1. La casa de jengibre.

1.5K 256 128
                                    

Jimin se escabulló por la pequeña ventana del sótano, escalando con dificultad, mientras el chico al otro lado de la ventana quitaba lodo y piedras con sus manos, esperando que pudiera salir sin quedarse atrapado a medio camino.

En su desesperación se rasgó la camisa, la cual quedó atrapada en un clavo mal puesto. Sus rodillas se lastimaron, su cuerpo no estaba hecho para una ventana tan pequeña, y aun así logró salir de ella con su piel irritada y una marca dolorosa en la espalda. Fue una experiencia terrible que le dejó sin aliento.

— ¿Qué edad tienes? — El chico que le ayudó a salir se agachó mientras él seguía tirado en el suelo, recuperándose. Tuvo que mirarle hacia arriba como si se tratara de una especie de dios. El día estaba nublado, y los escasos rayos de sol parecían sentirse atraídos por su presencia.

— Tengo dieciséis, tal vez diecisiete…

— ¿En serio? — El chico elevó ambas cejas, luciendo sorprendido —. Yo tengo dieciséis, el otro mes cumplo los diecisiete.

Entre ambos, el chico era mucho más alto, llevando ropa limpia y de su talla. Su cabello, de un profundo tono negro, descendía hasta el nivel de sus hombros, con delicados mechones que danzaban y rozaban su piel cuando la brisa jugueteaba a su alrededor. Sin embargo, lo que más capturaba la atención eran sus ojos, auténticas joyas visuales de tamaño sorprendente que parecían abarcar cada detalle a su alrededor, como si estuviera en constante vigilancia de todo lo que acontecía.

Jimin se sentía sucio y pequeño, tenía tierra entre medio de las uñas, la camiseta rasgada y las botas llenas de barro. Su cuerpo estaba repleto de heridas que se provocó al intentar salir por la ventana. Trató de ponerse en pie con dificultad, el chico no le ayudaba en lo absoluto, simplemente le contemplaba con curiosidad, como si fuera una de esas personas llevadas a los zoológicos humanos.

— Me llamo Jungkook. — Dijo entonces, esperando que Jimin se pusiera en pie para presentarse — ¿Cómo te llamas?

Había esperado oír esa pregunta desde hacía un tiempo. Se sentiría bien decir su propio nombre y no el de un chico que había fallecido. Tragó saliva y miró a Jungkook con cierta timidez.

— Park Jimin.

— Bueno, Park Jimin, vámonos.

Jungkook le tiró del brazo y lo hizo caminar por atrás de la casa, donde había muchísimos arbustos. Era el lugar más seguro, pero a su vez le costaba más trabajo avanzar por el lodo. Sus botas se enterraban cada metro que avanzaba, sentía las piernas débiles, su cuerpo temblaba. Parecía ser que pronto se acercaría una tormenta, la quietud en el ambiente le ponía los pelos de punta, como si el hombre fuese a aparecer por debajo de uno de los numerosos charcos de agua en el suelo, tirándole del tobillo, arrastrándolo hasta el infierno.

La facilidad con la que avanzaba Jungkook le hacía pensar que no era la primera vez que pasaba por esos lados. Sabía dónde exactamente pisar, aunque se encargó de guiar a Jimin y de evitar que terminase embarrado por completo.

Llegaron a la carretera, un camino de tierra donde a veces pasaban unos pocos automóviles. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer en sus rostros, Jimin sonrió, sintiéndose a punto de llorar de emoción. Era un espectáculo hermoso al que nunca le había prestado atención. La caricia de las gotas de lluvia le sacó un suspiro, sabía que Jungkook le estaba mirando con detenimiento, pero no le importaba. En ese instante, no había lugar para la autocrítica, sólo existía él y la magia efímera de la lluvia.

Lo único que podía escuchar era la lluvia, el vuelo de algunas aves que se escabullían entre los árboles protegiéndose del agua, y el propio latir de su corazón. Todo estaba tranquilo, demasiado quieto para que pudiera perdurar.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora