11. La puerta esmeralda.

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El camino hacia la puerta esmeralda se sentía eterno. Jimin llevaba en sus manos el reloj de bolsillo que tendría que dejar como ofrenda, seguía a Dante porque no conocía el camino y temía encontrarse con Jungkook después de haberle gritado el día anterior en la escalera. Le aterraba que deseara desquitar toda su furia contra él, era un chico sin control.

Dante, por su parte, avanzaba con paso decidido, como de costumbre, con su chaqueta larga y botas desgastadas. Su rostro reflejaba alegría y, de vez en cuando, volvía la mirada sobre su hombro para sonreírle a Jimin. Este último intentaba devolverle la sonrisa, aunque más bien parecía una mueca tensa que cualquier cosa cercana a la felicidad.

A medida que se acercaban, los pasillos parecían volverse más oscuros y estrechos, o al menos eso sentía Jimin. En la distancia, escuchaba una canción en un viejo tocadiscos, una melodía lenta y melancólica que le provocaba un escalofrío. No entendía las letras, pero le inquietaba. Los tocadiscos siempre le recordaban a los días difíciles de su infancia, cuando su padre y sus amigos solían beber y jugar a las cartas, y su madre quedaba despierta, esperando que el ruido cesara.

— ¿Cómo es que evalúan las ofrendas? —Preguntó, intrigado por el proceso.

Dante soltó una risa agradable, una de esas risas que siempre le reconfortaban.

— Hay una corte, la corte del girasol. — Le explicó rápidamente —. Todos los miembros de la corte se reúnen a calificar los obsequios, están adentro de la puerta esmeralda, podrás entrar y lo verás con tus propios ojos.

La música se hacía aún más fuerte a medida que se acercaban. Jimin ya no estaba tan seguro de querer participar en ese juego, especialmente cuando había discutido con Jungkook, alguien tan arriba en la jerarquía.

Cuando doblaron por un pasillo que parecía olvidado, finalmente llegaron a su destino. Ante ellos, majestuosa en su esplendor, se erguía la puerta esmeralda. Una tenue luz se filtraba desde debajo de la puerta, mientras la música resonaba en sus oídos con una fuerza envolvente. Notó una pequeña caja estratégicamente colocada justo a un lado de la puerta, destinada a recibir las ofrendas.

— Tienes que dejar tu ofrenda. — Dante abrió la caja que en ese momento estaba vacía. Jimin imaginó que recogían todo lo que se dejaba para evitar que alguien robase las ofrendas.

Sin ninguna duda dejó el reloj de bolsillo en el interior de la caja, cerrándola con cuidado, esperando que fuese suficiente para no quedarse hasta abajo.

— Ahora hay que tocar la puerta tres veces. — Indicó Dante señalando cómo hacerlo.

Jimin con cierta timidez tocó la puerta. Todo se sentía demasiado para él, si no fuera por Dante, definitivamente no podría estar ahí esperando lo que fuera que sucediera.

Escuchó pasos en el interior de la habitación, tanto él como Dante retrocedieron un paso hacia atrás, expectantes, aunque entre ambos, el único que no sabía qué cosas le esperarían era Jimin.

La puerta se abrió de repente, y Jimin no pudo evitar notar que una joven de estatura baja, lentes gruesos y piel morena emergía cautelosamente. Su rostro estaba marcado por varios granos, y su expresión era distante, como si no tuviera mucho interés en socializar. Parecía ser la responsable de extraer las ofrendas de la caja, y lo hacía con evidente disgusto. Sus ojos recorrieron a Jimin y su compañero con una mirada de desaprobación antes de sacar con cuidado el reloj de bolsillo.

— Preséntate. — Dijo la chica en un tono de enfado.

— Es el mendigo. — Intervino Dante con una de sus sonrisas tontas.

La chica bufó, luciendo ahora más molesta que en el principio. Dante lograba que la gente en ese orfanato le odiara sólo con su presencia.

— No te lo pregunté a ti, bufón.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora