Capítulo 19: Capsulas rotas

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10:05am

En mi habitación, el dolor del parto se apoderaba de mi cuerpo, llevándome a un estado de angustia y esfuerzo. Cada contracción era como una ola de tormento que me envolvía, mientras luchaba por mantener la calma en medio de la incertidumbre.

Los enfermeros se movían rápidamente a mi alrededor, preparando el espacio para el inminente nacimiento. La habitación estaba llena de tensión y anticipación, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para presenciar el momento crucial que se avecinaba.

Las contracciones continuaban su ritmo implacable, marcando el compás de mi dolor. Los enfermeros, en un frenesí coordinado, preparaban el entorno para el inminente nacimiento. Luces tenues iluminaban la habitación, creando una atmósfera de expectación y ansiedad.

—¡Necesitamos más suministros aquí! —exclamó uno de los enfermeros, apresurándose a recoger instrumentos y materiales.

Otro enfermero se aproximó a mí con un gesto de tranquilidad forzada.

—Estás haciendo un trabajo maravilloso. Solo unos momentos más y conoceremos a tu hijo.

Las palabras de aliento apenas mitigaban el dolor que se apoderaba de mí. Cada contracción era un recordatorio tangible de la vida que crecía dentro de mí, ansiosa por unirse al mundo exterior.

El dolor, cada vez más intenso, me hacía perder el control sobre mis palabras. Entre dolor y contracciones, las maldiciones escapaban de mis labios, expresando la angustia y la impotencia que sentía en ese momento. Cada instante de sufrimiento parecía interminable, y las palabras salían de mí como una liberación involuntaria de la tensión acumulada. Los enfermeros, acostumbrados a las diversas reacciones de las mujeres durante el parto, continuaban su labor con profesionalismo, brindando apoyo y al mismo tiempo manteniendo la calma en medio de mi tormento.

El sonido agudo y estridente de las alarmas de sirena se propagó por todo el laboratorio, coincidiendo con la intensidad de las contracciones que se apoderaban de mí. La combinación de ambos sonidos creaba una cacofonía de caos y urgencia. Los enfermeros, aunque sorprendidos por la súbita activación de las alarmas, continuaban sus tareas con la misma dedicación.

El colchón, apretado entre mis manos debido al dolor, parecía vibrar al unísono con las alarmas, como si mi propio sufrimiento resonara en la estructura del laboratorio.

Uno de los enfermeros, visiblemente afectado por la situación y la repentina activación de las alarmas, dejó escapar una expresión de desesperación.

—¿Qué mierda está pasando afuera? —exclamó, mirando hacia las puertas cerradas del laboratorio.

La incertidumbre y la urgencia se reflejaban en sus ojos, mientras intentaba comprender la razón detrás de las sirenas y el caos que se desataba en el exterior del laboratorio.

Un guardián, con una expresión de temor evidente en su rostro, entró apresuradamente al laboratorio y cerró la puerta tras de sí. El estrépito de las alarmas y la urgencia en su actuar aumentaron la sensación de caos en el lugar.

Los enfermeros, visiblemente alterados por la situación y deseando una explicación para el caos que se desataba afuera, le gritaron al guardián que se fuera. Sin embargo, el guardián, con una expresión de nerviosismo y determinación, les pidió que no hicieran bulla.

—¡Vete, por favor! —gritaban los enfermeros, pero el guardián negaba con la cabeza.

—No hagan bulla. Necesitamos mantener la calma —respondió el guardián, su voz reflejando la seriedad de la situación.

Los gritos desesperados de las personas afuera comenzaron a inundar el laboratorio, creando una cacofonía de terror. En medio del caos, un individuo intentó huir, pero su intento fue detenido de manera brutal. Un objeto afilado atravesó su cuerpo, elevándolo en el aire y dejando a todos en la habitación atónitos ante la escena violenta que se desarrollaba fuera de sus paredes. La sensación de peligro inminente se apoderó del ambiente, sumergiendo a los presentes en un estado de shock y temor.

Entre el peligro y el amor [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora