30. Un plan de vida.

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Jungkook siempre supo que Clayton ocultaba un arma en su hogar. Aquella certeza se arraigó en su memoria desde la niñez, cuando jugaba con Jonah y aprovechaba esa información para sus propios fines. Su mente infantil, forjada por la impactante visión de sus padres siendo fusilados ante él, comprendía la utilidad inherente de las armas. Para Jungkook, eran herramientas poderosas en su entorno, moldeando su perspectiva desde temprana edad.

Siempre volvía a la casa de jengibre, porque necesitaba saber cómo sacar el arma que escondía Clayton. Analizaba minuciosamente cada detalle, observando sus movimientos y estudiando cada paso. Desde su infancia, su padre le inculcó el aprovecharse de aquellos que representaran una amenaza. Sin embargo, nunca especificó quiénes eran exactamente esos individuos peligrosos. Jungkook asumía que el consejo se aplicaba a personas adineradas, pero también quería atribuirlo a aquellos que llevaban consigo un cierto tinte de maldad.

Tenía que ser honesto, no confiaba en que Clayton fuera una buena persona. A pesar de ser un excelente padre para su hijo, mostraba agresividad y rudeza hacia aquellos que se aventuraban en su territorio. Reconocía que era trabajador, al igual que todos, y estaba seguro de que su padre no tomaría represalias contra alguien como Clayton. Sin embargo, Jungkook era diferente y creía que la muerte de su padre se debía a su compasión por los demás. Sentía que, si no hubiera expresado sus opiniones, si no hubiera compartido sus ideas con aquellos que consideraban a sus superiores como salvadores, su padre estaría vivo.

Consideró un auténtico milagro el fallecimiento de Jonah, viendo en ello la oportunidad de manipular a Clayton. Planeaba hacerlo caer y retorcerse, buscando obtener información sobre la ubicación del arma. Estaba decidido a llegar a la cima, incluso si eso implicaba pisotear cadáveres.

— Eres un perro. — Le había dicho un día a Clayton. Tenía apenas trece años en ese entonces y se encontraba en su pequeña cocina, mirándolo emborracharse.

La mirada de Jungkook exploró cada rincón de la casa, buscando el escondite perfecto para el arma. Sin embargo, matar lo convertiría en un asesino, una etiqueta que no estaba dispuesto a aceptar. Aunque no creía en Dios, sí creía en la justicia, pensando que todos debían enfrentar las consecuencias de sus acciones, incluso él mismo al cometer un crimen. Así que ideó una estrategia para matar indirectamente, y la única persona en la que pensaba para lograrlo era Clayton.

— Naciste para proteger a tu hijo, ¿no es así? — Repetía Jungkook poniéndole una mano en el hombro —. Como lo haría un perro.

Manipular la mente de Clayton resultó ser una tarea sencilla; su carga de problemas lo volvía propenso a asociar la figura de su hijo con cualquier joven que se cruzara en su camino. En ocasiones, llegaba al extremo de alucinar que Jungkook era su propio hijo, instándole en esos momentos a tomar medidas drásticas contra aquellos que pudieran causarle daño.

Había tejido una historia compleja sobre el orfanato, convenciéndolo de que Jonah aún vivía y sufría bajo el control del director. Aunque todo era una farsa, en su estado mental vulnerable, embriagado y alucinado, él la aceptaba como verdad. Era exactamente el resultado que buscaba.

Jungkook comprendía que si Clayton intervendría y derrocara al director, él se mantendría libre de culpa. Aunque la misión era simple, demandaba una carga mental significativa. Preservar su estructura de engaños era primordial; por ende, cada paso que daba estaba meticulosamente planeado.

La urgencia que sentía de acabar con la vida del director, nacía de todas las atrocidades que éste había cometido. La justicia tenía que llegar de una u otra manera, y lo haría siendo una persona inocente.

— Soy un perro. — Lloriqueaba Clayton aferrándose a su botella de licor — ¡Soy un maldito y sucio perro!

— Claro que lo eres. — Jungkook sonreía, inclinándose para susurrarle al oído como si compartieran un secreto —. Y como el perro que eres, si es necesario matarás con tus propios dientes, padre.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora