Cabellos Rojos

0 0 0
                                    

El miedo me petrificó por unos segundos, solo podía pensar en mi bebé y cómo podía salir viva de esto. Entonces me agaché pensando que tal vez no me había visto regresar de la habitación. Mi celular estaba en mi bolsillo derecho. Lo deslize suavemente entre mis dedos temblorosos y marqué el nombre de Edgar en la pantalla.

- Sal de donde estés, Jane. Sé que estás aquí así que no te hagas la lista y no intentes nada de lo que te arrepientas. - Al oír su voz me recorrió un frío por la espalda. Estaba escondida detrás de la isla de la cocina y salió con una sonrisa tenebrosa, aquellos cabellos rojos  y sosteniendo un cuchillo mientras mi celular daba timbre por segunda vez.

- Hola, amor. ¿Ya llegó Lucas? - contestó Edgar pero yo no podía responderle.
- Hola, Jane. Vine para que hablemos de Edgar. Si pensaste que te dejaría quedarte con él estas muy equivocada. Él es mi miioooo. - gritó mientras Edgar la escuchaba al tiempo que caminaba acercándose a mí.

- Jane, no te preocupes. Voy para allá con el detective, intenta distraerla. No cuelgues por favor. Mantén la calma. - la voz de Edgar en el teléfono era de pánico.

- Cálmate, Verónica. Hablemos tranquilas. - dije moviéndome hacia atrás intentado calmarla.

- Si, Jane. Tu y yo tenemos mucho de que hablar. Ven acá, perra. - me tomó rápidamente por los cabellos provocándome un dolor intenso y arrastrándome con ella hasta el salón. Me acercó al sillón de madera para que me sentara. Mi respiración se aceleró pensando en que no podía salir viva de allí con esa loca que no sabía lo que pretendía hacerme.

- Sabes cuanto tiempo estuve buscando a Edgar, buscando alguna pista de él. Para rogarle que volviéramos a ser una familia. Conocí a Larry y pensé que era un buen hombre para divertirme mientras que buscaba a Edgar, pero ya está tan pesado que me harté de él, solo puedo pensar en Edgar. Pero justo cuando lo encuentro me entero de que tiene una relación contigo. Que se van a casar y ahora que van a tener un hijo. Eso no lo puedo permitir. -  dijo Verónica moviendo el cuchillo sentada en el sofá frente a mí. Tenía que pensar algo para distraerla.

- Escucha yo solo quiero sacarle dinero a Edgar, este hijo no es de él.  Yo no me quedaré con él. - una mentira dolorosa pero necesaria.

- ¿Cómo dices? - se sorprendió justo como quería.
- Sí, como te digo. Era un plan para quitarle dinero, después viajaré a un país lejano donde no pueda encontrarme. Nunca me gustó de verdad. - seguí diciéndole mientras su cara se ponía feliz y se hacía surcos con los dedos en su colorada melena

- Te daré dinero si es lo que quieres pero no permitiré que se lo quites a él. Ya que renunciarás a Edgar creo que es un precio justo. Así podremos estar de nuevo juntos.

- Bien, entonces no te preocupes. Yo espero tu dinero y me alejo de Edgar cuando tu me lo entregues. Será un secreto entre tú y yo.

- Será ahora mismo así que te acompañaré al cuarto para que te cambies y me acompañes a buscar el dinero. Luego te vas para siempre. - dijo y me miró con ojos de que si no hacía lo que decía no dudaría en clavarme ese cuchillo. Asentí con la cabeza y me puse de pie lentamente para caminar hacia el cuarto. Una vez allí tomé un vestido más apropiado para salir a la calle y me dirigí  al baño para cambiarme con Verónica detrás, aún sosteniendo el cuchillo. Entré al baño y Verónica también tenía intención de entrar conmigo. Me volteé hacia ella y le pedí que me dejara cambiarme en privado.

- No escaparé, te lo prometo. Lo que más quiero es el dinero. No me voy a ir hasta obtenerlo. - le dije para convencerla.

- Está bien, dudo que escapes. Pero si lo haces peor para ti. Te espero aquí, no tardes.

Al cerrar la puerta y apartarme un poco mi respiración volvió a fluir de manera casi normal. Me alejé de la puerta y abrí el grifo del lavamanos para que el ruido del agua no dejara escuchar mi conversación.

- ¿Edgar, estás ahí?
- Si, amor. Lo escuché todo. ¿Estás en el baño? Llamé al detective Moore y ya van para allá. Ella apuñaló a Larry en medio del arresto y huyó. Estoy conduciendo hacia la casa ahora. Por favor, traba la cerradura de la puerta sin que se dé cuenta y no salgas de ahí. Estarás más segura encerrada ahí hasta que todo pase y arresten a esa loca.
- Si, eso haré. - me acerqué a la puerta y lentamente para no hacer ruido deslizé el pestillo que trababa la cerradura de la puerta del baño. Me alejé de nuevo de la puerta y me senté en la bañadera a esperar que Edgar y el detective Moore vinieran a rescatarme de esa desequilibrada.
- Vamos, Jane. Ya tuviste tiempo suficiente para cambiarte. Sal ahora. - dijo Verónica pero no le respondí. Siguió vociferando afuera y comenzó a darle patadas a la puerta. Escuchaba la madera crujir con cada patada y temía que pudiera entrar y hacerme daño a mi y a mi bebé. Estaba aterrada, me tapaba los oídos para que los golpes y los gritos de Verónica no se sintieran tan fuertes mientras veía su sombra de cabellos rojos balancearse a un lado a otro de la puerta. Hasta que escuché que alguien con una fuerte voz le habló a Verónica y detuvo su arrebato.

- Verónica Smith,  aléjese de la puerta ahora. Suelte el cuchillo lentamente en el suelo. Arrodillese y coloqué las manos detrás de la cabeza, muy despacio. - aunque era muy distante reconocí la voz del detective Moore, luego escuché que las esposas se cerraban sobre sus muñecas mientras Verónica maldecía mientras la alejaban de allí. El detective Moore se acercó a la puerta del baño y me llamó.
- Señora Jane, puede salir. Ya está a salvo.
Con sólo escuchar aquellas palabras mis ojos se llenaron de lágrimas y salí de la bañadera. Abrí la puerta y al verme el detective Moore se percató que necesitaba un abrazo de consuelo de la persona que amaba. Edgar estaba a sólo unos metros de él, justo le habían indicado que podía entrar. Corrió hacia mí, emocionado. Me perdí en su abrazo y no pude evitarlo, todas las lágrimas que estaba conteniendo salieron desbordadas. Edgar me abrazó como nunca antes lo hizo, sentí su miedo a perderme, su amor por mí y nuestro pequeño. Acarició mis cabellos y mi espalda susurrando:

- Ya estoy aquí, tranquila, mi amor. ¿Estás herida? ¿Te hizo daño?Tranquila, Jane. - dijo y me acarició las mejillas mojadas.

- Quiero ir a mi casa, quiero ver a mis hijos. Por lo menos esta noche, Edgar. - le dije entre sollozos.

- Claro, mi amor. Lo que quieras. Vamos a mi auto, te llevo a casa.

Edgar me sostuvo durante todo el trayecto hasta el auto,  abrazándome como si no quisiera dejarme sola ni un momento. El detective Moore le dijo a Edgar que Verónica ya estaba en camino a la estación de policía para encerrarla en prisión y que ya podíamos irnos. Le di las gracias al detective Moore por llegar justo a tiempo y me respondió que sólo era su deber.
Subimos al auto y al llegar a mi casa mis dos hijos me esperaban afuera angustiados. Preocupados me abrazaron y lloramos en un abrazo apretado por unos segundos. Saber que estaba a salvo y que tenía a mi familia conmigo era suficiente para mi, todo lo que necesitaba.

Al final de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora