Capítulo 15: Sala E 23

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—¿Esta sí es? —preguntó Katerin, enseñándome una planta.

—No, no es esa. Esa es venenosa. Se llama cicuta y contiene una sustancia llamada coniína, que puede provocar parálisis muscular, convulsiones y asfixia. Si te la comes, puedes morir en cuestión de horas¹.

—¡Qué horror! —exclamó Katerin, alejándose de la planta—. ¿Y cómo se distingue de la que buscamos?

—Les dije que yo podía sola —le recordé—. La que buscamos se llama regaliz americano y tiene las flores más grandes y de color rosa. Además, tiene un olor dulce y agradable, mientras que la cicuta huele mal. Mira, hay una por allí —dije, señalando otra planta.

—Katerin, ríndete —Declan la miraba y Denver asentía apoyándolo.

—No, aún no —respondió ella, sin mirarlos.

Cogió un poco de regaliz americano y se lo llevó a la boca, masticándolo con gusto.

—Mmm, qué rico —dijo, sonriendo—. Esto sí que es bueno. ¿No quieren probarlo?

—¡¿Qué demonios te pasa?! ¡Katerin! —gritó Declan, agachándose apresurado e intentando quitarle lo que masticaba.

—¡Katerin, tienes que escupir eso! —le ordenó Denver, uniéndose a Declan.

—¡Está bueno! —se defendió Katerin, apartándolos con un manotazo.

—¡No, no está bueno! —insistió Declan—. ¡Está envenenado! ¡Te vas a intoxicar!

—¡Déjenme en paz! —protestó Katerin, levantándose y alejándose de ellos.

—¡Katerin, por favor, escúchanos! —la suplicó yo, siguiéndola—. ¡Solo queremos ayudarte!

—¡No necesito su ayuda! —replicó Katerin, con voz alterada—. ¡Yo sé lo que hago!

—¡No, no lo sabes! —le dije, tratando de razonar con ella—. ¡Estás confundida! ¡El regaliz americano te está afectando!

—¡No, no estoy confundida! ¡Estoy feliz! ¡Muy feliz!

Y diciendo esto, se echó a reír como una loca, mientras seguía comiendo regaliz americano.

—¡Katerin, por favor, bota lo que tienes en la boca! —le grité, acercándome a ella—. ¡Te puedes morir!

—¡No, no quiero! —dijo Katerin, alejándose de mí—. ¡Esto es lo mejor que me ha pasado en la vida!

—¡No digas tonterías! —le dije, tratando de alcanzarla—. ¡Estás alucinando! ¡El regaliz americano te está haciendo daño!

—¡No, no me hace daño! —dijo Katerin, saltando y bailando—. ¡Me hace feliz! ¡Muy feliz!

—¡Katerin, esto no es normal! —le dije, preocupada—. ¡Tienes que vomitar!

—¡No, no quiero vomitar! —dijo Katerin, haciendo una mueca—. ¡Quiero seguir comiendo! ¡Más, más, más!

—¡Katerin, basta ya! —le dije, agarrándola por los hombros—. ¡Tienes que parar!

—¡Suéltame, suéltame! —dijo Katerin, zafándose de mí—. ¡No me molestes! ¡Déjame en paz!

Y diciendo esto, me dio un empujón y salió corriendo hacia el bosque.

—¡Katerin, espera! —la llamé, siguiéndola—. ¡No te vayas!

—¡Déjame, déjame! —gritó Katerin, sin mirar atrás—. ¡No necesito a nadie! ¡Solo necesito al regaliz americano!

—¡Katerin, no seas tonta! —le dije, intentando alcanzarla—. ¡El regaliz americano no es tu amigo! ¡Es tu enemigo!

Entre el peligro y el amor [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora