31. Pez de metal.

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Jungkook nunca anticipó el suicidio de Clayton como parte de su plan inicial, que originalmente implicaba involucrar a la policía. La sorpresa de encontrar a Clayton sin vida en el suelo resultó ser más conveniente de lo esperado, llevando a Jungkook a sentirse satisfecho. A pesar de la tragedia, una extraña felicidad se apoderó de él, dibujando una sonrisa en su rostro.

Jungkook ingresó serenamente a la oficina del director, explorando los cajones en busca de los expedientes de adopción. Con calma, recogió meticulosamente montones de documentos, llevándolos entre sus brazos mientras avanzaba por la habitación, planeando lanzarlos más tarde al río, casi ignorando los cuerpos como si fueran simplemente desechos esparcidos en el suelo.

Tenía que salir del orfanato, Maxine y Romolo estaban listos para sacar a Jimin, sabía que ellos se encargarían.

Moviéndose con rapidez, Jungkook abandonó el orfanato, protegiendo los documentos con un abrazo firme, aprovechando el caos inicial que mantuvo a cualquier testigo lejos. En medio de ese tumulto, nadie se atrevería a hablar; aquellos que deseaban escapar buscarían distancia de los horrores del orfanato. La oportunidad era ideal, y Jungkook estaba convencido de que muchos la aprovecharían.

Al salir al patio delantero, se encontró con Edmond, cuya mirada se perdía en el horizonte mientras entonaba una canción en voz baja. Las largas extremidades de Edmond siempre resultaban intimidantes para Jungkook; era un chico peculiar, pero su aguda percepción capturaba cada detalle a su alrededor, a pesar de su aparente despiste.

— ¿Te marchas? — Preguntó Jungkook, aunque Edmond seguía con las manos vacías.

— Sí, me voy. — Respondió mirando hacia el orfanato —. Es mejor irse antes de que las cuidadoras salgan de sus escondites.

Jungkook asintió. Era verdad; lo más sensato era distanciarse rápidamente antes de que las cuidadoras descubrieran la situación. Imaginaba el caos si encontraban los cuerpos en el suelo, seguramente entrarían en pánico, llamarían a la policía, y debido a la distancia y al desinterés, llegarían durante la noche.

— Pues sígueme entonces.

Sin perder tiempo, se lanzó de nuevo a la marcha. En ese momento, la neblina tejía un velo impenetrable, limitando la visión a escasos metros. No obstante, encontraba comodidad en esa limitación. Sus manos, a merced del frío, se aferraban a la sensación helada del entorno. Cada paso resonaba con un crujido sobre el fango que pisaba. A su estela, Edmond lo acompañaba con paso pausado, entonando con voz tenue alguna canción francesa que se perdía entre la bruma.

El portón, en su antigua robustez, dejó escapar un sonido que resonó en el aire cuando Jungkook lo abrió con un ligero chirrido. La tarea de cerrarlo nuevamente recayó en Edmond. En ese momento, una extraña, pero agradable sensación envolvió a Jungkook; como si cada detalle a su alrededor cobrara una importancia especial. En ese instante, el mundo parecía detenerse. Una ola de bienestar invadió a Jungkook, haciéndolo sentir increíblemente bien consigo mismo y con el mundo que lo rodeaba.

Prosiguieron su trayecto a lo largo del camino cubierto de lodo, avanzando con paso decidido hasta que, finalmente, lograron entrever la silueta de Jimin, Dante, Romolo y Maxine en la distancia. A su alrededor, todos lucían ataviados con prendas ligeras, aunque llevaban consigo bolsas repletas de ropa y el botín obtenido por Dante durante el robo.

Cuando Jimin distinguió a Jungkook entre la densa neblina, su corazón latió con fuerza y una oleada de emoción lo invadió. Sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo apasionado. Los besos llovieron sobre el rostro de Jungkook, y en medio de esa nebulosa, temblaba no sólo por el frío, sino también por la intensa ansiedad que Jimin sentía en ese momento, al reunirse finalmente con la persona que le hacía latir el corazón.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora