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Rihanna

Subimos a mí casa y no sabía si ofrecerle algo de beber, con el casco… Era todo rarísimo.

–DIME QUE EL PERRO ES TUYO –se arrodilló en el suelo, ah, sí. El perro.

–Claro.

–Ay, por diooosss –parecía un niño pequeño–. Hola, mi vida –le rascó la barriga.

Mi perrito era un San Bernardo de tres meses. Era una auténtica bola de pelo.

–¿Te importa si me quito la sudadera? Me muero de calor.

–Si te cabe con el casco…

No le costó mucho. Sorprendentemente. Llevaba una camiseta de manga corta de lycra debajo, la cual le quedaba pegada a todo el torso. Ay, señor… No estaba babeando con suerte.

–Eooo –me chasqueó en la cara.

–Chocolate.

–Vainilla –responde.

Ambos reímos.

–¿A qué ha venido eso? –se ríe.

–Cuando me quedo empanada digo cosas sin sentido, no te asustes.

–Soy igual –se quedó parado unos segundos y suspiró–. Y trabajo mañana, tengo que estar ahí antes de que se den cuenta de que me he ido… –miró la hora en su móvil–. Y son las cinco y media de la madrugada, dormiré unas… media hora –dice con pereza.

–Buf…

–Un placer, Riri, pero ya voy con prisa –me da un abrazo y se dirige a la puerta.

–Hasta otra, L.

Se fue de mi piso, y oí a mi perro ladrar. Estaba con la sudadera entre sus dientes. Se la cogí y corrí detrás de él, pero ya se había ido con su coche. Mierda. Genial, ahora tengo una sudadera de… ni puta idea de quién es.

–¿Ha venido alguien…? –oí a Agatha cuando volví dentro de casa.

–Ah, que estás aquí.

–Pues claro que estoy aquí, es mi casa también.

–Pensaba que estarías con el otro.

–No, me daba pereza… –me mira de arriba a abajo–. ¿Y eso? –señala la sudadera.

–Em…

–Dimelo.

–Del nuevo.

–Ah, sí, hablando de él… mira, ven –me arrastró al cuarto y abrió su portátil–. Cómo tú hablaste con él creo que te parecerá bien saber cosas de él.

¿Cómo te das cuenta de que tú mejor amiga es el CSI y el FBI juntos? Con cosas de estas.

–Cuéntame.

–Vale, pues ha empezado en Gran Bretaña, pero la policía de allí empezaron a controlar muchísimo las calles y no fue hasta dos semanas después, se le ve en Singapur. O es un tío que viaja mucho, o es millonario, o se aburre mucho… Hay muchos niños ricos con su coche, y por eso no se sabe quién es. Y no lo llaman L, lo llaman Caballero Negro, no sé de dónde se ha sacado lo de L.

–Joder, que fuerte.

–Quizá L sea la inicial de algo, su nombre, su apellido, el nombre de un familiar suyo…

–Puede ser.

–Y he buscado el registro de dueños de ese coche y me salen un par, entre ellos tu favorito.

ᴀᴅɪᴠɪɴᴀ ǫᴜɪᴇɴ sᴏʏ [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora