Capítulo 21: Cicatrices provocadas.

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Damon

Estoy despierto desde muy temprano, no pude pegar el ojo en toda la noche. No podía creer lo que hice, no podía creer que Ava había estado en mis brazos. No podía creer que la había hecho mía, y a qué nivel.

¡Jodida noche tan placentera!

La taza de café me acompañaba mientras me encontraba sentado en el sofá y Luz se mantenía enredada entre mis piernas. Todo lo de anoche pasa como un video clip por mi cabeza y no puedo evitarlo, no puedo pararlo, no hay botón de pausa, se repite una y otra vez sin detenerse.

No solo haber tenido sexo con Ava la noche anterior me tenía petrificado, sino que lo había hecho sin preservativo, y me había corrido dentro de ella sin titubear ni pensarlo. Eso nunca me había sucedido, esa era una regla inquebrantable, y con Ava, una vez más, veo como todo lo que me he planteado alguna vez termina por volverse nada.

Cierro los ojos por instinto y la puedo escuchar, ver y sentir como si estuviera ahora mismo dentro de ella. Sus gemidos, sus gritos, sus gruñidos, se han quedado como una grabadora parlanchina en mi cabeza que no para de reproducirlos. Su sexo, ¡caray! Estaba tan empapado que me parecía mentira.

Sus palabras, cada una de ellas me ponía más y más. Ava era sensual, excitante, era fuego puro consumidor que te arde aún cuando estás lejos de ella. Y lo más fascinante de todo es que era virgen, y yo, por primera vez en la vida, había obtenido algo de una mujer con la que había estado.

Tengo en mi mente el rebote de sus perfectos pechos mientras la penetraba y la escuchaba respirar con dificultad. Ava tenía la cintura más perfecta que había visto y mis dedos se clavaban en ella con esmero y fuerza. ¿Y su trasero? ¡Vaya divinidad! No tenía comparación con ningún otro.

No pude evitar fantasear con penetrarla allí, pero carajos, apenas estaba empezando, no podía ser tan animal. Y eso es lo que me mortificaba, que por primera vez no fui un animal en la cama. Ella no me lo pidió, ella no me lo sugirió ni mucho menos, ella estaba a mi merced, a que yo hiciera con ella lo que me diera la gana, en cambio yo...yo decido tratarla con tanta delicadeza que ni yo me creía lo que estaba haciendo.

¡Besé sus putos pies y sus muslos como si los adorara! Debí verme patético, pero de solo recordarlo se me hincha el miembro entre los pantalones. Su piel era tan suave, tan cálida, tan dulce y refrescante que me era difícil no saborearla completa.

Un estremecimiento me atraviesa el pecho cuando recuerdo que luego lo volvimos a hacer pero en el lago. Ella podría haberse quejado, era algo normal que estuviera adolorida, y que le ardiera la entrepierna por aquello, pero Ava no era como cualquier otra mujer, Ava no era una cobarde, y un dolor cualquiera no iba a detenerla.

Ella me deseaba, tanto como yo la deseaba a ella, y eso en aquel momento me hacía sentir tan bien...

Sus manos aferradas a mi cuello, su cuerpo encima del mío mientras la penetraba sobre las aguas frías de aquel lago que bastó poco para calentarlo completamente, bajo la luz de unas pocas lámparas que iluminaban el sendero. Sus jadeos, su boca sobre la mía para apaciguar sus gritos, y otra vez me había corrido dentro de ella, por segunda vez en la noche.

¡Me estoy volviendo loco!

Y lo peor de todo esto es que deseaba más que a nada en el puñetero mundo volver a hacerlo, quería volver a vaciarme completo en su interior, nunca nada se había sentido tan placentero en toda mi trayectoria de vida sexual.

Mi Devoción #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora