilizaron su auto para incriminarlo o despistar a la policía.

- ¡Dios mio! ¿Quien pudo hacer algo así? ¿Y porqué?- pregunté.

- Alguien que tenía acceso directo a las llaves del auto de Larry seguramente. Ah, también hay otra cosa que debo decirles y es que en el video del accidente que pudimos obtener del semáforo no se puede ver la cara del que manejaba. Pero si se ve claramente que tenía pelo rojo o llevaba una peluca. Y eso además coincide con el allanamiento que ocurrió ayer aquí mismo, los peritos encontraron varios cabellos largos y rojos en el sótano. Y una pinza de corte con la que cortaron los cables para que ña casa estuviera a oscuras cuando usted llegara. Eso demuestra también que alguien sabía que usted venía para la casa de la playa.

- ¡Dios mío! ¿Alguien me siguió?- dije mientras Edgar me acariciaba la mano pero se veía molesto y pensativo.

- Detective Moore, no tengo pruebas aún pero sospecho de una persona que me conoce, pertenece a mi pasado. Pero su comportamiento en aquel entonces me hace sospechar de ella. Es mi ex-esposa Verónica Smith.

Al final de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora