25. Dale caza al conejo.

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Jungkook sentía un profundo rechazo hacia Clayton, el hombre de la casa de jengibre. Lo veía de manera desfavorable, encontrándolo grotesco y repulsivo. La mera presencia de Clayton le causaba asco, y no podía evitar arrugar la nariz cada vez que se cruzaban.

Después de almorzar, solía ir a visitarlo. Siempre llevaba una boina para ocultar sus largos mechones de pelo. De manera discreta, escondía un cuchillo en el cinturón de su pantalón antes de salir del orfanato, asegurándose de que nadie lo siguiera.

El sendero se volvía cada vez más lodoso, mientras el clima empeoraba gradualmente y la lluvia se volvía persistente. Sus zapatos, manchados de barro, presentaban agujeros por los que el agua se filtraba, empapando sus finos calcetines.

Las gotas de lluvia acariciaban sus mejillas pálidas mientras su respiración acelerada formaba una nube de vaho. Detestaba perder tiempo y urgía ejecutar su plan con prontitud. Temía que salir tan seguido levantara sospechas entre los chicos del orfanato y las cuidadoras, aunque estas últimas solían hacer caso omiso a todo lo que sucedía.

— ¿Dónde estás? — Se oyó detrás de él, la voz grave de Dante entonaba una melodía que solían cantar los niños del orfanato — ¿Dónde estás? Te busco aquí, te busco allá. ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Vamos a jugar, ven a jugar.

Jungkook se quedó helado, su cuerpo se detuvo en seco, asimilando la situación. Sabía que Dante, siendo uno de los pocos chicos competentes en ese orfanato, no se quedaría atrás. Era hábil en manipular incluso a Maxine para conseguir lo que quería. Con los puños firmemente apretados a cada lado de su cuerpo, Jungkook se giró lentamente, encontrándose con el irritante chico de sonrisa atractiva, y unos ojos tan azules como el cielo en pleno verano. La tensión en el aire era palpable mientras sus miradas chocaban.

— Ya sabes lo que dicen, dale caza al conejo cuando lo veas, no cuando corra. — Expresó Dante, ajustándose la boina mientras las gotas de lluvia se posaban sobre ella como si fuera un diminuto paraguas. — ¿Pensaste que no me daría cuenta de tu ausencia en las tardes? Debo decir que no tenerte en el orfanato es como no sentir las pulgas en mi cama, pero a la larga, en otra parte van a molestar.

— Bueno, si te aferras mucho a las pulgas, te van a picar.

— Y que lo hagan las malditas chupasangre, porque las voy a reventar. — Dante rio, era ese tipo de risa que tenía cuando trataba de ser bromista como el bufón que era —. Pero, ¿qué hacemos hablando de pulgas? ¿Por qué no hablamos de tus arranques a la casa de jengibre?

— ¿Qué hacemos hablando? Esa es la verdadera pregunta.

Jungkook esbozó una sonrisa sarcástica mientras lanzaba una mirada amenazante. Aunque la lluvia lo hacía sentir incómodo, con la ropa pegada a su cuerpo y las gotas deslizándose por su rostro, se negaba a mostrar vulnerabilidad, especialmente ante alguien que consideraba inferior.

— ¡Ay! No me lastimes así, yo que pensaba que éramos íntimos amigos de toda la vida. — Dante se desplazó con paso lento, su andar evocaba la de una bestia a punto de lanzarse al ataque. Esa imagen le rememoró un episodio de su infancia en el orfanato, cuando presenció cómo unos perros cazaron a un cordero en los campos cercanos. Poco después, aquellos mismos perros fueron sacrificados.

— Déjame en paz, ¿quieres?

La risa de Dante resonó a lo largo del vasto campo, revelando su verdadera naturaleza risueña. Sin embargo, su risa adquirió un matiz inquietante que se dispersó por el espacio.

— Te hice una pregunta, enfermo mental.

Jungkook apretó los dientes con furia contenida, resistiéndose a perder el control. Aunque podría imponer miedo en otros, era consciente de que no podía mostrarse autoritario frente a Dante. Este último, resentido por el trato injusto hacia su hermano, veía a Jungkook como una constante molestia en su camino.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora