Tristeza y Anhelo

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➢ Buenas tardes, dormilona. –dijo acariciando mis cabellos sentado a mi lado en una orilla del sofá.

➢ Hola, mi niño. ¿Ya llegaron? –pregunté algo desorientada.

➢ Solo yo. Mi hermana se quedó en la escuela, tenía un turno más que yo y luego va a tomar helado con una amiga antes de venir. –me exlicó Lucas.

➢ Ah, está bien. ¿Tienes hambre? ¿Quieres que te prepare algo?

➢ Si, pero quiero que me digas que pasa entre tú y Edgar. Es evidente que algo pasó en mi fiesta de graduación. –preguntó mirándome a los ojos.

➢ No sé bien como explicar lo que pasó y como eso me afectó pero descubrí que Verónica y Edgar estuvieron …casados. Ella es su ex-esposa. –dije con la voz tan temblorosa que apenas me reconocí.

➢ Mamá, estás haciendo una tormenta en una gota de agua. Nadie está libre de su pasado, ni siquiera tú. No debes juzgar a Edgar; si estuvo casado con ella como dices y se divorció fue porque no la quería más en su vida. Piénsalo; Edgar es un hombre muy seguro de sí mismo, que sabe lo que quiere y te quiere a ti en su vida. ¿Crees que te pediría matrimonio si no estuviera seguro de amarte?

➢ Es como si fuera traicionada por segunda vez, Lucas. Mi mente recuerda como si fuera hoy cuando entré al despacho de tu padre y lo sorprendí con … Verónica. Y no puedo dejar de pensar en la misma imagen con Edgar ahora. Sé que puede parecer tonto pero es asi como me siento.

➢ Mamá, tu no sabes como era su relación con ella, no estuviste ahí. Es normal que te hayas sorprendido con la noticia y que te afecte un poco. Pero lo que no debes tener es celos del pasado, su relación con ella acabó mucho antes de conocerte. Eso no tiene nada que ver con la relacción sincera y bonita que están construyendo Edgar y tú ahora. Piensalo bien antes de tomar una decisión de la que mañana te arrepientas y no puedas solucionarlo. –y se puso de pie para ir a la cosina no sin antes darme un beso en la frente.

Las palabras de Lucas se quedaron en mi cabeza como un mantra que se repetía una y otra vez. Pero los celos hacian que aún me enojara, aún quemaba el dolor dentro de mi corazón. Así que decidí irme unos días a la casa en la playa al día siguiente. Quizás estando allí lograra deshacerme de este dolor que sentía en mi pecho, la vieja herida de mi corazón se abrió nuevamente brotando de nuevo su veneno.

Al día siguiente tomé un par de cosas, las coloqué en la parte trasera de mi auto y me dirigí a la casa de la playa. Aún conducía de camino allá cuando mi celular sonó, me detuve de inmediato para ver quién era. Mi cuerpo entero quería que Edgar me llamara o me enviara un mensaje diciéndome que me necesitaba. Pero no era él, era Lucas diciéndome que tuviera cuidado y que quería que esos días que pasaría a solas me hicieran reflexionar para que todo se arreglara. Ese silencio de su parte solo me hacía enojar mucho más, no podía explicarlo. Continué conduciendo hasta llegar a la casa de la playa, al entrar y tratar de encender las luces no funcionaba nada. Dejé mi cartera en el salón y me dirigí al sótano para revisar la caja de la electricidad en busca de algún corte. Todos los vellos de mi espina dorsal se erizaron al entrar en el sótano, me daba terror la oscuridad. Cerré los ojos por unos segundos para que mis ojos lograran adaptarse a la oscuridad pero aun así no lograba ver nada. Sentía una respiración cerca de mí y me aterré. Quise escapar de allí pero mis pasos se congelaron y en vez de correr escaleras arriba. Me tambaleé y rodeé escaleras abajo golpeándome la cabeza y perdí la conciencia.

No sé por cuanto tiempo estuve allí pero desperté con un fuerte dolor de cabeza. Mi cabeza sangraba y estaba mareada pero por suerte la persona que estaba allí no me había hecho daño. Quizás no esperaba que alguien fuera a la casa y lo sorprendí con mi llegada. Subí con lentos pasos hacia el salón pero no había nadie allí, me percaté que la puerta principal estaba abierta. Eso confirmó mis sospechas de que alguien estaba en la casa hace solo un momento. ¿Pero quién entraría allí y para qué? No tenía ni idea pero debía llamar a la policía o a Lucas. No sabía realmente que hacer. Recordé que tenía aún la tarjeta del detective Moore y lo llamé. Me indicó que no tocara nada en la casa y que saliera afuera en silencio pues no estaba seguro si esa persona todavía estaba allí. En unos minutos llegó una patrulla que se acercó a mí preguntándome si era Jane Hall y informándome que procederían a revisar la casa para asegurarse de que el sospechoso se había ido. Dos de los policías entraron con pistola en mano y alumbrando todo a su paso con sus linternas mientras que dos de ellos se quedaron haciéndome preguntas y confirmándole al detective Moore que estaba herida pero bien. El detective Moore les indicó a los policías que me llevaran al hospital más cercano en cuanto se aseguraran de que la casa estaba vacía. Así lo hicieron, los dos que habían registrado la casa volvieron para decirme que no había nadie dentro y que se quedarían custodiando la casa mientras venían los peritos para buscar huellas o algo que les respondiera quién había entrado allí y por qué. Los otros dos policías me llevaron en la patrulla al hospital más cercano, entramos en la sala de emergencia y el doctor que nos recibió me dijo que había que suturar mi herida aunque era pequeña. También que había que hacerme radiografías de la cabeza y otras pruebas para asegurarse que todo estaba bien en mi cuerpo.

Luego de que una enfermera me suturara la herida en mi cabeza y pusiera un poco de ungüento en los raspones de mis brazos y piernas, me extrajo sangre para analizarla. Estuvieron haciéndome innumerables pruebas y luego me dijeron que día esperar los resultados sentada en un salón solitario ya que era de madrugada. Saqué mi celular del bolsillo y lo abrí para llamar a Edgar pero no pude hacerlo. Sentí que no podía pedirle que estuviera a mi lado como estábamos en ese momento. No había derramado ni una lágrima hasta ese momento, me sentí tan sola e impotente que no pude evitarlo. Levanté la mirada para respirar y para mi sorpresa Edgar caminaba hacia mí. No sabía si era una alucinación por el golpe en la cabeza pero sonreí, mi luz había llegado a mí. Me abrazó con  tanta ternura que me derretí entre sus brazos quedándome sin fuerzas para poder hablar.

-  Mi dulce Jane. –decía mientas besaba mi frente y me estrechaba contra su cálido pecho. Pude escuchar los latidos de su corazón, latía descontrolado, estaba asustado y emocionado de verme. –Vine en cuanto me lo dijo el detective Moore, hiciste bien en llamarlo. ¿Estás bien?

- Sí, eso creo. Un poco mareada y adolorida pero nada serio. No quería llamar a los chicos para no preocuparlos, sé que es tarde.

- ¿Pudiste ver quién era?- me preguntó mirándome a los ojos.

- No, no pude. Estaba muy oscuro, solo sentí su respiración cerca de mí. Estaba realmente cerca y estaba aterrada. –y las lágrimas comenzaron a salir de nuevo.

- Tranquila, Jane. Yo estoy aquí, no estás sola. –sentí vergüenza por no haberlo llamado y bajé la mirada. Edgar tomó mi mentón y con una leve presión su mano me obligó a mirarlo de nuevo. –No importa que estemos disgustados o no; incluso aunque nuestra relación termine en un futuro quiero que sepas que siempre puedes contar conmigo.

- Gracias, Edgar. Te lo agradezco. Vine aquí en busca de tranquilidad y soledad para aclarar mis pensamientos pero no encontré eso, todo lo contrario.

- Quizás entraron a robar. ¿Hay algo de valor en la casa de la playa? –preguntó intrigado.

- No, todo lo de valor estaba en la casa pero cuando Larry y yo nos divorciamos, él se quedó con todas las posesiones valiosas ya que me dejaba la casa. No sé con qué intención entraron a esa casa. Me resultó muy extraño que estuviera apagada la casa y que no encendiera ninguna lámpara, por eso fui al sótano para ver si había algún corto circuito en la caja de electricidad. Estando allí escuché su respiración, al parecer estaba agitado o asustado. Quise irme de inmediato pero tropecé. No sé por cuanto tiempo estuve ahí.

- El detective Moore debe estar llegando, me dijo que estaba un poco lejos y por eso me llamó para que estuviera contigo hasta que llegara. Me preocupé mucho cuando me contó lo que te pasó. –lo miré a los ojos y acaricié sus cabellos.

- Estoy tranquila ahora que estás aquí. Fui imprudente al venir sola a la casa de la playa y de noche. –dije sosteniendo sus manos. En ese momento salió el doctor con mis resultados y se acercó a donde estábamos.

- Señora Jane, todas las pruebas están dentro de los parámetros normales y no se preocupe, la caída afortunadamente no afectó el embarazo. El bebé está bien.

- ¿Embarazo? ¿Estoy embarazada?

- Supongo que no lo sabía. Bueno, está embarazada, tiene 8 semanas. ¡Muchas felicidades! –yo no pude decir nada más. Estaba asombrada que pudiera salir embarazada pero más me preocupaba lo que pensaba Edgar. Miré su rostro y de la sorpresa pasó a la sonrisa; estaba tan emocionado que no lo reconocía. Mientras el doctor se iba de nuevo por el pasillo que vino, Edgar se acercó a mí y de la nada me abrazó levantándome del piso, girando en una voltereta. Sonreía como una niña sin parar, no podía creerlo, me hacía feliz que le encantara la idea de ser papá. Quizás fue el destino quien quiso que pasara esto para enterarnos de mi embarazo. Estábamos tan sorprendidos como felices, una verdadera sorpresa. 

Al final de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora