Jaqueca

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En ese momento la puerta se abrió, mi hijo se iba a clases y le sorprendió verme fuera de la casa. Supo que había vuelto a salir en la noche para ahogar mis penas y me aconsejó que dejara de sufrir. ¡Recomenzar es difícil pero no imposible! Me citó uno de sus refranes favoritos para hacerme ver que estaba destruyéndome, aferrada al pasado que solo me traía dolor mientras su padre era feliz con otra mujer. Me abrazó, me besó en la frente para despedirse y luego de verlo alejarse entré a la casa. Subí a mi habitación y me tumbé sobre la cama; aún mi estómago se sentía pesado después de tantos tragos. Tomé una larga ducha para relajarme pues mi cuerpo aún se sentía tenso y febril. Me recosté en la cama una vez más y vino a mi mente la imagen de aquel muchacho. Me estremecí al pensar en su cabello mojado y su musculosa espalda; sonreí al recordar sus palabras. Me di cuenta que había dejado mi cartera en su casa y pensé que inevitablemente tenía que volver a verlo. Poco a poco me quedé dormida con el recuerdo de aquel chiquillo, pero luego de dos horas me levanté hambrienta y fui a la cocina a preparar algo de comer. Antes de caer la tarde llegó mi hija Hanna de la escuela. Ella la estaba pasando muy mal con nuestro divorcio, creía que yo era la culpable de que su padre se hubiera ido de la casa. No les había contado a mis hijos de la infidelidad de su padre. Así es que entró en la cocina en silencio y en cuanto me vio tomó unas galletas, subió las escaleras rápidamente y se encerró en su cuarto. Fui a su cuarto y toqué la puerta para intentar hablar con ella.
➢ Hanna, ábreme la puerta, por favor. Necesitamos hablar. Hasta cuando vas a seguir ignorándome.
➢ No quiero hablar contigo, mamá. Quiero ir a vivir con papá y no puedes impedírmelo.
➢ Hija, ya hablamos sobre esto. Tu padre y yo decidimos que es mejor que termines tus estudios. Cuando entres a la universidad, podrás ir a vivir con él, si eso quieres. Que me trates así me lastima, yo… soy tu madre y nunca haré nada que te perjudique. Sé que nuestra separación los afecta a ustedes, pero no puedes comportarte así. –dije conteniendo las lágrimas sin éxito.
➢ Nuestra vida cambio por tu culpa, porque tuviste que decirle que se fuera. No quiero vivir contigo y ya no soporto extrañar a papá. Te odio por hacernos esto, por separarnos de él. Vete, déjame sola. – gritó desde dentro y no pude decir nada. Solo me alejé de allí. Bajé las escaleras y me senté en el sofá llorando mientras abrazando los cojines. Luego de unos minutos llegó mi hijo Lucas y al verme así enseguida me abrazó preguntándome que pasaba.
➢ ¿Hanna otra vez? –preguntó algo molesto con su hermana pues no era la primera vez que esta situación se daba.
➢ Ya no puedo retenerla aquí. Me dijo que me odiaba por separarla de su padre. Toma las llaves de mi auto y dile que recoja sus cosas. Cuando esté lista llévala con tu padre, quizás sea mejor así, que se enfrente a la realidad.
➢ Está bien, mamá. Quizás así se le quite el berrinche.
Buscó en la cocina un poco de té para que me calmara y subió a la habitación de su hermana para informarle que recogiera todas sus pertenencias. Se sentó junto a mí a esperar a que su hermana hiciera sus maletas hasta que bajó las escaleras con la valija apretada. Lucas tomó la maleta y la subió al maletero del auto. Le exigió a Hanna que por lo menos se despidiera de mí, pero no se movió de su lugar, solo me miraba con odio. Como vi que no lo haría la abrace yo solo por unos segundos antes de que me apartara y se subiera al auto sin decir nada. Lucas me prometió que no tardaría en regresar y subió al auto. No me quedé a verlos alejarse, mi corazón estaba demasiado herido. Pensaba por qué la vida me castigaba de una forma tan horrible, de un momento a otro mi vida paso de ser muy tranquila a ser una turbulenta pesadilla. Decidí tomarme un baño en la tina caliente para relajarme de todas esas tensiones que acosaban mi mente. Durante ese breve tiempo mi mente estuvo en paz, solo me concentraba en la calidez del agua que me rodeaba y al terminar de secarme el cuerpo y mirarme en el espejo de nuevo vino a mi mente el recuerdo de Edgar. Sus hipnóticos ojos café me hacían estremecer como nunca antes, despertaba en mí el deseo que ya había olvidado. Salí del baño y me tumbé sobre la cama intentando reprimir esos pensamientos preguntándome porque pensaba en él. Pero al parecer mi mente no conocía la respuesta y pronto me quedé dormida.
A la mañana siguiente desperté de malhumor, pero aun así bajé a la cocina a preparar el desayuno para los dos. Lucas bajó poco tiempo después, me dio los buenos días con un beso en la frente y se sentó a la mesa esperando a que terminara de tostar el pan y la leche.
➢ Papá se molestó cuando llegamos a su apartamento y se percató de que Hanna viviría con él durante un tiempo. Dijo que vendría hoy para hablar contigo. Esa mujer… su secretaria, estaba allá cuando llegamos. Estaba en bata y pantuflas como si viviera allí y estaba molesta también con la idea de Hanna viviendo con Papá. –dijo bebiendo de su taza de leche mirándome como si le ocultara algo.
➢ Desearía no volver a verlo nunca más. –refunfuñé pasando las manos por mi cabello y exhalé.
➢ Mamá, esa mujer…está con él. ¿No es cierto? ¿Fue por ella que pediste el divorcio? Dime la verdad.
➢ Si. –le dije sabiendo que sería peor mentirle mirando lo enojado que estaba.
➢ Es un imbécil por dejarte. ¿Por qué no dijiste nada, mamá? Hanna se fue odiándote, pensando que tu habías destruido a la familia cuando no es así. –dijo clavando un puño en la mesa.
➢ No podía. No quería destruir la imagen que tenían de su padre y que lo odiaran por mi culpa. –contesté ocultando mi rostro con mis manos. Lucas se acercó a mí y me abrazó tan fuerte, como si quisiera borrar todo mi dolor.
➢ Para mí no hay mejor madre que tú. –luego de un rato miró su reloj y me dijo que debía irse o llegaría tarde a clases. –Seguiremos hablando cuando regrese de la escuela. –me dio un beso en la frente y asentí pensativa.
Agité mi mano para despedirme de Lucas cuando se fue en su bicicleta y al instante volvió ese vacío que detestaba. Me puse nerviosa de solo pensar que vería de nuevo al que había sido mi esposo por 30 años, Larry Mcmilan. Nuestro matrimonio era ya un rotundo fracaso cuando aquel día, fui a su oficina para proponerle pasarnos un fin de semana romántico en nuestra casa de la playa por nuestro aniversario. Pero resultó que lo descubrí teniendo sexo con su secretaria en la oficina. Recuerdo que me fui de ese lugar tan molesta y herida preguntándome porque me había engañado. La muchacha con la que estaba era joven, bonita y de cabellera larga y roja. Llevábamos mucho tiempo en que no quería hacer el amor conmigo, siempre me rechaza o fingía que estaba dormido o muy cansado por el trabajo. Recordé lo mucho que me gustaban sus besos y las cosquillas de su grueso bigote negro que con el paso del tiempo se había vuelto canoso. El aroma de su crema de afeitar en la mañana que olía cuando le insistía en anudar su corbata o ayudarlo a ponerse su saco. Pero reaccioné con rapidez antes de pensar en él de esa forma de nuevo y me subí al auto sin pensar en realidad hacia donde quería ir. Conduje por un rato hasta la carretera interestatal y me dirigí hacia nuestra casa de la playa.

Al final de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora