Catástrofe y Reconciliación

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Pasaron varias semanas en las que Edgar y yo compartíamos más tiempo juntos. Fuimos a varias citas al cine, al estadio, a restaurantes, bares. En las mañanas hacíamos ejercicios juntos casi todos los días, me llamaba desde su trabajo en la hora del almuerzo y conversábamos. En las noches nos acurrucábamos juntos para ver películas y programas de televisión comiendo palomitas y nos volvimos inseparables. Una noche en la que veíamos una película en mi casa junto a Lucas tocaron a la puerta. Lucas fue a abrir la puerta con rapidez y se quedó de piedra al ver a su padre y su hermana en el umbral de la puerta. Larry no esperó a que lo invitaran a pasar y no se detuvo hasta entrar al recibidor viéndonos con las manos entrelazadas. Edgar se tensó a mi lado, pero yo sostuve su mano más fuerte dándole la seguridad que necesitaba. Los ojos de Larry se tornaron vidriosos de celos y quitó el tabaco que fumaba de su boca para hablar.
➢ ¿Quién es éste… imbécil? ¿Tu noviecito? Así que ahora este es tu juego, seguirme los pasos para hacerme sentir celos y que vuelva a interesarme en ti. ¡Qué ridícula! –vociferó.
➢ Tengo derecho a rehacer mi vida, te parezca ridículo o no. Ni muerta te recibiría de nuevo en mi vida, tu no vales nada, Larry. No eres el hombre con el que me casé. ¿Qué vienes a buscar a esta hora de la noche? –dije poniéndome de pie, desafiándolo. Colocándome delante de Edgar para protegerlo, no iba a dejar que le hiciera daño. Edgar estaba visiblemente molesto, pero se contenía por mí. El odio me hervía en las venas al hablar, no podía contenerme ante su actitud.
➢ Solo vine a traer a Hanna para que si tiene que pelear lo haga contigo y no con Verónica. No puedo permitir que sus berrinches arruinen mi relación. Espero que dejes este espectáculo pronto, este payaso puede ser tu hijo. ¿Ahora te dedicarás a criar chicos? –dijo y la rabia salió de mí de forma incontenible llevándome a pegarle en el rostro una fuerte bofetada.
➢ Sal de aquí y no vuelvas nunca más o llamaré a la policía. –dije ignorando el calor que quedó en mi mano. Larry tenía una expresión confusa entre sorprendido y enojado que no sabía cómo controlar. Su reacción lo hizo soltar su tabaco y salir por la puerta como alma que lleva el diablo.
Luego de escuchar el portazo de Larry al salir enojado Edgar me tomó de la mano para preguntarme si estaba bien. Hanna subió a su cuarto y Lucas fue tras su hermana para tranquilizarla y hablar con ella. Nos sentamos en el sofá para intentar calmarnos, Edgar acariciaba mi cabello y me preguntaba si quería un vaso de agua. Pensaba en mi hija, en cómo se debía estar sintiendo al escuchar a su padre hablando así de ella. No podía seguir esperando más para ir a la policía y poner la orden de restricción contra Larry. No había otra solución. Le pedí a Edgar que me dejara estar a solas con mis hijos para hablar con ellos. Edgar me entendió y me dijo que al día siguiente me acompañaría a la estación para lo de la orden de restricción al despedirse de mí. Me dio un rápido beso en la frente y me dijo que me llamaría en cuanto llegara a casa. Lo despedí en la puerta y luego de unos segundos subí al cuarto de Hanna. La puerta estaba cerrada y se escuchaba una música Heavy metal de fondo. Hanna siempre ponía música rock cuando se enojaba. Toqué la puerta esperando que mi hija contestara desde el interior sin querer abrirme. Pero no fue lo que más me temía lo que sucedió sino todo lo contrario. Hanna pausó la música y me abrió la puerta. Me quedé algo sorprendida por un momento, pero mi hija me miraba a los ojos con un sentimiento que no había visto en ella hacía mucho tiempo.
➢ ¿Puedo pasar un momento? –le pregunté.
➢ Claro, mamá. –y nos sentamos en su cama. Quise pensar bien lo que le diría, pero ella se me adelantó.
➢ Yo…no te odio, mamá. Quería disculparme contigo por…haberte gritado y haberte tratado como lo hice cuando discutimos. No entendía el porqué de su separación, sé que discutían más a menudo y que no se llevaban tan bien como antes pero nunca pensé que Papá te traicionaría. Está tan feliz con aquella mujer que hasta sus hijos le estorban. Y ahora se porta como un idiota, diciéndote esas cosas. El también tiene una relación con alguien más joven. ¿Qué tiene eso de ridículo? ¿Acaso es el único con derecho a rehacer su vida?
➢ No entiendo porque le molesta que yo sea feliz. Estaba pensando en mudarme de aquí. No les conté el motivo de nuestra separación porque él siempre ha sido un buen padre para ustedes y yo no iba a ser la que empañara esa imagen de padre que tienen de él. Lo que pasó fue entre nosotros, pero no tiene que ver con ustedes. Al menos eso intento, pero él se empeña en impedirme que yo sea feliz e independiente. Quiero evitar más peleas, estar alejada de él lo más posible pero siempre encuentra la forma de invadir mi espacio y reprocharme. Estaba pensando en mudarme.
➢ No lo sé. Lo que tu decidas está bien. Pero no me gustaría irme de aquí. Mi escuela, mis amigos están aquí. Pero si tenemos que irnos para evitar que Papá y tú sigan peleando te apoyo. –dijo abrazándose a mí, sorbiendo por la nariz. Las lágrimas pronto mojaron mi blusa.
➢    Yo sé que no me odias, Hanna.  Sé que lo dijiste porque estabas molesta y confundida, pero debes aprender a discutir sin llegar a herir a los demás. ¿Sabes lo doloroso que fue para mí escucharte decirme esas palabras? Pensé que…moriría de tristeza. –y mis lágrimas no pudieron contenerse más. Sus lágrimas mojaban su lindo rostro a pesar de los piercings que tenía en su cara.
➢ Nunca más, mamá. Te lo prometo.

Lloramos juntas y abrazadas por un rato hasta que fuimos juntas a comer algo a la cocina. Cocinamos juntas y luego se nos unió Lucas que no dijo nada, pero se alegró vernos felices. Se percató que habíamos hecho las paces y no preguntó nada para no arruinar el momento. Sonó mi móvil con la entrada de un mensaje, era de Edgar para decirme que había llegado a casa y que me extrañaba. Hanna me miró con curiosidad y guardé mi móvil en el bolsillo con lentitud para que no viera el mensaje. Hanna no dijo nada y seguimos cocinando. Al terminar comimos juntos y disfrutamos de una película comiendo palomitas de maíz. Luego todos nos fuimos a dormir, pero antes le envié un mensaje a Edgar diciéndole que lo vería mañana en la tarde y que todo se había solucionado entre mi hija y yo. Me respondió el mensaje diciéndome que se alegraba que todo se hubiera arreglado entre nosotras y que nos veíamos mañana. Al final del mensaje me envió un stiker de un corazón y me emocioné tanto que se me cayó el celular de las manos. Por suerte mi cuarto estaba alfombrado y no se hizo ningún daño. Me acosté con el recuerdo de Edgar revoloteando en mi cabeza hasta que logré conciliar el sueño.

Al final de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora