24. Cuando muera, quiero ir al infierno.

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Jimin había detectado algo inusual en el comportamiento de Jungkook. Aunque salía del orfanato con regularidad y regresaba algo tarde, no parecía estar involucrado en actividades ilícitas, como todos temían. Jimin se dio cuenta de que no se trataba de simples paseos, ya que no estaba cruzándose con aristócratas en el camino, sino que parecía dirigirse a un lugar específico. Desde la ventana, Jimin solía observarlo hasta que desaparecía, siempre tomando el mismo camino.

Era un monótono martes dentro del orfanato, Jimin se hallaba sumido en el tedio, sentado en las escaleras. Su mirada se perdía en Romolo, quien, absorto, jugaba con un diminuto oso de peluche. La visión de ese chico lo embargaba de una belleza inigualable, como un sueño palpable. Aunque sus pensamientos podrían tacharse de indebidos, la realidad era innegable: aquel chico era simplemente hermoso. Mientras tanto, a lo lejos, Maxine sostenía una acalorada discusión con Dante, aunque eso sucedía con recurrencia y no era algo extraño.

Lentamente, Romolo alzó la vista, notando que Jimin lo observaba con gran interés. La expresión confundida en su rostro era auténticamente encantadora; en ocasiones, daba la impresión de que solo Maxine y Dante tenían acceso a su pequeño mundo, así que se sorprendía cuando alguien más le dirigía la mirada.

— ¿Q-qué? — Preguntó Romolo mientras abrazaba al oso de peluche contra su pecho.

— Nada, sólo estaba pensando, no te preocupes.

— ¿Ju-Jungkook?

De manera sorprendente, Romolo se mantenía alerta a cada detalle de su entorno. A pesar de que la mayoría lo tachaba de estúpido, ganando respeto únicamente por ser el novio de Maxine y el hermano de Dante, en realidad, era mucho más que eso. Se mostraba como un joven auténticamente observador, destacando aún más por su virtud de no soltar nunca comentarios indeseables.

— Sí, sobre Jungkook, últimamente está saliendo mucho y no dice nada. — Jimin se mordió el labio, a punto de comenzar a morderse las uñas por la ansiedad.

Romolo batalló para hallar las palabras apropiadas; sus labios temblaban al tratar de plasmar sus pensamientos. Finalmente, con tenacidad, consiguió articular una respuesta fragmentada.

— Jungkook… él s-siempre es un… un destino incierto.

— Mm, supongo que es algo así. — En realidad no entendía muy bien a lo que Romolo se refería, últimamente todo le parecía confuso en aquel sitio.

— Él… él siempre vi-visita la casa d-de je-jengibre.

Jimin frunció el ceño, comenzando a sentirse un poco preocupado.

— ¿Cómo sabes eso?

— Dante.

En ese preciso momento, Dante volvió la cabeza al oír su nombre, desviando su atención hacia la conversación. Portaba una de esas sonrisas arrogantes de quien sabe demasiado, exhibiendo la misma atractiva apariencia que su hermano, aunque con un toque intimidante. A pesar de mantener una amistad con Jimin, la presencia imponente de Dante seguía siendo un ajuste difícil para él.

— Escuché mi nombre. — Se ajustó la chaqueta y miró a Romolo con cierta suavidad en sus ojos —. Che cosa stavi dicendo a Jimin?

— G-gli stavo di-dicendo che tu ave-avevi visto Jungkook vicino a-alla casa di pan di ze-zenzero.

A veces, Jimin olvidaba que ambos compartían la nacionalidad italiana y el beneficio de comunicarse en otro idioma. Seguramente, Romolo le relataba lo recién comentado sobre Jungkook, provocando que Dante arqueara una ceja con curiosidad, dirigiendo su mirada hacia Jimin.

— Va tutto bene, fratellino, l'hai fatto bene. — Dijo Dante acariciando la cabellera desordenada de su hermano —. La prossima volta, dille di parlare direttamente con me, non c'è bisogno che ti intrometti in queste cose, angelo della mia vita.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora