Capítulo 12: El accidente

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—¡Suéltalo!—Advirtió Ivy.

—¡Tu primero!— respondió Declan con la boca llena.

—¡Yo lo agarre primero!

—¡No seas mentirosa!

—¡No lo soy!

—¡Claro que sí!

—¡Que no!

—¡Que sí!

Mientras tanto, el pollo se enfriaba en el plato, ignorado por los dos hermanos que se disputaban su posesión. Mi madre entró en la cocina y los vio forcejeando por el último pedazo de carne.

—¡Basta ya!—gritó mi madre, separándolos con firmeza—. ¿Qué les pasa? ¿No les da vergüenza pelear por algo tan insignificante?

—Pero mamá, él...—comenzó a decir Ivy, señalando a Declan con el dedo acusador.

—Nada de peros, jovencita. Ya han comido suficiente. Deja ese pollo para el perro, que seguro que lo aprecia más que ustedes.

—Pero mamá, yo...—intentó replicar Declan, con la boca todavía llena de comida.

—Y tú, cierra la boca y mastica antes de hablar. No seas maleducado. Ahora mismo, los dos a sus cuartos. Y ni se les ocurra salir hasta que se hayan calmado y pedido perdón.

Mi madre cogió el plato con el pollo y se lo dio al perro, que lo devoró con gusto. Ivy y Declan se miraron con resentimiento y se marcharon a sus habitaciones, murmurando entre dientes. Mi madre suspiró y se preguntó cómo había podido criar a unos hijos tan peleones.

Mientras el sonido de las puertas de sus habitaciones se cerraba, la cocina quedó sumida en un incómodo silencio. Mi madre, con gesto cansado, recogió los platos sucios y comenzó a lavarlos. El perro, satisfecho tras su inesperado banquete, yacía en un rincón de la cocina, observando con ojos agradecidos a mi madre.

Después de unos minutos, decidí romper el silencio.

—¿Crees que se calmarán pronto, mamá?

Ella dejó de lavar los platos y me miró con una expresión entre resignación y preocupación.

—Espero que sí, cariño. No entiendo cómo pueden pelearse por algo tan trivial. A veces parece que no se dan cuenta de lo afortunados que son.

—Supongo que es difícil verlo cuando están tan enfocados en ganarle al otro.

—Sí, pero eso no justifica la falta de respeto y gratitud. Necesitan aprender a valorar lo que tienen y a no dejarse llevar por las tonterías.

Terminó de lavar los platos y se secó las manos en un trapo antes de mirarme con una sonrisa cansada.

—Pero bueno, supongo que es parte de ser hermanos. Tienen que aprender a convivir y a resolver sus diferencias de una manera más madura.

Asentí con la cabeza, comprendiendo las palabras de mi madre. Era evidente que la situación requería una lección. Mientras ella iba a la sala de estar a descansar un poco, me pregunté si algún día Ivy y Declan aprenderían a apreciar lo que tenían y a dejar de pelearse por cosas tan insignificantes.

En las horas siguientes, el silencio en la casa se mantuvo, y era evidente que mis hermanos estaban reflexionando en sus cuartos. Solo el suave ronroneo del perro rompía la quietud, recordándonos que, a veces, la perspectiva de una mascota era suficiente para enseñarnos a valorar lo que realmente importa.

Mientras estaba absorto en mis pensamientos, leyendo un libro en la sala de estar, noté que Declan bajaba las escaleras. Su expresión parecía seria, pero no entendía por qué se dirigía hacia donde estaba mi madre, quien descansaba en el sofá.

Entre el peligro y el amor [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora