23. Lengua bípeda.

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En el orfanato, los cumpleaños pasaban desapercibidos, y a Jimin le parecía lógico; no había motivos de celebración. Los ecos de una inminente segunda guerra mundial resonaban fuertemente. Al sintonizar la radio con Edmond, sólo se hablaba de conflictos, reflejando la misma tensión que encontraban en fragmentos de periódicos entre la basura.

Jungkook alcanzaba los diecisiete años, sin embargo, la indiferencia lo rodeaba. Su cumpleaños pasaba desapercibido, sin regalos ni un pastel con sus sabores preferidos. Las vestimentas no cambiaban, los abrazos eran escasos, y la indulgencia de levantarse más tarde estaba ausente. Seguía siendo un día normal, nada especial.

Jimin despertó temprano, justo antes de que las cuidadoras irrumpieran con su alboroto matutino. Los primeros rayos del sol se filtraban tímidamente en la habitación, señalando la pronta llegada del otoño con un toque de frescura en el aire. Mientras yacía entre sus sábanas, anhelaba prolongar ese breve instante en el tiempo. No quería levantarse, había días donde se sentía agotado en todo sentido y anhelaba el pasado, cuando su madre le permitía dormir todo el día como un niño mimado.

Volvió su rostro con lentitud, enfocando su atención en la cama donde reposaba Jungkook. Para su asombro, descubrió que él ya lo estaba mirando, creando una sensación que no llegó a ser aterradora, pero sí teñida de un ligero escalofrío.

Desde el momento en que intercambiaron un beso en las afueras del orfanato, evitaban discutir como en ocasiones anteriores. En cambio, se limitaban a observarse desde la distancia, como si hubiera algo compartido en ese silencio, aunque no podía precisar de qué se trataba exactamente.

— Feliz cumpleaños. — Susurró esperando que Jungkook le escuchara, todos los demás se encontraban durmiendo.

Jungkook se echó a reír, acomodándose en la cama. Se acercó al borde con una sonrisa deslumbrante que dejó a Jimin sin aliento. Las cosquillas en el estómago de Jimin persistían, negándose a desaparecer.

— Quiero un beso. — Un encantador hoyuelo surcó su rostro, mientras Jimin se encontraba fascinado, incapaz de apartar la mirada.

— No digas esas cosas, estás siendo ridículo.

— Es mi cumpleaños, quiero un regalo, lo mínimo que pido es un beso, no seas tacaño.

Jimin se rio, tapándose la cara con una mano mientras negaba, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.

— Vas a despertar a los demás, cállate. — Dijo Jimin aguantando una suave risa que le hacía sentir patéticamente enamorado, aunque no lo estaba.

Cuando la puerta se abrió, las cuidadoras estallaron en gritos y aplausos, rompiendo el silencio del dormitorio y despertando a todos. Hubo quejas habituales de algunos, mientras que otros aceptaron resignados, levantándose con cierta pesadez.

En todo momento Jungkook y Jimin se miraron desde la distancia, no podían apartar la mirada, compartiendo una sonrisa que podía significar muchas cosas, ni siquiera ellos lo sabían.

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El desayuno, como de costumbre, resultaba poco atractivo. Había un pan duro sobre la mesa acompañado de una mermelada insípida. La taza de leche, que Jimin sospechaba estaba diluida con agua, carecía del sabor familiar que solía disfrutar en casa. No importaba cuánto pasara el tiempo, su estómago nunca estaba preparado para probar comida tan desagradable, incluso si se obligaba a sí mismo a comerla.

A su lado, Dante disfrutaba de su comida sin esfuerzo, observando atentamente los rostros de los presentes en el comedor. Parecía analizar gestos y prestar atención a las conversaciones circundantes. Como bufón, su labor implicaba mucho trabajo y observación, ya que se acercaba una nueva reunión en la corte del girasol, y él debía estar preparado para divertir a todos, molestando a quien fuera necesario.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora