6. El corazón del príncipe mendigo.

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Dante era ágil mentalmente, se le ocurrían muchísimas cosas, era realmente hablador, pero cuando estaba frente a Maxine, las palabras no fluían de su boca como siempre. Él se quedaba pasmado y aceptaba cualquier cosa en silencio, evitando incluso el contacto visual.

Jimin podía entenderlo, él tampoco sabía cómo actuar en presencia de Maxine, era una sensación similar a la que sentía con Jungkook, pero por distintos motivos.

— Ah, me temo que pasó algo. — Dante avanzó, tomando los hombros de Maxine para que ella no pudiese mirar hacia el suelo donde yacía el dibujo que hizo de ella, sino que únicamente pudiese enfocarse en él.

Como era de esperarse, Jimin se agachó para recoger el dibujo, escondiéndolo rápidamente en el bolsillo de su pantalón. Seguía sintiéndose tenso, pero al menos los dibujos de Dante estaba a salvo.

— ¿Qué pasó? — Preguntó Maxine mientras pasaba de mirar de Dante a Jimin.

— Ágata se metió en mis cosas, así que estaba charlando amablemente con ella, todo muy pacífico. — Dijo Dante con un ligero tono juguetón.

— Ya, amablemente. — Repitió como si no le creyera — ¿Quieres que hable con ella?

— ¡No! — Respondió Dante de inmediato —. Todo ya está bien. Ya sabes como es.

— Por supuesto, está enamorada de ti. — Maxine suspiró y apartó las manos de Dante, dando un paso hacia atrás. Ella era alta, Jimin se sentía demasiado pequeño cerca de ambos.

Decidió alejarse, asegurándose de mantenerse lejos de cualquier discusión o conversación privada. Le agotaba pasar mucho tiempo sumergido en problemas que ni siquiera eran de él. Bajó al primer piso y se dirigió al patio trasero, donde la mayoría de los niños jugaban con canicas o simplemente exploraban su entorno. También había chicos como él que no hacían más que sentarse y mirar todo lo que pasaba sin hacer más que eso.

El patio resultaba minúsculo y bastante triste, un lugar que le quitaba el ánimo con solo mirarlo. Estaba abarrotado de maleza, los muros lucían verdosos por el musgo, y los chicos siempre acababan sucios debido al barro que se formaba cerca del orfanato. En distintos rincones, unos tendederos sostenían montones de ropa, y por doquier se hallaban regados varios juguetes de madera, como si nadie les hubiera prestado atención en mucho tiempo.

Jungkook había bajado al patio, estaba sentado con un grupo de niños que le prestaba atención mientras contaba una historia. Cuando vio a Jimin, le sonrió como hacía siempre, como si ambos compartieran muchísimos secretos. Jimin no quería estar cerca.

— ¡Ven aquí, Park Jimin, ven a escuchar esta historia! — Exclamó Jungkook antes de que pudiera escaparse.

Los niños que estaban ahí le miraban esperando que se sentara, incluso le hicieron un espacio en el suelo, logrando que Jimin se sintiera culpable al querer seguir de largo, por lo que les acompañó a pesar de todo, sentándose junto a ellos, observando a Jungkook que estaba un poco apartado del grupo mientras contaba la historia.

— ¿Quieren que empiece de nuevo? — Preguntó Jungkook a los niños, quienes aplaudían entusiasmados, divertidos con sus historias. Parecía que ningún adulto les prestaba atención, a Jimin se le hacía una locura que dependieran de una persona tan extraña como Jungkook.

— ¡Sí! — Gritaron al unísono, aunque había algunos distraídos.

Jungkook aclaró su garganta y esbozó una sonrisa molesta mientras observaba a todos los niños a su alrededor. Sin embargo, sus ojos se posaron de manera intensa en Jimin. Resultaba extraño verlo con maquillaje en su rostro y luciendo un collar tan llamativo; definitivamente, era una persona fuera de lo común. Esto hacía que Jimin se sintiera incómodo, una sensación inquietante se apoderaba de él en ese momento, pero le pasaba siempre que estaba en presencia de Jungkook.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora