Regalos

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Al día siguiente todo transcurrió monótono, mis hijos se fueron al colegio y yo me quedé sola en la casa. Estaba muy ansiosa así que para despejarme me puse a pintar en mi cuarto. Hice un auto retrato, algo que era muy inusual en mí. Nunca me había dibujado antes, pero la imagen de mirarme en el espejo y verme diferente me cautivó tanto que tuve que plasmarla. Aquel día en el baño de la cafetería cuando me di cuenta de que había cambiado algo en mí, de que mis sentimientos habían cambiado hacia Edgar y me miré al espejo vi a una mujer completamente nueva. Por eso la pinté para recordar esa sensación. Luego me di un baño y después me puse a cocinar y ordenar la cocina. A las 5 de la tarde llegaron Lucas y Hanna de la escuela, fui a darles un beso a cada uno y preguntarles como les había ido en las clases. Lucas no soltaba su móvil estaba algo distraído mensajeándose con su novia, pero aun así hablamos de que buscaría seguir la carrera de diseño. Me alegré que tuviera claro cuál sería su meta en la vida y me preguntaba que quería hacer mi pequeña rebelde. Me dijo que le encantaba la música y que estaba debatiéndose entre bailar o tocar la guitarra, le encantaban las dos cosas. Le dije que podía ir haciendo las dos cosas hasta que supiera cual le apasionaba más. Se fueron a bañar los dos y a quitarse el uniforme para comer. Al rato de comer todos juntos sonó mi móvil. Era una llamada de Edgar para decirme que pasaría por mi casa para recogerme e ir a poner la orden a Larry que seguíamos aplazando. Le respondí que lo esperaría con una sorpresa. Nos despedimos con timidez pues Hanna me miraba algo risueña mientras recogía los platos de la mesa.
➢ ¿Mi niña puedes fregar los platos por mí?
➢ Claro que sí, mamá. Vete tranquila, disfruta con tu amor. –me dijo risueña.
➢ No salgan de la casa, por favor. Si hay algún problema, me llaman que regreso enseguida. –dije muy seria ignorando lo que me había dicho.
➢ No te preocupes, no saldremos, pero puedes decirle a Edgar que puede quedarse cuando quiera.
➢ ¿Ya confías en él? –pregunté sorprendida.
➢ Si, confío. Sé que sus sentimientos son sinceros y eso basta para mí.
➢ Me alegra que pienses así.

Subí a mi cuarto para coger mi bolso y envolví el cuadro que pinté cuando conocí a Edgar para regalárselo. Lo pinté con el cabello mojado, cayendo sobre sus seductores ojos cafés, con una toalla envuelta en la cintura y con el torso mojado y desnudo. Bajé las escaleras con el cuadro envuelto en papel para que no lo viera hasta que llegara a su casa. Me miré en un pequeño espejo que colgaba en el recibidor para comprobar que mi peinado estuviera perfecto. Estaba ansiosa por ver su reacción así que me movía de un lado a otro del salón hasta que sonó el timbre. Abrí la puerta para encontrarlo recién duchado, perfumado y peinado hacia atrás. Lo recibí con un beso cargado de deseo y él lo recibió con gusto. Acarició mi cabello rucio que culminaba en una sencilla trenza y me susurró al oído que me amaba seguido de un beso a mi cuello. La electricidad invadió mi cuerpo arqueando mi espalda sintiendo calor de repente. Se apartó de mí dejándome anhelante de su tacto indicándome que debíamos irnos. Sobreponiéndome al deseo tomé mi bolso y el cuadro envuelto. No preguntó nada haciéndose el de la vista gorda, subí a su auto y coloqué el cuadro en los asientos de atrás. Condujo hasta la estación de policía más cercana, espero por mi mientras que un detective me tomaba declaración en su oficina. Allí le expliqué que mi divorcio con Larry Mc Clean no había sido el mejor pero que yo intentaba mantener las mejores relaciones con él por nuestros hijos. Pero Larry no entendía esto y constantemente me agredía psicológicamente, me humillaba delante de mis hijos y de mi actual pareja. Yo solo quería mantenerlo alejado de mí lo más posible, pero seguía apareciendo en mi casa para crear problemas entre mis hijos y yo, perturbando nuestra tranquilidad. Por eso quería pedir que le pusieran una orden de restricción para detenerlo. El detective escuchó atento a todo lo que le explicaba y me dijo que había tomado la decisión correcta. Se levantó de su asiento y buscó un formulario para levantar la denuncia, escribió en varias secciones del formulario llenándolo poco a poco. Al finalizar me dijo que lo leyera con calma y si estaba de acuerdo con lo que había escrito según mi declaración lo firmara para enviarlo al fiscal. Él lo revisaría en un plazo de una semana y luego me notificarían con una llamada si la orden había sido aprobada. Yo asentí, leí todo con detenimiento y firmé. Le di mi celular para que me llamaran en una semana y me dirigí a la salida más aliviada. Sentí que estaba en paz, ya no debía preocuparme que Larry volviera a acercarse a mí. Edgar me abrazó quitándome los nervios que me hacían temblar aun, reconfortándome. Volvimos al auto y Edgar condujo hasta su casa. Al llegar nos bajamos y entramos. Yo me quedé en el recibidor mientras Edgar fue a la cocina y regresó con un vaso de agua para mí. Lo bebí despacio mientras él me miraba como examinando mi estado de ánimo. Me afectaba, aunque no quisiera, romper con ese pasado, pero ya no lo permitiría más. Ahora era diferente, no podía volver a ser de nuevo esa muñeca frágil. Recordé que había dejado el regalo de Edgar en el asiento trasero de su auto.
➢ Olvide tu regalo en el auto. –le dije.
➢ No te preocupes, voy por él. –dijo tocando mis manos y luego sacó de sus bolsillos las llaves del auto. A los pocos segundos regresó con el cuadro envuelto en sus manos y lo colocó ante mí.
➢ Es tuyo, ábrelo. –le dije emocionada al verlo.
➢ ¿Para mí? –y lo fue abriendo poco a poco para descubrirlo. Se quedó mirándolo por un minuto y emocionado me dijo que le encantaba.
➢ ¿De verdad te gusta?
➢ Claro que sí, estaba deseando tener un cuadro tuyo. Eres toda una artista, muy talentosa. –me dijo acercándose a mí. - ¿Es del día en que nos conocimos? ¿Esa mañana que despertaste aquí?
➢ Si, exacto. –respondí algo apenada.
➢ Así que ya te habías fijado en mi ¿Eh? –me preguntó en tono pícaro y medio sonriente.
➢ Yo podría decir lo mismo de ti, no dejabas de mirarme en el bar. –respondí siguiéndole el juego.
➢ Es cierto, desde que te vi algo me atrajo, pero verte triste y bebiendo sola en aquel lugar me hizo seguirte. –dijo recordando. – Pero esto prueba de que cuando te dije que no era de los que se aprovechaban de mujeres ebrias querías que lo hiciera. ¿O no?
➢ No, fue eso justamente lo que me atrajo de ti. Fue un alivio para mi despertarme vestida y sola. –respondí con una tímida carcajada.
➢ Es broma. Sé cómo piensas, Jane. Y por eso te amo. –me apretó contra su cuerpo y me besó con ese fuego al que ya me tenía acostumbrada. Me acarició los cabellos mientras se apartaba con lentitud de mis labios. –Tengo una sorpresa para ti también, espera.
Se alejó hasta su dormitorio, escuché ruidos como si buscara algo y luego escuché sus pasos de regreso. Su rostro era serio, pero estaba emocionado y me pregunté de que se trataba, poniéndome un poco nerviosa. Sacó de su espalda una pequeña cajita cuadrada de color azul adornada con un pequeño lazo blanco y la colocó sobre mis manos. La abrí despacio para descubrir un pequeño medallón dorado que tenía grabada la imagen de un paisaje en la playa. Tomé el medallón por la cadena para mirarlo más de cerca y me percaté que en el dorso tenía unas letras labradas y leí en alta voz la frase.
➢ “Para mi adorada Jane, de su caballero, Edgar. –al leer mi sorprendido corazón se conmovió tanto que no pude evitar que unas lágrimas de emoción amenazaran con salir de mis ojos. No pude articular palabra alguna, solo atiné a abrazarlo mientras mi garganta se despejaba.
➢ ¿Te gusta? – preguntó Edgar mientras me acariciaba los cabellos.
➢ Sí, mucho. Gracias, gracias de verdad. –le dije mientras me apartaba de su abrazo para mirarlo a los ojos.
➢ Gracias a ti por regalarme el cuadro, significa mucho para mí. Lo pondré en mi cuarto para verlo todas las noches.
➢ ¿Puedes ponérmelo ahora? –dije entregándole el medallón. Me volteé delante de él para que me lo colocara y me subí mi rucio cabello para evitar que se enredara. Luego de unos segundos terminó de colocarme el medallón y me olisqueó el cuello de forma sensual. Eso despertó en mí el deseo de tenerlo en mis brazos y lo atraje hacia mi cuello para que me besara. Edgar tomó ese gesto como el permiso que necesitaba para llevarme a su dormitorio y depositarme en su cama para amarme como lo hacía siempre. La imagen del medallón nos hacía recordar la noche que estuvimos juntos en la casa de la playa, nuestra primera noche juntos. Cuando comenzó a borrar mi tristeza y llenarme de este amor inmenso. Con la respiración agitada aún me enrosqué a su cuerpo para apoyar mi cabeza en mi lugar preferido del mundo. No había otro lugar donde quisiera estar, su pecho me daba tanta paz y seguridad que estaba más que complacida. Con el vaivén de su pecho que comenzaba a aquietarse me pidió que me quedara con él.
➢ Quisiera que te quedaras esta noche conmigo. Mañana por la tarde debo irme a un terreno que mi jefe compró lejos de aquí. Quiere que vaya, mida todo el lugar y le confeccione un plano para la construcción de un centro comercial. Tardaré unos tres días en regresar.
➢ Ah, está bien. Me quedaré. –dije algo triste porque lo extrañaría mucho.
➢ No quisiera dejarte sola, Jane, pero … debo hacerlo, es mi trabajo.
➢ Lo sé, está bien. Te esperaré. –me abracé a su pecho disfrutando de su calor.
➢ Fue muy lindo verte celosa por mí. –me susurró al oído.
➢ Edgar, no digas eso…, yo… aún estoy avergonzada. Me sentí muy mal al saber que era tu hermana, no sé qué impresión se habrá llevado de mí.
➢ Ja, ja, ja. Pero fue lindo saber que te importo, eso me conmovió. –soltó una gran carcajada y luego se puso serio.
➢ Claro que me importas, Edgar. Tu eres lo más lindo que me ha pasado en la vida y aunque llegaste a mi vida casi al final espero que lo nuestro dure para siempre. –respondí algo nerviosa.
➢ Durará para siempre porque yo te amo de verdad y eso no lo cambiará nadie, Jane. – y me besó con tanta pasión que de nuevo me dejé llevar por las sensaciones de placer que sus besos dejaban en mi cuerpo. Se había convertido en mi adicción, en un experto en hacer latir mi corazón con fuerza, en dejarme satisfecha de goce.
Luego de acurrucarnos juntos por dos horas o tres horas fuimos a la cocina juntos para comer algo. Debía llamar a mis hijos para decirles que me pasaría la noche en casa de Edgar y saber cómo estaban. Luego de hablar con Lucas y saber que estaban bien y en casa, me despedí diciéndoles que nos veríamos en la tarde cuando regresaran del colegio. Eran casi las 11 de la noche cuando nos sentamos a ver una película juntos con un plato de galletas de chocolate para cada uno. Devoramos todo a lo largo de la película mientras bebíamos un vaso de leche. Antes de que acabara la película me acurruque a su lado en el sofá y le conté que mi hija Hanna me había dicho que confiaba en él como para aceptar que se quedaras el día que quisiera en mi casa. Se sorprendió al principio y luego me abrazó feliz de que lo nuestro de volviera cada vez más serio. Muy despacio, comencé a desabotonar la camisa azul oscuro que se había puesto y a besar su pecho fuerte a la altura de cada botón. Me percaté de que era la primera vez que lo besaba sin que antes lo hiciera él. Edgar cerró los ojos a mis besos y suspiró acariciando mi espalda. Al terminar de desabotonarla la retiré de sus brazos con lentitud y la deje caer al suelo. Besé su cuello al mismo tiempo que disfrutaba de su aroma exquisito y mordí levemente un pedazo de su oreja mientras me colocaba sobre él en el sofá. Abrió sus ojos mirándome algo sorprendido, pero sabía que le estaba gustando que tomara la iniciativa. De un momento a otro me levantó del sofá y caminó con mis piernas enroscadas alrededor de su cintura hasta el cuarto. Me puso en el piso delante de la cama sonriendo y comenzó a subirme una camiseta suya que llevaba puesta despacio, torturándome. Me volteó para que quedara de espaldas a él frente a un gran espejo que tenía en el dormitorio y pudiera vernos. Me quitó la camisa con malicia hasta dejarme desnuda y comenzó a lamer mi cuello mientras me miraba a través del espejo. Me susurraba al oído: “Mírate, Jane, eres hermosa al tiempo que gemía sintiéndolo en todo mi cuerpo mientras sus manos me acariciaban. Agotados por el placer de amarnos nos quedamos dormidos abrazados. En la mañana la claridad del sol me despertó, estaba hambrienta, pero al mirar a Edgar dormir tan tranquilo a mi lado quise dejarlo descansar un poco más. Me escabullí de la cama sin hacer ruido y fui a la cocina a preparar nuestro desayuno. Al terminar fui a llamarlo con un par de caricias en la mejilla, abrió sus ojos despacio y me dio los buenos días.
➢ Buenos días, dormilón. ¿No tienes hambre?
➢ Buenos días, Jane. Tengo mucha hambre. Pero primero dame un beso de buenos días.
➢ Todos los que quieras, pero te advierto que se enfriara tu desayuno. –le obsequie dos besos rápidos.
➢ Bueno, está bien, pero esos no son besos, así que todavía me debes mi beso de los buenos días.
➢ ¿En serio? Vamos a desayunar que yo también muero del hambre. Después puedes robarte todos mis besos.

Al final de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora