28. Pecador.

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Jimin se sentía inquieto al notar el cambio en Jungkook, quien exhibía signos de desequilibrio. Sus ojos inquietos recorrían el orfanato, como si temiera que alguien pudiera leer sus pensamientos. La paciencia inicial de Jungkook se desvanecía, revelando un lado más inestable. Jimin se preguntaba qué lo preocupaba y sentía la urgencia de descubrirlo.

En el momento de la cena, Jungkook optó por sentarse solo, distante de la compañía de fantasma, con el que compartía una relación amistosa. Mientras picaba su comida con un aire ausente, sus movimientos mecánicos acuchillaban el pollo sin que su atención pareciera estar presente en la tarea. Su cabello desaliñado añadía un toque de desorden a su apariencia, y unos peculiares aretes con perlas negras adornaban sus orejas. Aunque esos elementos parecían ostentosos, la sospecha flotaba en el aire de que, al igual que gran parte de sus pertenencias, posiblemente los hubiera obtenido de manera poco convencional, quizás a través de métodos al límite de lo ético.

Las manos de Jungkook tenían rasguños, mientras que sus uñas exhibían una capa de suciedad impregnada de tierra. Jimin se percató de que Jungkook estaba inmerso en una serie de actividades que escapaban por completo a su comprensión. A pesar de los ocasionales besos compartidos durante las noches, incluso en esos momentos íntimos, Jungkook parecía desconectado, agotado, con la falta de cualquier destello o vitalidad en sus ojos.

Oh! Will you never let me be?
Oh! Will you never set me free?
The ties that bound us
Are still around us
There's no escape that I can see
And still those little things remain
That bring me happiness or pain.

En las noches, las cuidadoras decidieron introducir música en el ambiente, pero su elección musical era inquietante, como un eco lejano de tonalidades tétricas. Cada nota resonaba en la oscuridad, provocando escalofríos que recorrían el cuerpo de Jimin. Era difícil para él expresar con palabras la extraña sensación que le generaba esa música en medio de la noche, especialmente cuando la lluvia persistente afuera contribuía a crear un aura melancólica que se infiltraba en cada rincón.

Jimin se levantó, agarró su bandeja y optó por sentarse junto a Jungkook. No le importaba atraer miradas curiosas de los demás; su preocupación superaba cualquier inhibición, impulsándolo a dar el primer paso para averiguar qué le sucedía a Jungkook.

— ¿Qué demonios estás haciendo? — Preguntó Jungkook levantando la mirada. Las ojeras bajo sus ojos difícilmente pasaban desapercibidas.

— Eso mismo te quería preguntar.

— Diablos, no sabía que mi papá resucitó como el jodido Jesucristo, sólo que le tomó más tiempo del esperado.

— Estoy hablando en serio. — Jimin se sentó a su lado, ya no tenía hambre, pero atrajo la bandeja de comida un poco más cerca de su cuerpo para comenzar a comer —. No comes, no le cuentas de esas historias raras a los niños, y sales todo el tiempo cuando Dante no está cerca.

— Bueno, puede ser que no me guste la comida de acá, es una mierda. Me aburrí de los jodidos niños y no me gusta este orfanato.

— No te hagas el listo conmigo, Jungkook, no cuando me abrazas todas las noches para dormir.

Jungkook apretó con fuerza la cuchara en su mano, sus nudillos palidecieron, su rostro revelaba palidez extrema. Detestaba que los demás percibieran sus vulnerabilidades genuinas, no las falsas fachadas que había construido. Era especialmente molesto que Jimin, su debilidad, le recordara esas fragilidades, haciéndole enfrentar lo que realmente sentía.

Inclinándose cerca de Jimin, Jungkook se detuvo junto a su oído y susurró palabras cargadas de enojo.

— Jamás digas eso en voz alta o tú y yo estaremos muertos.

LA CORTE DEL GIRASOL ひまわり KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora