Conociéndote

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Mi respiración se aceleró al sentir sus besos húmedos sobre mi cuello haciendo una trayectoria descendiente hasta mi vientre y de mi escapó un gemido. Acaricié su melena negra que le caía hacia el rostro y me dejé llevar por la exquisita sensación que me provocaba su lengua en mi ombligo. Y me perdí en el placer, estar con Edgar era tan apasionante, tan profundo que mi cuerpo no lograba negarme a él.
Luego de calmarnos nos acurrucarnos en silencio solo acariciándonos, sabía que era tarde pero no quería irme. Me sentía tan segura con él que quería quedarme para siempre en sus brazos.
➢ ¿Qué pasa, Jane? ¿Por qué estás tan callada? –preguntó subiéndome la barbilla para que lo mirara a los ojos.
➢ No pasa nada, estaba pensado que estoy tan contenta de estar aquí contigo que no quiero irme. Claro si estás de acuerdo.
➢ ¿En serio? ¿De verdad? Claro que quiero que te quedes, Jane. No puedo hartarme de ti. –contestó sonriendo mientras me miraban con indudable deseo sus ojos cafés.
➢ Lo sé. Recuerda que tenemos que comprar la comida de la cena del sábado. –le recordé acariciando su mano.
➢ Ah, es cierto. Lo olvidé, lo siento. Es que el trabajo estuvo complicado hoy y mañana no sé a qué hora lograré salir, llegaron contratos nuevos que tengo que revisar. Pero te prometo que antes del fin de semana todo estará listo. Estoy un poco nervioso por conocer a tu hijo, quiero causarle una buena impresión. –respondió poniéndose algo serio y pensativo.
➢ No te preocupes, sé que le agradarás. ¿Qué te gustaría que cocinara?
➢ Me encanta el pescado. Pero si prefieres algo diferente también lo probaré. No soy exigente. Además, quiero que seas tú la que elijas que vas a cocinar.
➢ Me parece buena idea, yo adoro el pescado también. Y de postre pensé en un pastel de manzanas. ¿Te gusta? –pero respondió que si con la cabeza. Estaba muy concentrado mirando mi cabello.
➢ ¿Sabes que me encanta tu cabello? Es suave y tiene esos tonos muy definidos negro y blanco, es especial.
➢ Yo odio que me hayan salido las canas tan pronto, así que decidí dejarlo natural. No sabía que te gustaba.
➢ Aún no sabes muchas cosas sobre mí, Jane. Pero… tenemos todo el tiempo del mundo para conocernos. –dijo con una sonrisa maliciosa y haciéndome cosquillas por debajo de las sábanas. No pude evitar reír a carcajadas como una niña.
Estuvimos hablando de nosotros un rato y luego nos quedamos dormidos abrazados. Su pecho cálido y firme se había convertido en mi lugar favorito de la noche a la mañana. Al día siguiente me despertó su alarma para ir al trabajo. Nos levantamos y nos metimos en el baño los dos. Era muy extraño hacer esas cosas juntos, pero luego de sonrojarme un par de veces logré superarlo. Salimos y nos preparamos para salir, mientras yo me vestía Edgar se peinaba y se colocaba sus zapatos. Y mientras yo me peinaba él se colocaba su reloj, su chaqueta y tomaba su portafolio con los documentos que llevaría al trabajo. Cuando estuvimos listos lo miré y tenía su corbata algo desarreglada así que me acerqué para ayudarlo a anudarla. Se quedó inmóvil mientras le arreglaba la corbata y justo cuando terminé me acarició el rostro con ambas manos, me besó con suavidad y me apretó contra su cuerpo para olerme.
➢ Me encantó dormir contigo, espero que no sea la última. –dijo y me besó de nuevo. Me preguntó si quería que me llevara en su auto, pero le respondí que no debía molestarse y que además no quería que llegara tarde a su trabajo.
Salimos y se despidió de mi algo apresurado, se subió a su auto y se fue. Yo regresé en mi auto a casa llegué justo cuando Lucas se iba a la universidad. Me despedí de Lucas con un abrazo y el me besó en la frente. Entré a la casa sintiendo el enorme vacío que detestaba, todos los demás tenían algo que hacer, pero yo seguía aquí, sola. Me senté a ver una película cómica en lo que preparaba la comida, pero estaba ansiosa aun, así que fui a mi cuarto para pintar un poco. Logré sumergirme en varios de los paisajes que pinté y terminé algunos. Pinté la casa de la playa y una tormenta enorme y gris, un muchacho con el cabello mojado cayendo sobre su rostro y manos sobre un cabello blanco. Mis recuerdos de las veces que había estado con él. Cayó la tarde con unos bonitos colores naranja, morado y azul cuando llegó Lucas llamándome. Estaba muy contento porque le habían dado sus notas y había obtenido el máximo.
➢ ¡Felicidades, hijo mío! –y le di un beso en la frente como hacía conmigo.
➢ Gracias, mamá. Hoy saldré de nuevo con mi novia, ya es oficial. Ayer fui a conocer a sus padres. Son maravillosos.
➢ ¡Qué bueno, hijo! Me alegra mucho que te vaya bien con tu relación y que sus padres te hayan aceptado. Respétala siempre, Lucas. –dije apuntándole con el dedo en señal de advertencia.
➢ Claro, Mamá. Hoy hablé con Hanna, me llamó a la hora del almuerzo. –dijo con un gesto de preocupación evidente.
➢ Yo…la extraño mucho. ¿Qué te dijo? –pregunté.
➢ Me dijo que Papá apenas habla con ella cuando llega del trabajo. Que se siente como una extraña en aquella casa, que no soporta a la mujer de Papá; se dio cuenta que era su secretaria y que llevan mucho tiempo juntos. Me preguntó lo que pensaba de todo eso y le dije la verdad, no la pude engañar. Le dije que mi padre te engañó con esa mujer y creo que es mejor así, que sepa cuál es la realidad.
➢ No debiste decirle nada, Lucas. Eso solo traerá más problemas entre tu padre y yo. –dije molesta.
➢ Lo siento, mamá. No pensé en eso. Tienes razón. –contestó Lucas.
➢ ¿Y cómo reaccionó tu hermana cuando le contaste?
➢ Bueno, se molestó mucho y dijo que hablaría con Papá. No pensé que reaccionaría así.
➢ Como si no tuviera suficiente con tu padre ahora tu hermana causará más alboroto. –dije sabiendo lo que venía sosteniendo mi cabeza con desesperación.
Lucas apenado subió a su habitación luego de acariciarme la espalda para disculparse y yo me quedé en el salón pensando cómo podía solucionar la situación. Llamé al celular de Hanna, pero no me respondía. Seguramente ya había llegado a casa y estaba discutiendo con su padre. No había nada que pudiera hacer para evitar eso solo esperar a Larry que vendría a reclamarme, como siempre. Echarme la culpa de todo lo que le afectaba era su costumbre más arraigada que incluso después del divorcio. Odiaba tener que encontrarme una y otra vez con ese hombre y solo para discutir, estaba harta de eso. Pensaba en mudarme lejos para poner mucha más distancia entre nosotros, pero no podía irme sin pensar en mis hijos. Lucas estaba en la universidad y Hanna en la preparatoria, ambas cerca de la casa. Irme a cualquier lugar no era una opción, tenía que soportarlo y esperar a que se calmara. Pero cada conflicto lejos de enfriar más nuestra relación y distanciarnos, todo lo contrario, lo hacía venir a exigirme, recriminarme y reprocharme que todo era mi culpa. No sabía ya que hacer para detener nuestras peleas que eran cada vez peor, solo evitaba encontrármelo, pero no siempre lo lograba. Regresé a la pintura esperando poder distraerme, pero no pude concentrarme. Fui a mi cuarto para darme baño e intentar relajarme, pero no lograba sacarme las discusiones con Larry de la cabeza. Estaba atormentada y comenzó a dolerme la cabeza. Me tomé un analgésico y me acosté un rato.
Más tarde me levanté y leí una nota que Lucas dejó sobre la mesita de noche diciéndome que se había ido a su cita y que regresaría antes de la medianoche. Sentí ese vacío de nuevo que tanto detestaba y añoré estar junto a Edgar. Solo él lograba desconectarme de mis problemas. Solo él lograba proporcionarme la seguridad y la paz que yo necesitaba. Me hice un ovillo en la cama sintiendo la necesidad de ser tocada por sus manos, bautizada con sus besos y se me apretó el pecho. Que me estaba pasando, no sabía porque me sentía así y tanta ansiedad me hizo tomar el celular. Estaba indecisa si debía llamarlo o no, lo puse de nuevo sobre la mesita y bajé a la cocina para comer. No podía quitarme esa sensación del cuerpo y tomé nuevamente el celular. Lo llamé y al sonar dos veces contestó.
➢ ¿Jane?
➢ Edgar, lo siento. No debí llamar, sé que estás ocupado con tu trabajo… solo quería oír tu voz.
➢ No te preocupes, Jane. Puedes llamarme cuando quieras. ¿Pasó algo? –contestó preocupado.
➢ Sí, pero no te preocupes solo quería hablar contigo. –quise sonar convincente pero mi voz estaba ahogada.
➢ Pero yo necesito verte. ¿Puedes venir a mi oficina?
➢ ¿Ahora? –dije algo asombrada.
➢ Si. ¿Crees que puedas conducir hasta aquí?
➢ Sí, claro. Mándame la dirección y en un rato nos vemos allá.
➢ Te la enviaré de inmediato, me llamas en cuanto llegues. –estaba tan ansioso como yo.
➢ Si, está bien. Lo haré. Nos vemos.

Fui a la cocina, preparé unos sándwiches y café para llevarle a Edgar. Subí todo a mi auto y con la dirección en mi celular me dirigí a su trabajo. Al llegar bajé del auto y llamé a Edgar para que me abriera la puerta para poder entrar. Era un gran edificio con grandes ventanales de cristales y solo se podía entrar con tarjetas magnéticas. Al verme corrió hacia mí, me dio un rápido beso en los labios y me tomó de la mano. Luego caminamos hacia el edificio y entramos en silencio, mis ojos lo miraban todo, me gustaba como se veía aquel lugar. Bonito, refinado y bien pintado. Subimos en el ascensor hasta el piso 12 y caminamos por un largo corredor lleno de escritorios con computadoras separados por cubículos, justo al final se encontraba una oficina con gruesos cristales nevados que era la oficina de Edgar. Entramos y me hizo un gesto para que me sentara en una cómoda silla de las que tenía allí. Alrededor, en las paredes de la oficina estaban adornando títulos y premios de arquitectura que había recibido Edgar a lo largo de su carrera. Una foto de su madre y él juntos y un cactus florido en una maceta encima de su escritorio.

Al final de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora