Parte 2

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—¿Crees que tus acciones te definen como humano? No eres humano, admítelo— dijo la criatura horrenda, su voz era aterradora— eres como yo y eso no podrás cambiarlo.

—No, no soy como tú, soy humano, aunque haya sido el resultado de un experimento exitoso, a diferencia de ti— respondió, empujándolo con sus garras mientras que la otra criatura luchaba por liberarse— eres uno de esos fracasos.

La criatura horrenda gruñó, sus ojos brillando con una furia salvaje.

—No importa lo que digas, no puedes negar lo que eres. Eres un monstruo, al igual que yo.

—Quizás tengas razón, quizás soy un monstruo. Pero al menos, a diferencia de ti, tengo la capacidad de elegir. Elegí ser humano, elegí luchar contra mi naturaleza. Y eso es lo que me hace diferente de ti. Eso es lo que me hace humano. Y no hay nada que puedas decir o hacer que cambie eso.

—Eso ya lo veremos— respondió, mientras su cola espinosa se levantaba en señal de amenaza.

—¡Cuidado!— grité, extendiendo mis manos en un gesto impotente. El miedo me consumía, la angustia se apoderaba de mi corazón. No podía permitir que lo mataran, él no debía morir. Él era diferente, él era humano.

—¡¿Por qué no haces nada?!— pregunté a Denver, la desesperación se apoderaba de mi voz.

—Porque él no necesita ayuda— respondió Denver con calma.

—¡Lo matará!— exclamé, el miedo evidente en mis palabras.

—Sé lo que digo— dijo Denver, una sonrisa tranquila en su rostro.

A pesar de la confianza de Denver, no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Miré la batalla que se desarrollaba frente a mí, cada golpe, cada rugido, cada chispa de furia y determinación, me hacía temer por el humanoide.

La batalla entre el humanoide y la criatura horrenda era una danza de furia y gracia. El humanoide, a pesar de su apariencia monstruosa, se movía con una agilidad sorprendente. Sus garras cortaban el aire con precisión, cada golpe dirigido con una intención clara.

La criatura horrenda, por otro lado, era todo fuerza bruta. Se lanzaba hacia él con una furia salvaje, sus garras golpeando con una fuerza que haría temblar a cualquier ser vivo. Pero el humanoide esquivaba y bloqueaba cada ataque con una calma asombrosa, su rostro imperturbable, incluso en medio de la batalla.

¿Humanoide?

Sí.

El choque de garras contra garras resonaba en el aire, creando un ritmo constante que se mezclaba con los gruñidos y rugidos de ambos combatientes. La luna iluminaba la escena, su luz plateada reflejándose en las escamas de ambos, creando un espectáculo casi sobrenatural.

A pesar de la intensidad de la batalla, el humanoide nunca perdía su compostura. Incluso cuando la criatura horrenda lograba asestar un golpe, él se recuperaba rápidamente, volviendo al combate con renovada determinación. Su resistencia era un testimonio de su humanidad, una prueba de su deseo de proteger su identidad a toda costa.

Sin embargo, lo que realmente comenzó a inquietarme fue cuando el hermano de Denver empezó a rasguñar el cuerpo de la otra criatura ya muerta. La sangre viscosa salpicaba por todas partes, desprendiendo un olor nauseabundo que llenaba el aire.

El hermano de Denver parecía ajeno a la repugnancia de la escena, sus garras hurgando en la carne muerta con una fascinación morbosa. Cada rasguño, cada salpicadura de sangre, parecía intensificar el olor fétido, haciendo que mi estómago se revolviera.

Intenté apartar la vista, intenté ignorar el sonido húmedo y el olor putrefacto. Pero era imposible. La escena era demasiado grotesca, demasiado perturbadora.

Entre el peligro y el amor [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora