8. El duque ladrón.

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Jimin inevitablemente cedió ante el sueño, a pesar de lo mucho que intentó evitar quedarse dormido. Despertó temprano, antes de que el resto de niños se levantaran, pero Jungkook ya no estaba a su lado. El lado de su cama estaba frío, lo que indicaba que llevaba bastante tiempo levantando, pero no se lo pensó mucho, simplemente agradeció el haber amanecido bien.

Cambió a su cama, así nadie hablaría de él si lo veían en la cama de Jungkook. Todavía tenía sueño, lamentablemente había dormido unas pocas horas. Apenas su cabeza tocó su almohada, se acurrucó haciéndose pequeño y volvió a quedarse dormido, deseoso de descansar todo lo que quedaba de día, pero en cosa de minutos las cuidadoras entraron para despertarlos, aplaudiendo como cada mañana, su cabeza se sentía como si estuviera en el fondo del mar, la presión era demasiada.

Despertó con un bostezo, restregándose los ojos antes de observar atentamente a sus compañeros de dormitorio. Maxine ya estaba levantada, sus pies descalzos la llevaban hacia la cama de una niña que luchaba por ponerse un suéter, a punto de dirigirse al baño. Jimin encontró en esos pequeños gestos una razón para confiar en la autoproclamada reina, aunque también temía que su benevolencia sólo aflorara para quienes eran más frágiles e inocentes.

Jimin se puso en pie, listo para dirigirse hacia los baños. Debía de ducharse y vestirse con la poca ropa que tenía. Seguía preguntándose dónde demonios estaba Jungkook, a pesar de su animadversión mutua, estaba empezando a preocuparse más de lo que deseaba admitir. Tenía fresco en la memoria el recuerdo de haber oído que sus padres habían fallecido ante sus ojos, y luego había pasado toda la noche escuchándole quejarse. No debía estar bien de la cabeza.

Mientras salía al pasillo, se encontró de frente con Dante, quien llevaba en su mano una muda de ropa. Él se veía feliz como cada día, salió a la par de su hermano, quien era de hecho más alto que Dante y un poco más sombrío. Romolo, para Jimin, era definitivamente una belleza singular. Tenía pecas salpicadas por todo su rostro y una nariz ligeramente respingada, pero lo que más destacaba eran sus ojos, los más hermosos que Jimin había tenido el privilegio de contemplar. Sin embargo, algo le resultaba extraño, el hecho de que Romolo nunca hablara y pareciera disfrutar pasando el tiempo en su propio mundo generaba en Jimin un cierto rechazo. Aunque se sentía mal por permitir que tales pensamientos florecieran, no podía hacer nada para silenciarlos.

— Buen día. — Saludó con una pequeña sonrisa, esperando no verse tan cansado como se sentía.

— ¡Hola, hola, caracola! — Dante le dio un suave apretón en el hombro. Se veía bien con su cabello despeinado y sus ojos adormilados — ¿Cómo dormiste?

— De eso te quería hablar.

Los dos avanzaban junto a muchos otros que también querían ocupar el baño. La espera a veces se sentía interminable, Jimin de verdad extrañaba su vieja casa, donde tenían un baño exclusivamente para él.

— ¿Sucedió algo anoche? — Preguntó bajando el tono para que los demás no pudiesen escucharlo.

Jimin se limitó a asentir, entonces ambos se detuvieron en la fila que se estaba formando afuera de los baños. Pasarían gran parte de la mañana ahí, pero al menos el desayuno lo servían hasta tarde.

Poco después, Maxine hizo su entrada en el pasillo con su característica elegancia, adelantando al resto con determinación. Sin perder un segundo, se plantó junto a Romolo, imprimiendo un beso suave en su mejilla. Luego, rodeó su figura con los brazos, creando un abrazo que parecía unirlos en un mundo propio. En ese gesto, sus frentes se inclinaron una hacia la otra, como buscando refugio.

Los observó porque no entendía cómo ella podía realmente querer tanto a una persona que no hablaba y que tenía ciertas cualidades extrañas. Lo mismo pasaba con Romolo, nadie esperaría que alguien que lucía tan sombrío y distante, podría tomarle cariño a otra persona. Al menos esa era su forma de ver las cosas.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora