Capítulo 16: El laboratorio

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Los días se convierten en semanas, y la incertidumbre sobre el paradero de Denver, Declan, Ivy, Katerin y Ethan comienza a pesar más. Intento mantener la calma, recordándome a mí misma que perder la paciencia no ayudará en nada.

Creo que me estoy volviendo loca.

Un día, mientras examino el panel de control por enésima vez, noto algo que no había visto antes: un pequeño botón oculto en la esquina. Con un suspiro de esperanza, lo presiono.

De repente, la sala se llena de luz y una pantalla aparece en la pared, bueno, solo era yo misma viéndome atreves de una cámara.

Suspire frustrada.

Me siento vigilada todo el tiempo por esta maldita cámara.

El guardia me deja un plato de comida insípida y una botella de agua en el suelo. No me mira a los ojos, ni me dice una palabra. Sé que es inútil intentar hablar con él, así que me limito a recoger lo que me ha traído y a cerrar la puerta tras él.

Lo he intentando y siempre es la misma respuesta.

Me siento en la cama y empiezo a comer sin ganas. No tengo apetito, pero sé que debo mantenerme fuerte. No sé cuánto tiempo llevo aquí. Solo sé que estoy en algún lugar subterráneo, rodeada de cámaras y sensores que monitorean cada uno de mis movimientos.

Miro la pantalla que se ha activado al presionar el botón oculto. Veo mi reflejo, mi cara pálida y ojerosa, mi pelo despeinado y sucio, mi ropa rasgada y manchada. Me pregunto si hay alguna forma de comunicarme con el exterior, de enviar una señal de socorro, de escapar de este infierno.

—Ni siquiera hay algún libro para leer— negué con la cabeza dejando el plato vacío.

Llevas casi un mes embarazada.

Recuerdo lo que me dijo y paso mis manos por mi rostro, de la nada escucho que la puerta se abre nuevamente. Veo que es el loco científico, el que me ha mantenido cautiva todo este tiempo. Sostiene un portátil transparente como aquel día.

—Veo que esta vez te has terminado la comida.— comenzó a caminar hacia mí, yo retrocedí chocando con la pared, aun estando en la cama.

—Quiero que vengas conmigo— continuó, extendiendo su mano hacia mí.

—¿Para qué?—pregunté, con miedo.

—¿Acaso no quieres ver a tu novio?—me dijo, con una sonrisa malvada.

Me levanté apresuradamente de la cama. Sentí una punzada en el vientre, pero la ignoré. Lo único que me importaba era saber de él.

—¿Dónde está?—pregunté, con ansiedad.

—¿Quieres venir o no?—enarcó una ceja, impaciente.

Asentí varias veces. Saber algo de él era algo bueno, ¿no? Tal vez él había encontrado una forma de escapar, de pedir ayuda, de liberarnos. Tal vez él tenía la respuesta a todo este infierno.

En algunos años, cuando las cosas se calmen y las responsabilidades disminuyan, podrás hacer lo que desees. Pero ahora, simplemente confía en que todo va a estar bien.

La puerta se abrió y lo seguí. No había salido desde que me trajeron aquí, hace casi un mes. No sabía dónde estaba, ni cómo era el lugar. Solo sabía que era un sitio subterráneo, aislado del mundo exterior. Un sitio donde nadie podía oírme, ni verme, ni salvarme.

Seguí al científico por un pasillo largo y estrecho, iluminado por unas luces tenues. Vi varias puertas a ambos lados, pero no me atreví a mirar lo que había detrás de ellas. Seguramente eran otras celdas, como la mía, donde tenía encerrados a otros prisioneros, a otras víctimas de sus experimentos.

Entre el peligro y el amor [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora